Continuamos el análisis de los ritos orientales y su influencia sobre los orígenes de las celebraciones de la Semana Santa cristiana. Como lo apuntamos, en las representaciones en honor a Dionisio practicaban solo hombres representando papeles masculinos y femeninos. En todos los lugares donde se celebraba el culto se levantaron teatros para poder escenificar los dramas característicos de la festividad, los días que se le consagraban eran de asueto para toda la población, inclusive se soltaban los presos para poder permitir su participación en los festivales; los miembros más acaudalados de la sociedad contribuían con los gastos que ocasionaba la celebración. En el Imperio Romano fue conocido como Liber o Baco -que significaba vástago o zarcillo de la vid- y allí fue conocida la parte orgiástica de su festival. En Frigia se le conocía con el nombre de Dioninsius.
Adonis -de Adón, Señor en Fenicio- el amado de Afrodita, representaba el espíritu del grano o de las semillas que al depositarlas en la tierra permanecen muertas hasta que comienzan a germinar. Fue el producto de un amor incestuoso entre padre e hija, Afrodita y Persefone se disputaron su posesión y Zeus les concedió que Dionisio pasase un período en la tierra con cada una de ellas. Tiene también origen oriental y se le conocía como Tammuz: «Aquel a quien los griegos llaman Adonis -escribe Orígenes- recibe el nombre de Tammuz entre los judíos y los sirios… primero le lloran como si hubiese dejado de vivir, y después se regocijan como si hubiese resucitado entre los muertos».
Tammuz, joven amante de Isthar o de Astarté era llorado y celebrado en primavera por su muerte y resurrección que se efectuaba cuando las aguas del río Adonis -actual Litani- corrían hacia el mar teñidas de rojo adquirido por las aguas de lluvia que había lavado la tierra de las montañas vecinas que caían al río y se creía que era su sangre. Según el mito fue asesinado por un jabalí, uno de los animales más antiguos ofrecidos por el hombre en sacrificio ritual y de su sangre brotaron las flores de la anémona roja. El culto a Adonis o Tammuz se extendió a Babilonia, Siria, Fenicia, Chipre y Grecia; en esta amplia región las mujeres lanzaban su imagen al mar y cantaban himnos de esperanza por su regreso; siete días más tarde se regocijaban por su resurrección. La aparición de la anémona roja marcaba este importante momento y coincidía con el tiempo en que hoy se celebra la Pascua. Fue también venerado en el amplio territorio que ocupó el Imperio Romano y referencia de la ceremonia realizada en su honor se encuentra en las obras de Ovidio. Hay evidencias de la práctica de este culto en España desde el siglo III cuando las Adonias se celebraron en Sevilla.
Attis también procedía de Frigia -Asia Menor- donde era Dios de la vegetación y su culto ya era conocido en el Imperio Romano en el siglo IV antes de Cristo. Estaba unido a la diosa madre Cibeles de la que era hijo y amante. Según la creencia Attis se autocastró y su espíritu pasó a un pino, de su sangre brotaron las violetas, flores que se le consagraban. Su muerte y resurrección se recordaban en primavera con orgías frenéticas. La muerte simbólica era acompañada de ayunos y duelos y como otras religiones mistéricas ofrecía inmortalidad a los iniciados. Se le denominaba Papas, como a Zeus. Todos los años se recordaba su pasión y muerte en una ceremonia denominada Attideia, de la cual formaban parte importante las procesiones y las ceremonias orgiásticas ya mencionadas.
El acto que marcaba el comienzo de la festividad se realizaba el 15 de marzo, día en el que recogían los devotos cañas en las orillas del río que se llevaban en procesión al Palatino, simbolizaban las cañas que crecían a las orillas del río donde Attis se autocastró. Seguía una novena de penitencia con abstinencia de pan, cerdo, vino, carne, granada y membrillo. El 22 de marzo un pino que representaba la imagen del dios era cuidadosamente adornado con cintas de lana y violetas; esta ceremonia era denominada Entrada del Arbol -Arbor Intrat- y el pino representaba a Attis muerto. El 24 de marzo se llevaba a cabo el entierro, el que acompañaban con música frenética que llevaban a los participantes al paroxismo, se cortaban con armas afiladas las piernas y los brazos hasta que brotase la sangre, algunos llegaban a autocastrarse y se convertían en sacerdotes de culto. La noche del 24 al 25 de marzo se realizaban plegarias que eran seguidas por explosión de alegría que provocaba la resurrección de Attis y que era celebrada como un carnaval. Las fiestas terminaban con las purificaciones con agua cuya fecha adelantó el emperador Claudio el día 27 de marzo.
A diferencia de otras religiones orientales el Cristianismo, como rama que se desprendió del Judaísmo, era una religión monoteísta para la cual Jesús de Nazareth era hijo de Dios que vino a la tierra para redimir a la humanidad. No obstante eran diferentes a los judíos que eran muy estrictos en el mantenimiento y tradición de su religión. Los cristianos primitivos se adaptaban a las culturas por las que iban penetrando adecuándose a las nuevas situaciones. Esta característica puede haber sido muy importante para explicar su difusión en el Imperio romano y otra circunstancia favorable fue que a partir del año 274 el emperador Aureliano había decretado al culto solar religión oficial del Imperio, es decir imponiendo el monoteísmo, lo que preparó el terreno para la penetración avasallante del Cristianismo.
La Iglesia Cristiana a lo largo de los siglos ha tratado de unificar sus rituales para que se ciñan a las características dictadas por el Vaticano y ha eliminado muchas de las prácticas autorizadas en otros períodos históricos. No obstante, en la Semana Santa podemos identificar elementos rituales muy antiguos: procesiones con ofrendas vegetales, ayuno y abstinencia, purificaciones con agua, bendición del fuego y agua, entre otros.
Origen del teatro ritual y las celebraciones de semana santa
Desde la Edad Media, la Iglesia había utilizado dos medios de educación religiosa que fijaran su obra de catequesis -los únicos que podían alcanzar proyección en una sociedad en su mayoría analfabeta- las esculturas, las catedrales, soberbias representaciones cónicas que mostraban los momentos más trascendentes de la vida de Cristo, el misterio mariano o las ejemplares vidas de los santos, fácilmente aprehensibles para el espectador mudo y conmovido, además, por las historias de los predicadores y el teatro religioso que los fieles presenciaban como un acto inherente a su vida cotidiana.
Es importante hacer referencia al teatro ritual y especialmente al de Semana Santa. La dramatización fue un elemento tradicional en la realización de rituales desde remotos tiempos; desde sus comienzos los cristianos explicaban y dramatizaban a los iniciados los misterios de la muerte y resurrección de Cristo, pero fue muy especialmente durante la Edad Media cuando el teatro se usa como medio de adoctrinamiento. En esta época el teatro parte, como anteriormente lo habían hecho el griego y romano, de lo sagrado.
Frapper y Gossart, refiriéndose al teatro ritual en su obra El Teatro Religioso de la Edad Media, apuntan lo siguiente: «Toda religión es dramática, puesto que el hombre se juega en ella su destino, tal vez más que ninguna otra, el cristianismo enfatiza ese drama del universo y de la conciencia; la historia de la humanidad es para él una tragedia cuyo desenlace se encuentra en el calvario, el mundo es un teatro con tres decoraciones; el cielo, la tierra y el infierno; la conciencia es el lugar de lucha constantemente renovado entre el hombre viejo, encorvado bajo el peso del pecado original, y el hombre nuevo, regenerado por el bautismo. La liturgia se adueña de este tema dramático, lo que llevó a escena, lo envolvió con un despliegue de cantos, de costumbres, de gestos rituales que han hecho de sus ceremonias un espectáculo propio para instruir a los fieles, pero también para conmoverlos». Es en la Iglesia donde según las palabras de Julien Rende: «La humanidad ha vuelto a encontrar la emoción que ella exige del teatro».
El teatro religioso representó durante muchos siglos lo que podríamos llamar un medio audiovisual -y todos conocemos su efectividad- a través del cual podían ser transmitidos a una población con bajo nivel de instrucción -características de extensas áreas de Europa en el medioevo- los dogmas y misterios de la religión cristiana, mezclados con costumbres, lugares y personajes populares que les eran familiares según la región. El teatro religioso llegó así a ser tan importante que las piezas dramáticas de tema religioso se representaron en toda Europa, primero dentro de las iglesias, utilizando el altar como escenario y como actores a los propios clérigos.
Se introducían en los episodios sacros elementos cómicos y los papeles femeninos eran representados también por los propios clérigos o por escolares varones hasta bien entrado el siglo XV. Estas representaciones provocaron muchos excesos, por lo que fueron prohibidas por el Concilio Toledano en 1506. Muchas veces las representaciones eran patrocinadas por asociaciones o gremios. En la primera mitad del siglo XIII se incrementaron en toda Europa las dramatizaciones de la Pasión y Muerte de Jesucristo y se constituyeron cofradías de la Pasión, hacia fines de este siglo, que formaron una especie de compañías dramáticas para representar únicamente la Pasión de Cristo, espectáculos a los que comenzó a dárseles el nombre de Misterios, y que en ocasiones recibían influencias de los poemas compuestos por los juglares que pululaban por los campos y ciudades europeos. El Papa Inocencio III reglamentó las fechas en que podían realizarse estas representaciones.
En España también se realizaron piezas teatrales -algunos autores opinan que desde el siglo VIII y otros desde el XI- y danzas dentro de las iglesias. Allí hubo como en el resto del continente bastantes excesos con el desempeño de los clérigos como actores. Precisamente por esto, Alfonso X El Sabio en su obra Las Siete Partidas específica cuáles son las representaciones en las que pueden actuar los clérigos, así: «Pero representaciones hay que pueden los clérigos facer, así como la nacencia de Nuestro Señor Jesucristo en que muestra como el ángel vino de los pastores, e como les dijo que era Jesucristo nacido. E otro si de su aparición como los tres Reyes Magos le vinieron a adorar. E de su resurrección que muestra como fue crucificado y resucitó al tercer día: Tales cosas como estas que mueven al ome a facer bien e a haber devoción en la fe pueden- las facer e demás por que los omes hayan remembranza que según aquellas fueron las otras fechad de verdad. Mas esto deben facer opuestamente é con muy grande devoción». En la Península Ibérica se realizaron estas representaciones dramáticas entre las cuales estaban las alusivas al Nacimiento y la Pasión de Cristo dentro de los templos hasta el año 1566 cuando fueron prohibidas, como en el resto del mundo cristiano, por el Concilio Toledano.
Sin embargo continuaron efectuándose en los corrales y patio donde se interpretaron por largo tiempo.
Cuando se llevaron a cabo las representaciones dentro de los templos se escenificaron piezas tomadas del Antiguo y Nuevo Testamento, personajes como Jesucristo, la Virgen, mártires, ángeles y diablos, vicios y virtudes eran de los más comunes en estas obras tradicionales que enriquecían con costumbres y recuerdos populares. Estos elementos los retomó Lope de Vega posteriormente dotándolos con magia, fantasía y gracia poética en su fecundísima obra.
Nueva Guatemala de la Asunción,
Segundo Viernes de Cuaresma
6 de marzo de 2009