Aproximación a la música romántica de Schubert


celso

Continuamos con la síntesis de la vida y obra de Franz Schubert, el segundo gran compositor que junto al ilustre Ludwig van Beethoven han sido considerados por los expertos en música occidental, como maestros de la transición entre el clasicismo y el romanticismo, que sirve de marco a Casiopea, esposa dorada de quien aprendí el lenguaje del agua y la flor, del ensueño enternecido, del aroma indivisible, del viento constelado y toda la ternura del alba.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


En columnas anteriores, se hacía énfasis que Franz Schubert era feliz únicamente en compañía del grupo de amigos que frecuentaba y aunque fue dotado de un enorme talento, siempre tuvo problemas económicos, por lo que en ocasiones logró pagar la cuenta de un café escribiendo una canción en el dorso de un menú o sobre el mármol de una mesa. Esas canciones han dejado mucho dinero a músicos, cantantes, orquestas, fábricas de discos, mientras que el genial maestro nunca pudo recibir a cambio lo que le correspondía por derecho.

Sin embargo, algún prestigio ganó y fue invitado a formar parte de la Sociedad Musical de Granz y más tarde de las Sociedades de Linz y de Viena. Como prueba de gratitud por esta distinción, envió los dos primeros movimientos de su Sinfonía número 8 llamada posteriormente “inconclusa” con la promesa de enviar los dos restantes cuando la terminara.  No le fue posible concluir esta obra y se quedó incompleta, que es así como se le conoce.  Esta sinfonía es con toda seguridad la obra orquestal más importante y de mayor calidad que compuso. En realidad es una obra maestra que coloca a Schubert al lado de los más grandes sinfonistas que hayan existido. 

Cualquier compositor incluyendo a Beethoven se hubiera sentido muy honrado de haber sido su autor.  Es una de las más grandes obras musicales de todos los tiempos. Schubert nunca la oyó ejecutada por una orquesta. 

En el siglo XX una compañía comercial de los Estados Unidos convocó a los compositores de todo el mundo a que concursaran componiendo los dos movimientos faltantes, pero afortunadamente no hubo un solo compositor que aceptara participar en ese concurso.  Fue unánime la opinión de los artistas: esa obra no necesita ser terminada.  Es perfecta tal como está y las obras maestras de esa magnitud no deben ser tocadas por nadie, pues no hay quien pueda estar a la altura de la concepción del propio autor.

En 1824 Franz enfermó gravemente y el conde Esterhazy  le ofreció uno de sus castillos para que pasara una temporada y se restableciera.  Regresó a Viena mejorado, pero no sano del todo.

En 1828, el mismo año de su muerte, pudo organizarse al fin el único concierto en que participó en su vida.  Como ya se ha dicho, se presentó a tocar con ropas prestadas.  El concierto fue un gran éxito y por primera vez la ciudad de Viena pudo saber que otro gran músico podría ser el sucesor de Beethoven que había muerto un año antes. 
 
Después del estreno de su único concierto, Franz volvió a caer enfermo y murió en noviembre de ese mismo año el día 19.  Poco antes de morir pidió a sus amigos que su cuerpo descansara al lado de la tumba de Beethoven.  Este deseo no pudo ser cumplido y no descansa como quiso, junto a quien fue su más grande ídolo, inspirador y maestro a pesar de que nunca se trataron, no tuvieron amistad ni relación, todo debido a la invencible timidez de Schubert, que no se atrevió a acercarse a quien era para él,  el genio más grande de la música occidental.