El trece de agosto levantaremos la mano todos los que somos zurdos. Cuenta José C. Escribano en un artículo del diario argentino La Nación que ese día fue instituido así por el Left-Handler Club, de Londres, que inauguró con muchísima publicidad una tienda para zurdos el 13 de agosto de 1976.
Así que aproximadamente uno de cada diez estaremos de plácemes. Quienes somos zurdos nos descubrimos desde temprana edad viviendo en un mundo hecho para diestros y nos vemos, prácticamente, enfrentados a él día a día. Así desde niños nos damos cuenta que tenemos que esforzarnos más que la mayoría: asistimos a la escuela y sentimos la ampolla que deja en nuestros dedos la tijera de diestros, aprendemos a escribir y tenemos que colocarnos de manera incómoda porque las paletas de los escritorios son para que pueda apoyarse el brazo derecho, hasta cuando nos sentamos a la mesa encontramos los cubiertos de un lado que nos resulta incómodo y tenemos que tratar de no molestar con el movimiento de nuestro brazo izquierdo a quien nos acompaña a la mesa. Acostumbrarnos a la palanca de velocidades es todo un reto cuando empezamos a manejar. Abrir una lata, usar el pelador de frutas, girar las llaves del agua, manejar el ratón de la computadora, son parte de una lista interminable de cosas que resultan para nosotros un esfuerzo extra. Así que terminamos siendo prácticamente ambidiestros.
Y si pareciera que poco ha cambiado para nosotros desde que Pitágoras recomendaba entrar en los lugares sagrados «siempre por el lado derecho, que es divino, y abandonarlos por el izquierdo, que representa lo disoluto» y Aristóteles decía que «lo bueno está a la derecha y lo malo a la izquierda» y si hasta en nuestro idioma resultamos poco gratos: siniestro es sinónimo de zurdo… es bueno saber que por un día se reconoce nuestra existencia. Así que por un día arriba la minoría (y es que finalmente no somos tan pocos: diez por ciento) de los zurdos.