El asesinato de 19 personas en un ataque a una clínica de rehabilitación de Chihuahua, norte de México, muestra la virulencia de los cárteles de Juárez y de Sinaloa en su disputa por el control de rutas que permiten introducir toneladas de cocaína a Estados Unidos.
Unos 30 hombres armados con fusiles de asalto y que se movilizaban en seis camionetas, según una fuente policial, ingresaron poco antes de la medianoche del jueves al viernes en la clínica «Templo Cristiano Fe y Vida», dedicada a la rehabilitación de drogadictos y comenzaron a disparar.
A su salida, diez minutos después según testigos, quedaron en el lugar 19 cadáveres: 14 en el interior y cinco más en la parte exterior. Es el tercer ataque contra un centro de este tipo en menos de un año en Chihuahua.
Aparentemente, según una fuente policial, los atacantes pertenecían a la banda de «Los Mexicas» alineada con el cártel de Sinaloa del capo Joaquín Gúzman «El Chapo» (por chaparro, es decir bajo de estatura) , que se enfrenta en Chihuahua a «Los Aztecas», pistoleros al servicio del cártel de Juárez.
«El Chapo», que escapó en 2001 de la cárcel oculto en un camión de lavado de ropa, inició hace dos años una cruenta disputa con el cártel de Juárez, dirigido por Vicente Carrillo, por el control de las rutas que permiten cruzar hacia Texas y Nuevo México.
Según estimaciones de autoridades por estas rutas se moviliza casi 60% de la droga ilícita que se mueve desde México hacia Estados Unidos.
A esa disputa atribuyen las autoridades los casi 6.000 homicidios registrados en los últimos tres años en Chihuahua, sobre un balance total de casi 23.000 muertos en México desde que comenzó el gobierno del presidente Felipe Calderón.
A pocos días de asumir en diciembre de 2006 Calderón declaró una estrategia de «guerra» contra los cárteles y para ello desplegó a 50.000 militares para apoyar a la policía.
Esa estrategia ha permitido capturar o dar muerte a una veintena de capos y detener a cientos de operadores y mandos medios, en operaciones aplaudidas por Washington, pero que al mismo tiempo exacerbaron la violencia.
Diariamente los servicios forenses de la capital de Chihuahua y de Ciudad Juárez, la urbe con mayor población (1,3 millones de habitantes), reciben decenas de cadáveres en su mayoría calificados como «ajusticiamientos» entre organizaciones criminales.
Las muestras de crueldad se suman una tras otra: víctimas decapitadas, cadáveres incinerados, ajusticiamiento de jóvenes con la única justificación de que participaban en una fiesta a la que entró un pandillero rival, son sólo algunos casos de los que da cuenta la prensa local.
La mayoría de estos ajusticiamientos son realizados por bandas como «Los Mexicas» o sus socios «Los Artistas Asesinos», conformados por jóvenes que encuentran en el narcotráfico una vía de escape al desempleo y falta de oportunidades, opina Juan Sariego, doctor en Antropología Social.
«Las tareas ilícitas son una oportunidad para ellos (…) Hay toda una generación de hijos (de emigrantes) que se criaron con sus abuelas, con la vecina o en la calle, son esos los delincuentes que andan en la calle», dijo Sariego en un reciente encuentro sobre la violencia en Chihuahua.