Arena: el futuro del surf


Con su tabla en la mano, Lon Beale contempla el océano Pací­fico que bordea la costa de California y despreciando el llamado de las olas comienza a subir la duna al otro lado de la ví­a: lo hace para surfear, pero sobre la arena.


Tras cinco minutos de ascenso aparentemente sin esfuerzo, se arriba a un banco de arena acumulada contra un acantilado de Point Mugu, un parque natural cerca de las playas mundialmente célebres de Malibú y Los íngeles.

«Cuando las condiciones son buenas, un surfista de arena puede superar los 90 km/h», explica Beale agregando que «hay que tener cuidado en no dejarse llevar demasiado lejos», porque se llega a la carretera, la ví­a que bordea el Pací­fico californiano.

Beale, conocido como «Doctor Duna», cumplirá pronto los 50 años y se considera como «el inventor del surf de arena moderno». Descubrió este pasatiempo en 1972 gracias a uno de sus vecinos, en una pequeña ciudad cercana al Valle de la Muerte donde se crió.

Para entonces, «las tablas eran rectas, no podí­amos girar. Esta la concebí­ yo», sostiene al mostrar su tabla, un artefacto con forma de alrededor 1,20 metro y equipado con unas correas como las de los esquí­ para ajustar en los pies.

Este entretenimiento de Beale lo llevó bastante lejos, a 1.500 km al norte de Los íngeles para ser más precisos. Llegó a Florence, en Oregon (noroeste de Estados Unidos), donde adquirió un terreno de 16 hectáreas frente al mar para instalar en 2000 un parque completamente dedicado al surf sobre la arena. En temporada, el «Sand Master Park» alquila hasta 300 tablas por dí­a.

«Creo que existen unos 14.000 surfistas de arena en Estados Unidos, y 36.000 en el mundo. Aunque aumenta muy rápido», afirmó.

Para Beale el surf sobre la arena es un deporte seguro.

«Cuando estamos sobre las olas corremos el riesgo de ahogarnos, de estrellarnos contra corales, de ser mordidos por un tiburón. He visto a esquiadores morir al estrellarse contra árboles, aplastados por una avalancha, caer sobre rocas», enumera el amante de las dunas.

«Pero lo peor que he visto desde que surfeo en la arena es un hombro dislocado», asegura. Sus clientes tienen entre un año y medio y 77 años y deben poder remontar varias veces las dunas caminando, «es un entrenamiento fí­sico estupendo», asegura.

Como el surf sobre las olas, el de la arena también cuenta con sus campeonatos mundiales y sus lugares privilegiados. «Hemos surfeado sobre arenas en el mundo entero: en Dubai, Arabia Saudita, Alemania, Francia, Perú, Chile, Australia (…) Existen alrededor de 700 lugares» donde se puede practicar este deporte, indicó Beale.

«Uno de mis surfistas profesionales prefiere Egipto y su arena es muy rápida. Es anaranjada, más bien canela. Las dunas son enormes y podemos surfear admirando las pirámides», subrayó.

«Doctor Duna» afirma que este deporte tiene muy poco impacto sobre el medio ambiente. «No utilizamos ningún artefacto con motor, no contaminamos, no arrancamos ninguna vegetación. De hecho, nos desplazamos sin duda más caminando sobre la arena que sobre la tabla».

Sin embargo, todos estos argumentos no han convencido a las autoridades de Oregon o Australia, donde han cerrado varias dunas de dominio público a esta práctica.

Beale subraya que este deporte puede ser practicado «todo el año. En el mar, cuando no hay olas, no se puede hacer nada. En la montaña, cuando se funde la nieve, no hay nada que hacer. Pero la arena siempre está ahí­».

Y en estos tiempos de calentamiento climático que han acortado la temporada de esquí­ en algunas estaciones de montaña, el «Doctor Duna» augura que en un futuro no muy lejano llegará la arena a esas mismas pistas.

Esta materia «es más barata que el agua, del orden de los 55 centavos la tonelada. Una vez que una estación de montaña decida implicarse (en este entretenimiento), podrá funcionar 12 meses por año. Y todo el mundo seguirá» la tendencia, vaticina el amante de un pasatiempo con la impronta de California.