Arias compara a Castro con Pinochet


Las comparaciones no siempre son aceptables, mayormente entre la gente que se encuentra inmersa en las aguas de la politiquerí­a que, de por sí­, son turbulentas en esta región hemisférica.

Marco Tulio Trejo Paiz

El presidente de Costa Rica, í“scar Arias, en declaración que dio la vuelta al mundo con mucha repercusión y resonancia, dijo ya para finalizar el 2006, que la América Latina deberí­a promover un cambio de régimen en Cuba, e insistió en comparar a Fidel Castro con el finado dictador chileno, Augusto Pinochet, por «la brutalidad» de su régimen de gobierno.

Arias respondió así­ a los virulentos ataques que le lanzó la dictadura cubana en el diario oficial Granma, que lo tildó de «vulgar mercenario de Estados Unidos, vanidoso, mediocre y enfermo de protagonismo», por haber comparado a Castro con Pinochet y reiteró que la única diferencia entre ambos es su «signo ideológico».

Los gerifaltes de la isla caribeña son quisquillosos y rabiosos cuando se les critica por los actos despóticos de lesa humanidad, quizá porque sólo pretenden que de rodillas les dediquen alabanzas. Sus corifeos los han adormecido y endiosado orquestadamente, no importa que muchos-muchos lo hagan como guiñando el ojo, no por convicción que se diga, sino conveniencieramente…

Si el presidente costarricense, un demócrata de cuerpo entero, agitare el incensario a los pies de Fidel Castro, otra serí­a la tónica de los serviles que despotrican por medio de las páginas del Granma; mas, como Arias, Premio Nobel de la Paz, le ha dicho una gran verdad, se le trata con el irrespeto que vive derrochando el régimen opresor castrista.

Como bien lo ha dicho Arias, es evidente que han sido borradas del mapa las dictaduras en nuestro continente, excepción hecha de la de Cuba, y el pueblo de esa isla ?añadió el presidente de Costa Rica? no se merece 47 años de dictadura.

No tardarán también, en ciertos patios de nuestra América Indiana, de lanzar escupitajos y maldiciones al gobernante costarricense los aduladores del postrado «emperador» del Caribe, porque para eso se pinta la borregada del cuento.

Los hombres libres (y las mujeres asimismo libres, por supuesto) coincidirán con Arias en cuanto a lo declarado urbi et orbi respecto de la situación dictatorial y tiránica de la Cuba castrista.