Aproximación a la ecologí­a


«No se puede arrancar una flor sin que se estremezca una estrella»

Carlos Cáceres

La racionalidad ha sido el factor esencial de los seres humanos quienes, con su pensamiento y acción en las diferentes etapas históricas -hasta la actualidad-, han planificado su destino y se encuentran inmersos en un proceso constante de evolución y desarrollo. Con su cultura, desafí­an lo establecido y buscan explicaciones a problemas actuales, habitando y conviviendo en dos mundos: el natural, de fauna y flora, de los estratos terrestres, aire y aguas; y el de las instituciones sociales, con ideas, ciencia y tecnologí­a.

La vida actual de los seres humanos alrededor de un ambiente donde se combinan biologí­a y geografí­a, junto a hechos sociales, integran el estudio de una disciplina especial: la ecologí­a (del griego oikos, casa o lugar donde se habita y logos, referente a estudio). Sus iniciales investigaciones fueron realizadas por el zoólogo alemán Ernst Haeckel en 1866, al señalar las relaciones entre los seres vivos y el ambiente. De su amplia obra destacan libros como Los misterios del mundo y El origen de la vida. El entorno -coincidieron Charles Darwin y Haeckel- integra los factores externos a una persona los cuales ejercen influencia sobre su conducta. Ambos recibieron crí­ticas de quienes ostentaban posiciones conservadoras de su época; sin embargo, la difusión del conocimiento ecológico creó una amplia literatura avanzando desde lo estrictamente biológico a la ubicación de la ecologí­a.

Los orí­genes de la ecologí­a también se localizan en los procesos de observación y experimentación de hombres y mujeres en diferentes etapas de su vida. Puede afirmarse que la ecologí­a no es una disciplina restringida e integra los ví­nculos de un ser vivo con su medio (autoecologí­a), también estudia al conjunto de una determinada población humana, animal o vegetal con relación a su medio fí­sico y otras poblaciones (demoecologí­a), y el conjunto de seres vivos que pueblan un determinado lugar (sinecologí­a). Estos factores señalan la actividad de los organismos con relación al ambiente.

Los seres humanos, a diferencia de animales y plantas, conocen las leyes de la naturaleza y las aplican. De acuerdo con este criterio y según el concepto medio humano -planteado por la Organización de Naciones Unidas-, se refiere a las actividades de hombres y mujeres quienes, al agredir los sistemas ecológicos de los cuales forman parte, afectan su vida y bienestar. La ecologí­a humana se vincula con ciencias como la economí­a, geografí­a y demografí­a, pero su esencia se encuentra en la sociologí­a porque estudia las instituciones, así­ como el comportamiento de hombres y mujeres en sociedad, analizando el desarrollo de las organizaciones -como sistemas abiertos- e integrados en la comunidad dentro de un hábitat particular. Los sociólogos Charles Galpin y Ernst W. Burgés, emplearon inicialmente el término ecologí­a humana en el texto Introducción a la ciencia de la sociologí­a. Posteriormente, surgieron las primeras revistas con el tema ecológico, entre ellas, Journal of Ecology (1913) y Ecology (1920).

Al situar el medio humano encontraremos la presencia de hombres y mujeres con su cultura, según las caracterí­sticas en las cuales se desarrollan y los conocimientos desde sus inicios hasta el saber actual. El ambiente humano no se encuentra inmerso sólo en las condiciones naturales pues forma parte de la vivencia de las poblaciones con sus formas de pensar, comunicarse, creencias, mitos y aspiraciones.

Mujeres y hombres forman parte de un ecosistema donde viven originando una serie de sistemas que constituyen su ámbito sociocultural. En este contexto, se encuentran vinculados al manejo de recursos naturales y desarrollo, relaciones de género, al conocimiento de áreas naturales y protegidas y, en el caso de Guatemala, a la cultura maya donde el respeto a los recursos naturales, conocimientos tradicionales, así­ como su simbologí­a y ceremonias, permiten la conservación del ambiente. Cuenta el Popol Wuj que en los primeros tiempos, «Corazón del Cielo ordenó que las aguas que cubrí­an la superficie de la tierra se retiraran para formar los mares, los lagos y los rí­os. Al retirarse las aguas, aparecieron los valles y las montañas, y la tierra toda se fue cubriendo de hermosos bosques y de selvas y de gigantescos árboles amarrados con bejucos. Como lo ordenó Corazón del Cielo, así­ se hizo. Y así­ terminó el gran silencio de la naturaleza. Desde entonces, fluye el agua clara de los arroyos brincando entre las piedras, canta con la dulzura de los pájaros y llora cuando el viento corre por los bosques y cañaverales». Es importante compartir con el libro sagrado maya que en la naturaleza se desarrollan relaciones e interrelaciones. Miles de especies conviven y formamos parte de ese conjunto donde cada uno tiene una función especí­fica en el equilibrio ecológico.

Es necesario entonces plantear la presencia de los seres humanos como actores básicos de un drama forjado por ellos lo cual implica, en la actualidad, colocar en peligro su propia existencia. Hombres y mujeres parecen olvidar que su estancia en la Tierra depende de equilibrios que se pueden romper con facilidad. Son ellos y ellas quienes deben asumir con racionalidad las consecuencias de exigir satisfactores sin importar la depredación de fauna y flora. Como artí­fices de su futuro deben diseñarlo sin afectar su entorno natural. Si consideramos que amplios sectores sociales asumieron el desafí­o de avanzar en un desarrollo no planificado, ahora tienen el reto de superar las condiciones negativas que originaron.