Apartamentos solo para cristianos


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Encontrar un buen apartamento para rentar parece una misión imposible en la Ciudad de Guatemala. Se encuentran pisos limpios, o de buen precio, pero no con ambas características, como si esos dos factores fueran una extraña combinación propia de una obra de literatura del realismo mágico.

Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt


En palabras simples: Encontrar un lugar agradable para vivir es un dolor de cabeza, pero la búsqueda se dificulta más cuando los propietarios de los apartamentos tienen exigencias para sus potenciales inquilinos. Piden de todo: Que no tengan vicios, que no tengan mascotas, que sean honrados. Y aunque la mayoría de requerimientos son entendibles, no faltan las sorpresas.

Hay una exigencia muy curiosa que he encontrado en los últimos días: Que el inquilino sea “cristiano”. Y con eso los propietarios de los pisos no se refieren precisamente a que los inquilinos deban creer en Cristo, sino a que acudan a una iglesia cristiana, también conocidas como “evangélicas”.

Tengo que aclarar que no tengo nada contra los cristianos, como tampoco lo tengo contra los católicos, musulmanes, hindúes o cualquier otro tipo de creyentes. Simplemente lo que no me parece aceptable es que, como guatemaltecos, encontremos en el credo una razón más para separarnos y discriminarnos, especialmente al momento de definir los lugares que habitamos. ¿Acaso queremos vivir en ghettos?

Tengo muy buenos amigos cristianos, a los que aprecio mucho y de quienes he aprendido grandes enseñanzas. Incluso, he encontrado en ellos la amabilidad, gentileza y solidaridad que muchas veces no encuentro en las personas que creen en lo mismo que yo. Por eso, no encuentro sentido en que se edifiquen muros ideológicos entre los guatemaltecos y nos separen por lo que creemos o no.

Si se trata de una cuestión de seguridad,  no está demás decir que personas malas y violentas las hay de todas las religiones y etnias. Y quienes no están de acuerdo solo tienen que ir una semana a la Torre de Tribunales, donde podrán ver a personas de diferentes religiones condenadas por toda clase de delitos, desde robos hasta asesinatos.

Gracias al periodismo he podido ir a iglesias católicas, templos mormones, iglesias cristianas y a una mezquita, y en esos lugares he encontrado a buenas personas, deseosas de compartir lo que saben y de propiciar un acercamiento, pero sobre todo, de buscar acciones para combatir la violencia y la pobreza, dos problemas grandes que nos afectan a todos y que se plantean como un desafío de Nación, no de religiones.

Establecer separaciones por el credo me parece tan lamentable como dividirnos étnicamente; ahora espero que no llegue el día en que nos parezca aceptable que solo haya apartamentos para indígenas, ladinos, garífunas o xincas, y que nos autoexcluyéramos en barrios o colonias según nuestra genética.

Me gustaría saber que algún día nos quitaremos los prejuicios y podré llamar a mis vecinos para compartir un kebab, una copa de vino, una carne magra o simplemente para pedirles una taza de azúcar.