Mañana se cumplirán exactamente 50 años, de la noticia de la muerte de Pedro Infante, que estremeció todo México. Posteriormente, este actor y cantante se convertiría en una de las figuras artísticas más reconocidas en toda Hispanoamérica.
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Para él, y para todos, su muerte fue una verdadera sorpresa; tanto así, que su creciente fortuna quedó en manos de las disqueras y los productores de cine, ya que no dejó testamento.
Hoy día, Pedro Infante se ha convertido en uno de los mayores ídolos de toda Hispanoamérica. Pero, ¿será esto por sus aptitudes como artista, y como parte de otro fenómeno?
Relato de la muerte
El domingo 14 de abril de 1957 (hoy hace 50 años), Pedro Infante, quien se encontraba en Mérida, Yucatán, perdía el vuelo de Mexicana, que lo hubiera llevado al Distrito Federal. La prisa lo apremiaba, ya que un juzgado recién había anulado su matrimonio con Irma Dorantes, debido a que el ídolo de México ya había contraído nupcias sin haberse divorciado.
Pedro Infante llamó por teléfono a su frustrada esposa, para decirle que él vería de qué forma viajaba, pero que lo importante era estar con ella. Sin embargo, Dorantes ya sospechaba, y le pidió que no viajara. í‰l no creyó, y viajó…
í‰l era piloto aviador, con suficientes horas de vuelo para tener mucha confianza. No era la primera vez que de forma intempestiva se lanzaría a volar sin haberlo planificado. Cuando Blanca Estela Pavón, una de las actrices que mejor lució como pareja de Pedro Infante en el cine, murió en un accidente aéreo, el cantante y actor mexicano se lanzó en su búsqueda.
El lunes 15 de abril de 1957, cuando todavía era muy temprano, Pedro Infante se dirigía a pilotear su nave; por la prisa, la cual le exigía estar en el D.F. muy temprano, no revisó el avión. Si esto hubiera pasado, era muy probable que encontrase la falla que en los próximos minutos le provocaría la muerte.
Un desperfecto mecánico que falló en pleno vuelo, provocó que el famoso actor, se convirtiera en una leyenda de Hispanoamérica.
El arquetipo
Según el famoso psicoanalista Carl Gustav Jung, en el inconsciente colectivo de un pueblo, existen cientos de imágenes que, por ser las ideales, se convierten, así, en el arquetipo, es decir, el patrón ejemplar del cual otros objetos, ideas o conceptos se derivan.
Jung retomó muchos mitos de la cultura grecolatina, para ejemplificar muchos de los arquetipos. Para él, era muy difícil que una imagen moderna se convirtiera en un arquetipo, debido a que es difícil que una idea novedosa se incruste en el inconsciente colectivo de forma tan rápida; sin embargo, existía un caso de arquetipo contemporáneo, y era el que él llamó como «la leyenda».
Si una persona, lugar, fenómeno o cosa, alcanzaba una mediana fama por sus excelentes cualidades, y de golpe desaparecían estas virtudes, la imagen positiva se conservaba en el inconsciente colectivo, impulsado por la «muerte» de esto.
Precisamente, este proceso explica lo ocurrido con la imagen de Pedro Infante, quien en momento de sus mejores bríos, desaparecía del planeta.
Para Jung, estas leyendas perduran en la mentalidad del pueblo, ya que no existe oportunidad de ver la «decadencia» de estas personas.
Pedro Infante es recordado como un hombre vital (cumpliría 40 años en 1957; este año también se cumplen los 90 años del ídolo), con excelente voz, con una habilidad de actuar con naturalidad; las mujeres lo veían como un símbolo de virilidad, mientras los hombres de la época observaban cómo compartía escena con las mujeres más guapas del momento (Silvia Pinal, Miroslava, María Félix, Sarita Montiel, Elsa Aguirre, etc.); y de esa manera será recordado.
En cambio, los fenómenos que adquieren fama, pero luego decaen, no son tan recordados como las «leyendas».
Construcción de la leyenda
El fenómeno del culto a Pedro Infante es, por demás, interesante, ya que su imagen, aún a 50 años después de su muerte, sigue siendo tan entrañable en el inconsciente de los mexicanos, quienes han exportado esta imagen a toda Hispanoamérica.
Pero, ¿por qué Pedro Infante se habrá ganado la veneración eterna de su pueblo? El momento en México permitió que los mecenas del mundo artístico hubieran apostado por él, para competir con otras figuras. Por ejemplo, en la música, Jorge Negrete acaparaba antes de él casi todo el mercado. La introducción de Pedro Infante permitió distribuir esa popularidad, y aumentar las ventas de las disqueras.
Pedro Infante era eminentemente un cantante (aunque también fue un buen actor, con mucha naturalidad), pues se ganó su espacio con puras canciones. Aunque es difícil expresar en papel fenómenos de la voz, la idea básica consiste en que él no exageró de recursos.
Voces cálidas, a media voz, como las de Pedro Infante, no siempre se dan en la vida; sin embargo, cuando aparecen, tienen un éxito instantáneo. Habría que recordar, necesariamente, a Nat King Cole, quien hasta se dio el lujo de tener éxito cantando torpemente en español.
Comparado con los cantantes de la época, Pedro Infante tenía una media voz muy suave, dulce. En contraste con otros exitosos cantores de la época, Jorge Negrete con su voz de tenor de ópera y también la potencia de Javier Solís no tenían competencia; por el otro lado, el falsete de Miguel Aceves Mejía ocupó el otro extremo del espectro acústico.
Además, Pedro Infante, no sólo por la voz, sino también por las canciones, supo aprovecharlas y darles fuerza única. Canciones como Amorcito corazón o Cien años o Yo no fui, aunque han sido interpretadas por otros artistas, jamás lograron darle la personalidad.
Pero, sin duda alguna, el verdadero éxito de Pedro Infante residió en el cine. A pesar de que nunca tuvo clases de actuación, él tenía una naturalidad frente a las cámaras, por lo que los directores jamás tuvieron problemas con su trabajo.
Muchas de sus películas no son tan memorables; de hecho, algunas revistas especializadas en México han hecho la lista de las cien mejores películas mexicanas, y si mucho dos o tres serán de Pedro Infante.
Sin embargo, sus personajes parecían extraídos de los arrabales mexicanos. El espectador de la época se sintió identificado. Personificó tanto a hombres de Monterrey, de Veracruz, de Mérida, de Guadalajara, de Acapulco o del D.F. Incluso, hasta personificó a los indígenas de la Sierra Morena con Tizoc.
Más que eso, no sólo fue la identificación con los cuatro puntos cardinales de México, ya que esto no hubiera pegado en Hispanoamérica. El hecho consiste en que sus personajes encarnaban el diario vivir de la gente común.
El «dicharachero» de películas como A toda máquina, encarnaban el lenguaje popular. O el enamorado de El gavilán pollero, de Dicen que soy mujeriego o de El mil amores, enamoró a millones de mujeres de la época, y provocó la envidia de los hombres.
Representó al buen hijo, en películas como La oveja negra o No desearás a la mujer de tu hijo, en donde debió competir con Fernando Soler, quien realizó una de las mejores actuaciones del cine mexicano.
También actuó como el hombre «macho», en Martín Corona, quien despertaba temor con sólo hacer decir su nombre.
Y, sin duda, sus personajes más entrañables son los sufridos, como el drama suburbano de Un rincón cerca del cielo, sobre una pareja provinciana que se conoce en la capital, y se casan, pero que la vida los empuja a la pobreza extrema.
El más memorable sería su personaje Pepe El Toro, del cual haría una trilogía de películas, Nosotros los pobres, Ustedes los ricos y Pepe El Toro.
En estas películas, nuevamente la pareja de Pepe El Toro y La Chorreada (Blanca Estela Pavón), se ven atropellados por la vida. Pepe es un carpintero, que de vez en cuando subía al ring de boxeo para ganar un poco de dinero. Los golpes dentro del ring, no se comparaban con los golpes de la vida. Pero, él, como buen toro, seguía de frente.
Probablemente, la escena más memorable de Pedro Infante suceda en Ustedes los ricos, su mejor película, en donde, después del incendio de su carpintería, salía con su bebé en brazos, Torito, quien murió dentro del siniestro.
El dolor, la lucha, la injusticia, son aspectos de la vida que son fácilmente identificables, porque son vividos por todos. Pepe El Toro es la identificación del mexicano y el hispanoamericano que lucha, es golpeado, cae, llora y nuevamente se levanta.
Un ejemplo de la buena conjunción que hizo Pedro Infante entre películas y canciones, se da en esta trilogía de Pepe El Toro, en donde se estrenó la canción Amorcito corazón, en cuya letra se expresa: «Compañeros en el bien y el mal», que Pepe se la dice a su esposa La Chorreada, y es esa identificación entre el dolor y la lucha en un matrimonio, la que logró hacer memorable a la película.
En el mundo de las películas, en el momento de su llegada no había alguien que acaparara tanto la atención, por lo que su éxito fue meteórico. En poco tiempo, alcanzaría su primer papel protagónico.
El éxito y la fama lo acompañarían desde entonces. Era el cantante más escuchado en las radios, y el mejor pagado en el cine. Los directores lo pedían constantemente para que protagonizara sus películas, grabando anualmente entre 6 y 9 filmes. Su disquera, Peerles, no lo soltó nunca, por lo que la mayoría de los discos son propiedad de esta empresa, que llegó a ganar (y sigue ganando) millones de dólares.
Sin embargo, tal como se indicó al principio, la muerte en su momento de mayor éxito fue lo que lo catapultó a la eternidad. Y, como buen arquetipo del ídolo, muchos otros artistas contemporáneos a Pedro Infante también murieron en su mejor momento. Por ejemplo: Jorge Negrete, Javier Solís, Joaquín Pardavé, Miroslava, Blanca Estela Pavón y Pedro Armendáriz; ¿no le parece mucha casualidad? Hasta pareciera que era la fórmula para crear ídolos en México.
En otros planos mundiales, también han adquirido categoría de leyenda arquetípica James Dean, Ernesto Che Guevara, Janis Joplin, Jim Morrison, Elvis Presley, Jimi Hendrix, entre otros.
Principales películas
Desde 1939, Pedro participaría en más de 60 películas. He aquí las más memorables:
1939: En un burro tres baturros. Apareció por primera vez en la pantalla grande, pero con un papel más que insignificante.
1943: Mexicanos al grito de guerra. Su primera película protagónica. Película basada en un fragmento del himno mexicano, ambientado durante la ocupación francesa en tierras aztecas. En México también se vivía el intenso nacionalismo que condujo a muchas naciones a pelear en la Segunda Guerra Mundial.
1946: Los tres García y Vuelven los García. Primera película con Sara García, con quien formaría una de las fórmulas más típicas del cine mexicano: La abuelita y el niño malcriado.
1947: Nosotros los pobres. Primera película de la recordada trilogía de Pepe, El Toro.
1948: Los tres huastecos. Primera vez que en el cine mexicano, un mismo actor realizaba tres papeles distintos, y, además, aparecían juntos, gracias a efectos especiales, en la pantalla.
1948: Ustedes los ricos. Segunda película de la trilogía de Pepe, El Toro. Probablemente, es la más dramática en la que participó el ídolo de México.
1949: La oveja negra y No desearás a la mujer de tu hijo. Películas en donde alternó con Fernando Soler, en donde éste dio una cátedra de actuación.
1952: Dos tipos de cuidado. íšnica película que logró reunir a los dos más grandes ídolos de México: Pedro Infante y Jorge Negrete.
1956: Tizoc. Alternó con la diva María Félix. Ganó por su actuación, póstumamente, el Oso de Plata en la Berlinale.
1956: Escuela de rateros. íšltima película realizada por él; coincidentemente, uno de los dos personajes que interpreta Infante es asesinado, augurando su muerte.
Compañeros en el bien y el mal, ni los años nos podrán pesar, amorcito corazón serás mi amor. (Amorcito corazón)
Y sin embargo sigues unida a mi existencia, y si vivo cien años, cien años pienso en ti. (Cien años)
Si después de sentir tu pasado me miras de frente y me dices adiós, te diré con el alma en la mano que puedes quedarte, porque yo me voy. (Corazón, corazón)
Desde que tú te fuiste, perdí todo en la vida, la fe, las esperanzas y se me abrió una herida. Esperaré a que vuelvas, y, por favor, recuerda que soy como un muñeco que necesita cuerda. (El muñeco de cuerda)
Blanca Estela Pavón: «Es que te quiero tanto, Torito.»
Pedro Infante: «Ni la mitad de lo que yo te quiero.»
Blanca Estela Pavón: «Me han contado tantas cosas de ti.»
Pedro Infante: «Ya, déjese de cosas. A ver esos ojitos. No le da vergí¼enza, tan grandota y chillando. índele, deme mi buen besote, mi Chorreada.»
(Nosotros los pobres)