El Gobierno de Estados Unidos ha anunciado que además del ataque aéreo contra Siria que seguramente será anunciado la próxima semana luego de que el Congreso lo apruebe, se están estudiando fórmulas para dar más recursos, entrenamiento y apoyo a las fuerzas de oposición que luchan por derrocar al gobierno de ese país. Declaración no sólo imprudente, porque entre los principales opositores cobra relieve la gente de Al Qaeda, sino que además cínica porque cómo puede un país que es parte declarada en el conflicto condenar al gobierno y “castigarlo” por considerar que se ha excedido en su propia defensa.
En 1954 Washington proveyó recursos, entrenó y apoyó a los opositores al Gobierno democráticamente electo de Guatemala porque así convenía a los intereses de la United Fruit Company y los abogados de esa empresa, los hermanos Dulles, montaron la operación de la CIA para derrocarlo. Nuestro Ejército no defendió al Gobierno legalmente constituido y, lejos de eso, se unió a los invasores patrocinados por Washington y no hubo en ese momento una guerra civil. Pero a partir de 1954 empieza el drama guatemalteco que generó el conflicto armado interno con su dolorosa secuela de muerte y destrucción.
Recordamos lo anterior porque evidentemente el gobierno del señor Obama, que no se diferencia en nada con el de Eisenhower o el de Bush, pretende arrogarse la facultad para financiar y apoyar a la oposición de Siria y pretende que, como en Guatemala, el Gobierno caiga por inercia sin defenderse ni contar con un Ejército que enfrente la agresión montada desde afuera. En el caso de Guatemala fueron los intereses de la UFCO los decisivos, mientras que en el conflicto actual del Cercano Oriente es indudable que el gran protagonista es Israel y sus cabilderos en Washington.
Defender a la población siria de ataques con armas químicas es un imperativo del sistema de Naciones Unidas, pero tiene que haber un requisito ético y moral para impedir que las potencias se encarguen de financiar la guerra interna y promover la lucha entre los sirios. Las dificultades políticas de cada país se tienen que definir de acuerdo con sus normas internas y con sus propios recursos, pero cuando una potencia organiza y arma una revuelta contra un Gobierno, no puede luego asumir el papel de líder moral para condenar la reacción de ese Gobierno cuando procede a defenderse.
Cierto que la política mundial no tiene ni ética ni moral. Bush está libre luego de haber causado cientos de miles de muertes y lo mismo estará Obama en el futuro, sin que la vida de los sirios embaucados por él en una guerra pese sobre su conciencia.
Minutero:
Siempre hay formas de pagar
cuando se deben favores;
el ministro, al aceptar,
ni se cambia de colores