Aquí­ vivimos muertos


Ingrid Betancourt, aseguró que está

«Aquí­ vivimos muertos», una frase de la carta de la rehén franco-colombiana Ingrid Betancourt, secuestrada desde 2002 por las FARC, y los testimonios de otros rehenes de esa guerrilla, uno de los cuales cuenta que viven encadenados en la selva, suscitaron indignación en Colombia.


«Estoy mal fí­sicamente. No he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae en grandes cantidades», dice Betancourt en la carta de 12 páginas enviada a su madre Yolanda Pulecio, algunos de cuyos pasajes fueron difundidos por los comités de apoyo a Ingrid Betancourt y la prensa colombiana.

La carta forma parte de un paquete de videos, fotografí­as y textos, que el gobierno colombiano entregó el viernes a los familiares de 16 rehenes, tras decomisarlos en Bogotá a tres supuestos guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas).

«La vida aquí­ no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo. Vivo o sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo, con lo cual puedo pensar que tengo una casa», agrega en otro fragmento de la carta.

El diario El Tiempo señaló al respecto que «en casi seis años que lleva secuestrada, el paí­s nunca habí­a conocido un testimonio tan conmovedor y cuestionante».

«Esto no son pruebas de supervivencia, son pruebas de la indignidad», sentenció por su parte el telenoticiero Caracol.

Al referirse a la situación de los rehenes, Betancourt cuestiona la actitud del gobierno colombiano: «Durante mucho tiempo hemos sido como los leprosos que afean el baile, los secuestrados no somos un tema «polí­ticamente correcto», suena mejor decir que hay que ser fuertes frente a la guerrilla aún sin sacrificar algunas vidas humanas».

«Cuando seamos incondicionales ante la defensa de la vida y de la libertad de los nuestros, es decir, cuando seamos menos individualistas y más solidarios, menos indiferentes y más comprometidos, menos intolerantes y más compasivos. Entonces ese dí­a seremos la nación grande que todos quisiéramos que fuéramos», anota.

En otra parte de la misiva se refiere a los esfuerzos que algunas personalidades y organizaciones han hecho para liberar a los cautivos.

«Durante muchos años he pensado que mientras esté viva, mientras siga respirando, tengo que seguir albergando la esperanza. Ya no tengo las mismas fuerzas, ya me cuesta mucho trabajo seguir creyendo, pero querí­a que sientan que lo que han hecho por nosotros marca la diferencia. Nos hemos sentido seres humanos».

«El presidente (francés Nicolas) Sarkozy está parado en el meridiano de la historia. Con el presidente (venezolano, Hugo Chávez), el presidente (George) Bush y la solidaridad de todo el continente podrí­amos presenciar un milagro», señala en el texto escrito en octubre.

«Mi corazón también le pertenece a Francia (…). Cuando la noche era la más oscura, Francia fue el faro. Cuando era mal visto pedir nuestra libertad, Francia no se calló. Cuando acusaron a nuestras familias de hacer daño a Colombia, Francia les dio apoyo y consuelo», añade Ingrid Betancourt.

«Hace 3 años estoy pidiendo un diccionario enciclopédico para leer algo, aprender algo, mantener la curiosidad intelectual viva. Sigo esperando que al menos por compasión me faciliten uno, pero es mejor no pensar en eso», señala otro aparte de la carta.

Aunque el testimonio de Betancourt es impactante, no lo son menos el de Thomas Howes, uno de los tres estadounidenses rehenes de las FARC, quien envió junto a su carta su testamento, y del teniente colombiano Raimundo Malagón, secuestrado hace nueve años, quien cuenta que los rehenes viven «encadenados de noche y de dí­a».

«Esto que ustedes están viendo no es la realidad que se vive, la realidad es completamente distinta», narró en un video el teniente al relatar la condiciones «infrahumanas que se viven».