Apuntes sobre la pasión según San Mateo de J. S. Bach II


Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela

A mi padre,

maestro Celso Lara Calacán,

con inmenso amor.

In memóriam.

Celso Lara

Este Viernes de Dolores continuaremos con la Pasión según San Mateo de J. S. Bach. Debemos de subrayar que es de notar el esfuerzo de Bach en lucha con las deficientes condiciones de los materiales vocales e instrumentales de que disponí­a y de los que se quejaba a sus superiores jerárquicos en tantas ocasiones como se le presentaban. Cada coro tiene su soporte orquestal propio, consistente en tiempos de Bach por el cuarteto de cuerda integrado por un mí­nimo de dos o tres primeros y segundos violines, cuatro violas, dos violoncellos y un violone (bajo de viola); dos flautas y dos oboes, a más del órgano y del continuo, realizado por un clavicémbalo aislado, o junto con el órgano, según indica en cada caso la partitura. En el coro primero se necesitan además una viola de gamba, dos óboes d’amore y dos oboes da caccia, mientras que en el coro segundo solamente se pide un óboe d’amore. Los dos grupos orquestales estaban formados por instrumentistas profesionales, por discí­pulos de la Thomasschule y del Collegium Musicum (sociedad de conciertos para profesionales). Los caracteres vocales pertenecen en su mayorí­a al coro primero y son: Jesús (bajo), el Evangelista (tenor), Pedro, Judas, Pilatos y dos sacerdotes, todos ellos bajos, la esposa de Pilatos (soprano) y dos sirvientas, también sopranos. En el coro segundo figuran los dos falsos testigos (contralto y tenor), aparte de la masa de coristas a cuatro voces para ambos grupos, que cantan los trozos corales, mientras que las arias y airosos están encomendados a los solistas, bien en un coro o en otro. A veces, ambos coros se unen en un poderoso conjunto; otras veces operan aislados cada cual con su propia personalidad, por ejemplo, en el comienzo de la obra, en donde el primer coro entra con las palabras: Venid hijas, uní­os a mi duelo, tras de la introducción orquestal. Vedle!, dice el coro primero, y el segundo contesta: A quién?, entablándose un diálogo: A vuestro señor y rey. Vedlo! Cómo? Ved al Cordero. Miradlo! Qué? Cuán extraña es su paciencia! Mirad! Adónde! Adónde! A las llagas de nuestros pecados! Miradlo cómo lleva su cruz al Calvario por su amor hacia nosotros!

Un coral, O lamm Gottes unschuldig, («Oh cordero puro y sin mancha»), se cierne cantado por una soprano ripieno sobre la fuerte y dolorosa llamada del coro primero: Kommi, ihr Tochter, helfr mir klagen, y las enérgicas puntuaciones del segundo en sus preguntas: Wenn? Wie?, Was? Wohin?, cada vez más precipitadas, hasta que todos exclaman Sehet! y el coro segundo se une al primero en admirable combinación de voces, que ha comenzado en mi menor, encuentra su cadencia en el modo mayor sobre la palabra Lamm, el cordero.

Un primer recitativo del Evangelista (versí­culos 1 y 2) del Cap. XXVI de San Mateo) está seguido por la voz de Cristo que predice su crucifixión. En seguida, un coral, apoyado por el grupo orquestal mencionado, canta la melodí­a original Jesús amado, quién te ha ofendido?

La acción se desarrolla de esa manera, enlazando los trozos pertenecientes al texto sagrado con las intervenciones de los coros, para expresar los sentimientos de la multitud, o bien para que, en los corales, se hagan reflexiones piadosas, comentando la situación. Una segunda escena ocurre en el palacio de Caifás, donde se planea la detención de Jesús. La multitud y sus agitaciones se pintan ahora en los coros, que van a convertirse en la voz del pueblo hebreo, como personaje activo en la tragedia. Junto a su actuación, la intervención de la orquesta y aún la del continuo tiene siempre un valor expresivo en giros de marcado sentido imitativo, o representativo, del carácter emocional o del dinamismo que agita a los personajes, con una plasticidad en la construcción de los motivos que podrí­a, en efecto, considerarse análoga al del leitmotiv wagneriano si ocurriese una repetición de ellos; pero, una vez que sirven para pintar la situación, desaparecen para dejar paso a otros nuevos. La ventaja del sistema wagneriano consiste en que por su repetición pueden grabarse en la memoria. En Bach, su misión es la de ambientar dramáticamente la situación, produciendo un efecto sobre el oyente del que éste no puede darse cuenta clara; pero no se trata de mostrarle los procedimientos técnicos de que se vale un autor. El espacio no nos permite seguir ampliando el estudio de una de las obras cumbres de la humanidad Occidental.