Si usted alguna vez, ahora o en el pasado, se ha preguntado por qué es que la justicia pareciera estar más preocupada por quienes son acusados que por la víctima, la respuesta es sencilla: En Guatemala funciona todo un aparato paralelo y oculto al sistema, que se encarga de truncar o arreglar las cosas a gusto de quienes terminan siendo usuarios privilegiados de ese poder invisible.
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La justicia en el mundo se alcanza si, y solo si, logramos conocer a profundidad los hechos, imputaciones, testimonios, pruebas de cargo y descargo que se deben ventilar en un proceso judicial; alcanzamos la justicia si las resoluciones, a pesar de que puedan tener errores de apreciación, responden únicamente al leal saber y entender de los jueces y no a factores e intereses perversos.
Es innegable que nuestro sistema judicial está maltrecho y abandonado porque han existido diversos factores que se han encargado de neutralizarlo para que no cumpla con su función primordial; en cambio han asegurado que el sistema sí sea efectivo para defender y proteger intereses específicos y ajenos al bien común.
Resulta que muchas de las cosas que ocurren en el sistema no son casualidad. Grupos de abogados, fiscales, jueces y magistrados, así como operadores políticos que navegan bajo el radar, conforman esos tentáculos que terminan arreglando las cosas al gusto del cliente. Por supuesto que no son todos los operadores de justicia o litigantes y ahí es donde radica parte del problema, porque entre los ciudadanos, la mayoría es indiferente para señalar y procesar al corrupto; no digamos para arropar y apoyar a los honrados.
No es casual la necesidad que ese aparato paralelo tiene de infiltrar el Colegio de Abogados y el mundo académico con el afán de incidir en las comisiones de postulación que terminan “escogiendo” a los candidatos de nuestras más altas autoridades, que luego son elegidos mediante oscuros acuerdos políticos por nuestro glorioso Congreso (caso de magistrados del Organismo Judicial) y por el Presidente (Fiscal General), por ejemplo. En el caso de la Corte de Constitucionalidad el método de elección es distinto, pero los motivos para controlarla y neutralizarla son los mismos.
Con el control de los entes de justicia, los operadores del aparato paralelo pueden navegar con más tranquilidad y empezar a hacer de las suyas. Hace unos meses, aquí en La Hora publicamos un extenso reportaje de cómo, desde el centro que recibe todas las causas penales y demandas, se asignan los juzgados a la medida, para determinados casos, con el afán que ese juzgado o en el peor de los casos, la sala de apelaciones asignada a dicha judicatura, se encargue de “arreglar las cosas”.
Si ello falla, aún tienen a la CSJ o a la CC como filtros para lograr sus metas y para muestra lo que ha pasado recientemente. De tal cuenta, quienes se convierten en beneficiarios de ese aparato que no se mira pero sí se siente y del que sobre todo se perciben sus resultados, confían en las alianzas y acuerdos que pueden alcanzar con las mafias para lograr sus metas. No es coincidencia porque, en muchas ocasiones, los mismos acusados no quieren llegar a juicio: esperan que algo los salve antes, aunque ahora, ya se dieron cuenta que le pueden dar vuelta a cualquier etapa procesal.
“Los enemigos de mis enemigos son mis amigos” reza el dicho y eso es lo que sucede en Guatemala. Aquí ya nos han demostrado la capacidad que muchos tienen para unirse con el afán de sacarle ventaja al sistema y evitar a cualquier precio que la justicia los alcance. Ellos sí tienen la capacidad de alcanzar acuerdos y obtener consensos por medio de los cuales se aseguren cosas mínimas que permitan llegar a la meta de la impunidad.
Pero no todo está podrido. Hay buenos abogados, fiscales, jueces y magistrados a los que como sociedad no podemos dejar solos, porque de ellos y nosotros depende que nuestro sistema judicial vuelva a funcionar para procurar una justicia justa, derivada de un proceso libre de vicios y manoseos como ocurre en la realidad.
Y en los casos que a pesar de este aparato clandestino, la justicia ha funcionado como debe, es por la tenacidad y presencia de esas buenas personas y actores, que no claudican e incluso, se la juegan en enfrentando a las mafias y a los factores perversos del sistema.