En la colmena todo es bueno para la salud: la miel, el polen, la jalea real, la cera, la propolis, una substancia resinosa extraída por las abejas de los cogollos de ciertos árboles, e incluso el veneno, aseguran los adeptos a la apiterapia presentes en Montpellier.
La miel sirve «para bellas cicatrizaciones», el polen es «tonificante», la propolis tiene propiedades anti-infecciosas, la jalea real «estimula el cerebro», la cera es utilizada para cosméticos, resume Patrice Percie du Sert, presidente de la Asociación francesa de apiterapia, integrada por médicos, investigadores e industriales.
Sin embargo la apiterapia «no es verdaderamente reconocida en el mundo médico», lamenta Ghislaine Pautard, asistente del profesor Bernard Descottes, del Hospital Universitario de Limoges (sudoeste), pionero en la investigación sobre la cicatrización con la miel.
«Es una lástima porque funciona también como los productos clásicos. En nuestro hospital utilizamos las vendas clásicas, pero al llegar a un cierto estado en la evolución de la herida, utilizamos miel, y eso puede tener resultados extraordinarios. La miel permite una cicatrización rápida y estética», añade Pautard.
El hospital de Limoges «se ahorra así centenares de días de hospitalización» al acelerar la cicatrización de los pacientes, asegura.
La apiterapia podría permitir ampliar las posibilidades de tratamientos mediante un costo netamente inferior a los productos clásicos, una perspectiva interesante para los países pobres, donde poblaciones enteras carecen del derecho a ser atendidos por médicos, observa.
«En Rumania somos privilegiados ya que la apiterapia es reconocida», recalca Cristina Mateescu, doctora en bioquímica y directora del Centro médico de Apiterapia de Bucarest, el primer de su género en el mundo, creado en 1984.
Los productos de la colmena pueden ser utilizados como medicamentos o suplementos nutricionales, explica.
El veneno de la abeja permite curar la esclerosis en placas, indica, citando el caso de un paciente de 18 años afectado de esta enfermedad, y quien siguió en Rumania un tratamiento a base de inyecciones de apitoxina.
«Rumania está muy avanzada en apiterapia, ya que es un país que no ha tenido muchos medicamentos y si muchos apicultores», dice Patrice Percie du Sert.
De su lado el presidente de la Unión de apicultores de Francia señaló que «el hombre sabe desde hace mucho que los productos de la colmena son buenos para la salud».
Los incas, los griegos, los romanos, los utilizaban. Los egipcios conocían las propiedades anti-infecciosas de la propolis y la usaban para embalsamar a sus muertos.
Las abejas hacen igual, cuenta otro investigador, Henri Clement: «cuando un ratón penetra en una colmena, lo que puede suceder, las abejas lo matan y como no lo pueden evacuar lo momifican en el lugar, untándole propolis».
La elevada tasa de mortalidad en las colonias de abejas registrada en los últimos diez años, que en casos extremos trepó hasta un 80%, preocupa a los apicultores del mundo entero reunidos en Montpellier (sur de Francia), que la atribuyen a pesticidas, virus y agricultura intensiva.
Unos 10 mil apicultores de un centenar de países y 500 investigadores se dieron cita en su «cumbre mundial» bautizada Apimondia 2009, para analizar las causas de un fenómeno registrado en los cuatro rincones del planeta.
De China a Estados Unidos, pasando por Medio Oriente, España e Inglaterra, las colonias de abejas vienen sufriendo pérdidas importantes. En situaciones normales, la tasa de mortalidad no debería superar el 5%, pero en algunos casos superó el 40% y en casos extremos alcanzó al 80%.
«Hay un problema medioambiental grave», sostuvo Henri Clement, presidente de la Unión Nacional de Apicultores Franceses (UNAF), antes de recordar que el 35% de nuestra alimentación depende de la polinización.
«En China, han llegado a polinizar las flores de los árboles frutales a mano, por ejemplo en Sichuán», donde las abejas desaparecieron en los años 80, explicó.
Los científicos estiman que las causas de esta mortalidad anormalmente elevada, son numerosas, pueden combinarse y variar de un país a otro.
En España e Inglaterra, la causa es el Nosema Ceranae, un parásito que también está presente en las abejas de Asia y que amenaza los panales.
En España el Nosema apareció como «el principal elemento patógeno», afirmó Mariano Higes, investigador del Centro Nacional Apícola de Marchamalo, cerca de Guadalajara, en el centro del país.
Lejos de allí, en Medio Oriente, las colonias registraron una mortalidad del 20% en 2008 en el sur del Líbano, del 20% en Jordania, del 17% en Irán y hasta del 80% en Bagdad, precisó Nizar Haddad, del Centro Nacional de Investigaciones en Agricultura de Ammán.
«En algunas regiones, los apicultores todavía no pudieron ocuparse de sus panales debido a la inestabilidad política», comentó Haddad.
En general, es un ácaro llamado Varroa Destructor, un parásito de la abeja, que podría ser causante del declive poblacional de este insecto himenóptero en esa región.
Claro, también acusa a las abejas importadas del extranjero que tienen menos resistencia que las locales a las duras condiciones climáticas en este país.
En Quebec, el parásito Varroa es el único responsable.
Antes de su llegada a esa provincia canadiense, en 2003, la tasa de mortalidad no superaba el 10% o 15%. Y hoy en día alcanza el 30%, indicó Madeline Chagnon, investigadora en la Universidad de Quebec, en Montreal.
En Estados Unidos, los investigadores hablan directamente de un «Síndrome de Colapso de las Colonias (Colony collapse disorder, CCD)», un fenómeno todavía inexplicado que consiste en la desaparición súbita de las abejas del panal sin que en las inmediaciones haya cadáveres de insectos.
Las pérdidas vinculadas al CCD han alcanzado el 30% en el invierno boreal 2008-2009, indicó Dennis van Engelsdorp, coordinador de un grupo de trabajo al respecto.
Para los apicultores franceses, el responsable es un pesticida y el desarrollo de la agricultura intensiva con cultivos uniformes y el recorte de los espacios naturales, remansos de la biodiversidad.
El cambio climático, que corre el riesgo de provocar una modificación del periodo de floración, también podría convertirse en un factor agravante.
Como si fuera poco, desde hace años, las abejas deben enfrentar también el temible abejorro asiático, conocido como Vespa velutina, que espera a las abejas libadoras delante del panal para atraparlas en vuelo y devorarlas.