Michael Jordan obtuvo su primer campeonato en su séptima temporada en la NBA, cuando pudo contar con un grupo de compañeros que, como él, habían pasado por una gran cantidad de desilusiones en postemporadas previas y como resultado de ello, habían al fin aprendido a ganarlo todo.
¿Quién puede olvidarse de las caídas de los Bulls ante los Pistons; de las llamadas «reglas Jordan» que instituyó el técnico de Detroit, Chuck Daly y que lograban su propósito de neutralizar a MJ; de las famosas migrañas de Scottie Pippen que parecían aparecer en el momento mas inoportuno; de los 63 puntos que Michael encestaba en Boston pero en causa perdida; de las acusaciones de que Jordan era un jugador espectacular, pero demasiado individualista, por lo que sería incapaz de darle un título a la ciudad de Chicago?
Hoy, con la sabiduría que suele dar la historia conocida, luego de seis campeonatos conseguidos, son pocos los analistas y observadores que se atreverían a discutir que Jordan sea el mejor jugador que haya pisado una cancha de NBA y que tanto él como los Chicago Bulls hayan sido (como jugador y equipo respectivamente) dos de los más grandes ganadores de la historia.
Esta introducción la he hecho porque me parece totalmente prematuro el que se comience ya a ver a LeBron James como un jugador sumamente talentoso que será incapaz de traer un campeonato a Cleveland y porque concuerdo con su respuesta a un periodista que le preguntaba, previo al sexto partido de la serie contra Boston (en el que finalmente su equipo quedó eliminado), si no le preocupaba que su legado histórico sufriría un gran revés si no lograba guiar a los Cavs al título este año.
Muy inteligentemente, James contestó que era muy temprano para hablar de su legado, que con 25 años de edad y apenas en su séptima campaña, él pensaba jugar muchas temporadas más y que lo justo sería esperar a ver su hoja de servicio al final de su carrera para tener una mejor perspectiva de su aportación histórica.
La razón por la que me parece inteligente esta aseveración (si bien algunos periodistas se dieron a la tarea de ridiculizarle por haberla hecho), es porque James, como sus compañeros de equipo (con la notable excepción de Shaquille O»Neal) y la propia gerencia de los Cavs, están todavía en un proceso de tanteo en cuanto a qué elementos, actitudes y responsabilidades de cada cual son necesarias para lograr un campeonato en la NBA.
La desesperación por «ganar ahora» ha llegado precisamente por la posibilidad existente de que LeBron pudiera marcharse a otro equipo al finalizar su contrato esta temporada. También ha existido un alza monumental de las expectativas con relación a los Cavaliers debido a la precocidad de James (los guió a una final de liga cuando apenas contaba con 22 años de edad y estaba en su cuarta temporada en la NBA) y a que este equipo ha dominado la serie regular con mas de 60 victorias en cada uno de los últimos dos años.
Sin embargo, el mismo LeBron no ha sabido qué es lo que exactamente se requiere de él para finalmente poder guiar a sus compañeros al ansiado cetro. Por ejemplo, durante las postemporadas del 2006, 2007 y el 2008 se decía que James era realmente un fenómeno que hacía de todo para tratar de llevar a su equipo al campeonato, pero que no contaba con las figuras necesarias a su alrededor para ayudarle a ganar.
Luego de la final de la Conferencia del Este del año pasado, en la que Cleveland cayó a manos de Orlando en 6 partidos y en la cual James promedió 38.5 puntos, 8.3 rebotes y 8 asistencias, el tema de crítica de parte de los entendidos era que ahora que Cleveland contaba con mejores jugadores, James debía dejar de acaparar tanto el balón y el protagonismo y comenzar a confiar mas en sus compañeros para poder ganarlo todo.
Ahora, durante la serie contra los Celtics, en la que muy probablemente la dolencia que sufría en el codo derecho le motivó a no tener un papel tan predominante en algunos partidos y a demostrar cierta deferencia hacia sus compañeros, fue acusado de pasividad excesiva y de ser causante de las derrotas de Cleveland.
Lo cierto es que una vez se consiga el término medio, en el que LeBron logre el equilibrio entre ser agresivo e involucrar más a sus compañeros y estos a su vez puedan ser más confiables cuando se les ponga en las manos la oportunidad de definir partidos de postemporada, Cleveland habrá complementado talento con experiencia ganadora y podrá por fin alcanzar el título que le ha eludido.
Todo es cuestión de un proceso por el que tuvo que pasar tanto Jordan como Kobe Bryant; quien, dicho sea de paso, ganó su primer campeonato como figura principal de los Lakers el año pasado, en su 13ra temporada y a los 30 años de edad.
Lo justo sería que, cuando le llegue ese momento de su mayor triunfo, sea con la misma franquicia que le ha visto crecer y a compartido con él los buenos y los malos momentos de dicho crecimiento. Por eso es que, ya que hablamos de legado, no sería lo mismo ganar campeonatos con New York, Chicago o Miami que con los Cleveland Cavaliers.
Además, si le creemos su aseveración de hace un poco más de un mes, podemos pensar que, independientemente de esta nueva desilusión sufrida por LeBron, estará haciendo caso omiso de los cantos de sirena que escuchará próximamente y volverá a firmar con el equipo de su estado natal. Después de todo, sus palabras de ese momento fueron: «Mi gran objetivo es traer un campeonato de NBA a la ciudad de Cleveland y no me detendré hasta lograrlo.»