Apuntes sobre la Pasión según San Mateo de J. S. Bach (I)


A mi padre, maestro Celso Lara Calacán, con inmenso amor.

In Memoriam.

Como lo apuntamos en la columna anterior de Viernes de Cuaresma, la Pasión según San Mateo es de mayores dimensiones que la de San Juan, la de San Lucas y la recientemente descubierta de San Marcos; obra gigante solamente comparable con la Misa en Si Menor.

Celso Lara

Esta columna es un tributo de intenso amor filial a mi padre, Organista Mayor y Maestro de Capilla, recientemente fallecido, a quien admirara tanto desde los coros de la S. I. Catedral Metropolitana de Guatemala y las parroquias de Candelaria y San Agustí­n.

Para este Viernes de Lázaro, pergeñaremos unas cuantas notas sobre esta gigantesca obra del coloso del barroco occidental del siglo XVIII, no sin antes decir que su sonoridad de dimensiones cósmicas es eco de Casiopea, esposa sublime y exquisita quien radiante de sol ha cegado mis pupilas; quien es viva primavera que pasa como innumerable aroma recogiendo mi esperanza, mi ilusión apresurada y mis ansias de tenerla en plenilunios infinitos.

J. S. Bach escribió esta Pasión según el Evangelio de San Mateo para la Semana Santa del año de 1729 y se basa en un libreto de Picander, escrito el año anterior. Fresca aún su tinta, Bach comenzó a componer la Pasión cuando el 19 de noviembre de 1728 murió en Coethen su anterior patrón, el prí­ncipe Leopoldo de Anhalt-Coethen.

Quedando encargado Bach de componer una Trauer-musik como la que escribió un año antes, en 1727 para las exequias de la reina de Sajonia, Cristiana Eberhardina.

Sin duda Bach no podí­a interrumpir la composición de una obra como la nueva Pasión y se limitó a utilizar algunos de los pasajes que llevaba escritos, pidiendo a Picander que les acomodase un texto oportuno. Picander lo realizó discretamente en diez arias y un fragmento del Salmo 68, para alguno de cuyos pasajes compuso Bach una música especial, o, a lo menos, no utilizada después en la Pasión. Crí­ticos de Bach, sin duda entusiastas, comentan perplejos la insensibilidad de Bach para adaptarse a un texto hecho por compromiso, más o menos hábil, pero seguramente insincero, como era habitualmente la literatura de Picander, y lo explican diciendo que Bach tení­a por misión la de proveer de música a los actos religiosos de Santo Tomás, pero no a ejercer una función de crí­tico literario. Sin embargo, cuando el texto se hací­a incompatible con sus sentimientos religiosos, ha podido verse que lo corregí­a o lo sustituí­a por otro, salido de su pluma. Además, es seguro que Picander trabajaba bajo la dirección, nada complaciente, del propio Juan Sebastián. Su libreto para la nueva Pasión lleva un tí­tulo extenso, a la manera del tiempo: Texte zur Passions Music, nach den Evangelisten Matthao, am Char-Frevtage bey Vesper in der Kirche zu St. Thoma, y se distribuye en dos enormes partes, antes del sermón, Vor der Predigt, y después del sermón, Nach der Predight; pero Picander no utiliza solamente el Evangelio mencionado, sino que introduce personajes convencionales, como la hija de Sión y el coro de los fieles, lo cual parece deberse a alguna tradición antigua, a más de otras que debí­an de ser de uso en la música de la Pasión.

La colaboración de Bach con Picander dio por resultado un libreto de extraordinaria extensión y de un fuerte valor dramático, que Bach hace resaltar con la fuerza de su genio. La partitura de la Pasión contiene así­ no menos de setenta y ocho trozos vocales, entre arias, recitativos, coros y corales, que se dividen, como se ha dicho, en dos partes; pero las ejecuciones modernas, que no tienen que atenerse al sermón central, pueden disponerse en tres grupos, comúnmente.

Por la estructura de la obra para dos coros, dos orquestas, dos órganos y solos, integrados por tres cantantes (un concertista y dos ripienistas), la obra recuerda la composición de las grandes sinfoní­as sacras de la escuela veneciana, en los comienzos del perí­odo barroco, que, ahora, quedarí­a cerrado por la Pasión según San Mateo de una manera cercana al colosalismo de las Misas Católicas de Biber, Benevoli, Bertali o los grandes compositores del estilo concertante en su apogeo.