Apologí­a de la vergí¼enza


No voy a hablar de la renuncia de Castresana. O quizá sí­. Lo que encuentro inevitable es hablar de futbol, ante la cercaní­a del Mundial de Sudáfrica 2010.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

Me llama poderosamente la atención de cómo los técnicos de las selecciones participantes eligen a los capitanes de los equipos. En su mayorí­a, no se trata del jugador más goleador o de la estrella; en general, el capitán del equipo es el que ha demostrado más coraje, el que más vergí¼enza ha demostrado tener. No es el que resalta más a la hora de los triunfos, sino el que casi siempre da la cara en las derrotas, y se mantiene incólume en las malas rachas.

Viendo eso, y contrastando con nuestra Selección Nacional, me doy cuenta que, además de que ha ido perdiendo sus capacidades y sus habilidades futbolí­sticas, también se nota la falta de vergí¼enza, y como buenos sinvergí¼enzas que son, ni siquiera se inmutan al ser humillados en un partido de fogueo y recibir cinco goles.

¡SINVERGíœENZAS!

Sin embargo, creo que la ausencia de vergí¼enza no es potestad sólo de los futbolistas, sino que es uno de los males epidémicos que están azotando a Guatemala. Me asusta ver a gente, como al Fiscal General, que ante señalamientos de ser corrupto y pertenecer a estructuras clandestinas de poder, sea capaz de ofrecer una conferencia de prensa y brindar como pruebas artí­culos de opinión en contra de Carlos Castresana.

Pero, en Guatemala, nos gobiernan los reyes de los sinvergí¼enzas. Personas con señalamientos fuertes, incluso con condenas judiciales o con procesos penales avanzados, son capaces de dar la cara tranquilamente y desmentir lo que parece evidente, sin ofrecer mayor prueba.

El dinero del gasto público se va, a dónde no sé, y los funcionarios, aun con los bolsillos rebosantes de billetes, son tan sinvergí¼enzas al decir que no pueden poner en marcha tal o cual programa porque no hay fondos.

O bien, un hoyo de veinte metros de diámetro se abre en la ciudad, y el alcalde Arzú, lejos de aceptar la responsabilidad, no tiene vergí¼enza en asegurar que no es culpa suya.

En otros paí­ses, el solo hecho de ser señalados públicamente y con argumentos sólidos, es suficiente para presentar la renuncia. Pero eso es porque tienen vergí¼enza.

En columnas de opinión anteriores, he expuesto que la pérdida del concepto de la honorabilidad y de la ciudadaní­a, es uno de los factores que ha permitido que el paí­s se vaya para abajo. Pero, la falta de vergí¼enza es otro de los factores que nos afecta para lograr una mejor nación.

Lo de la renuncia de Castresana, en cambio, fue un acto de tener vergí¼enza, de tener coraje. Ello demuestra que no recibió el suficiente apoyo por parte de los sinvergí¼enzas (que ahora salen diciendo que sí­ le dieron apoyo), y que por eso se va, porque no sólo ve que la cosa no avanza en el paí­s, sino que es motivo de ataques contra su vida privada, la cual, como la palabra lo dice, es privada, y los conflictos personales -si éstos no inciden en la cosa pública- no deben ser interés de todos.

El presidente Colom, por ejemplo, con la poca vergí¼enza que le queda, simplemente pidió un informe al Fiscal General Conrado Arnulfo Reyes Sagastume, sin mencionar que fue el mandatario quien lo eligió, pese a conocer las tachas que tení­a.

Y mientras el paí­s se nos va a la mierda por estar en manos de gente sinvergí¼enza, que igual defienden lo indefendible -como la contaminación en las minas o la incrustación del crimen organizado dentro del aparato estatal-, se nos viene el Mundial de futbol y esta falta de vergí¼enza pasará a un segundo plano, porque todos estarán embobados viendo la televisión, sudando calenturas ajenas sobre si Brasil o Argentina ganará, o sobre quién es el mejor jugador del mundo.

Mientras tanto, la falta de vergí¼enza cí­vica, la falta de coraje y la falta de sangre en las venas, hace que permitamos que los sinvergí¼enzas hagan lo que quieran con nuestro paí­s.

P.S.: Según dicen algunos analistas, no es que los polí­ticos tengan poca vergí¼enza. Al contrario, tienen mucha, casi toda, algunos incluso nuevecita, porque casi ni la usan.