El nombre de Jorge Efraín Cac Gutiérrez no tendrá ninguna relevancia para la mayoría de mis contados lectores, como tampoco es conocido por un elevado porcentaje de la población guatemalteca, seguramente muchísimo más del 99 %, menos por los exquisitos miembros de la alta burguesía y particularmente la delicada oligarquía.
Si acaso, la gente del pueblo pobre, los integrantes de las clases populares lamentaron durante unos minutos y comentaron con familiares, compañeros de trabajo, vecinos y amigos cercanos lo que le aconteció a ese modesto y desconocido guatemalteco de mediana edad y pelo hirsuto, que posiblemente no rebase los 35 años de edad, y tal vez alguien tuvo la idea de enviar un aporte a su familia sobreviviente, pero pronto se le olvidó o se dio cuenta que apenas le alcanza para los gastos de la semana, aunado a la compra de útiles escolares.
 Â
Tengo la impresión de que los entusiastas y contestatarios grupos de la sociedad civil se limitaron -si es que lo hicieron- a publicar una declaración (no pronunciamiento, porque no se están alzando en armas) de condena y exigencia a las autoridades para que se esclarezca el hecho. Promotores de los derechos humanos tuvieron la intención de hacer una colecta para ayudar a don Jorge Efraín, pero se dieron cuenta que apenas consiguieron reunir dinero para enviar un telegrama de pésame, con el agravante de que ignoraban la dirección postal de la familia enlutada.
 Â
No faltaría algún columnista neoliberal, ferviente admirador de George W. Bush, que mandara arreglos florares al señor Cac Gutiérrez; como también las Madres Angustiadas y las Suegras Afligidas enviaron su piadosa ayuda para satisfacer las necesidades básicas del doliente, y casi tengo la certeza de que quienes claman por la pena de muerte, encabezados por un diputado de gruesos anteojos, que es una especie de enciclopedia para desarrollar ideas encaminadas a matar a todos los asesinos, asaltantes, carteristas, rateros, indigentes, inválidos, homosexuales, indios, vagos, pobres y bolos, se hicieron presentes en el velatorio de las víctimas fatales.
Especialmente los líderes de Cohesión Social arribaron al hogar de don Jorge Efraín con bolsas solidarias, láminas y sacos de arena para contribuir a aliviar los problemas del señor Cac Gutiérrez, y podría jurar ante la imagen de Maximón, con la mano empuñada, la frente sudorosa y el ceño fruncido, que un precandidato presidencial de inmediato se presentó en el cantón El Porvenir de Boca del Monte para abrazar afectuosamente a don Jorge Efraín, decirle acongojadamente que lo siente mucho, pero que durante su próximo gobierno no volverá a suceder un hecho criminal como el que ha lastimado lejanamente el corazón de todos los guatemaltecos, porque tiene la mano más dura que el corazón de Ubico.
Asimismo, estoy convencido que hoy temprano, desde las siete de la mañana, se comenzaron a reunir frente al Obelisco cientos de capitalinos acomodados, residentes en las zonas y ruinosas colonias aledañazas, sin olvidarse de quienes viven rudimentariamente en mansiones de colonias marginales por el rumbo de la llamada «Carretera a El Salvador», para preparar una marcha de repudio contra la violencia.
Una vez que se juntaron alrededor de  tres mil personas, especialmente señoras cubiertas con finos sombreros importados; señoritas esbeltas y una que otra entrada en carnes, ataviadas con pañuelos de seda y cubiertas sus pupilas con anteojos ahumados, además de musculosos jóvenes luciendo camisas blancas marca Polo y jeans de diferentes colores, y todos y todas (hay que decirlo así para no ser machista) calzando zapatos deportivos light; una vez -repito- reunidos los convocados, se apresuraron a colocar listones amarillos en los árboles de la Avenida Reforma en protesta y en memoria de Alicia, Nury y Gerson, esposa e hijos del modesto taxista Jorge Efraín Cuc Gutiérrez, que fallecieron a causa de una granada que explotó en un autobús urbano, y en masa se dirigieron a Boca del Monte a entregar cientos de cheques por cuantiosa cantidad de dinero y luego hicieron lo propio con las humildes familias de las otras víctimas.
Infortunadamente, el esposo de Alicia y padre de Nury y Gerson y los parientes de los otros anónimos inocentes que murieron inmolados en la misma tragedia se quedaron esperando ese apoyo.
(El jornalero Romualdo Tishudo cita este proverbio de autor ignorado: Lo que cuenta no es lo que se da, sino el amor con que se da)
Â