“Apaga la tele, prende la conciencia”


julio-donis

La degradación de esta sociedad ofrece un menú variado de problemas y crisis de tal diversidad que el sarcasmo nos consuela con la idea que este país es de todo, menos aburrido. Hay una sensación de que cada semana ocurre una nueva dificultad que se desborda en muertos, en deplorables actos corruptos o en revelaciones de orden político institucional que mantienen en vilo a la sociedad. Esa percepción es real, es la lluvia colándose por todos lados, no es un agujero en el techo, son varios y además hay humedad en las paredes, los cimientos están saturados y las paredes se lavan de malestares.

Julio Donis


La norma es la incertidumbre y eso ha configurado nuestra percepción de la realidad; salimos a la calle sin saber si volveremos. En cierta forma la melancolía nos conduce por los caminos de la degradación. Una amiga extranjera me indicaba que luego de haber vivido en muchas ciudades en el mundo, la de Guatemala le parecía el lugar en el que más rápido se vivía. Hemos reducido la compleja y diversa realidad de los problemas en temas, y los sujetos protagonistas ya no son grupos sociales, son sectores. Las crisis son empacadas y luego son motivo de sendos foros y seminarios, como si fueran productos consumibles. De cualquier manera, la oportunidad para ganar cámaras y titulares no se pierde, casi no importa el precio.

 En el espacio mediático también se opina sobre problemas que se ha vuelto temas; allí contrasta las redacciones del medio con opiniones que generalmente son de “consultores políticos”, las suyas nunca son contundentes o comprometidas, son sentencias que mediatizan. En la comodidad virtual de los medios electrónicos, los foros son más voraces y descarnados, demuestran odio, racismo, conservadurismo, individualismo y sobre todo desconocimiento y una cultura política pobre. En una dimensión paralela todo parece brillar, todo parece feliz y resuelto, es la sociedad del consumo deslumbrante y del espectáculo, dominado por la hipnótica oferta de mercancía tecnológica y de comunicación. Me parece que muy pronto habrá problemas de vértebras cervicales y de dedos pulgares inflamados, pues la posición más común es con la cabeza agachada y ejercitando ese dedo, para sumirnos en la pequeña pantalla del celular. Es a donde todo mundo escapa cada vez que puede. La realidad explota a cada momento, pero lo más fácil es cambiar de canal o iniciar un chat desde el celular para no enfrentarla. Casi hay tantos problemas sociales como productos en el mercado, pero consumismos frenéticamente los últimos y no nos importan los primeros.

La conciencia está adormecida y mediatizada, es el resultado de una fina estrategia a la que compelieron en su momento, militares, oligarquía, cooperación internacional y otras fuerzas del lado oscuro. El compromiso y la acción política por una causa ya no es espontáneo, es desconfiado o transaccional. La conciencia pues está fragmentada y cada pedazo atiende un canal del gran espectáculo de la gran impostura. Somos incapaces de apagar el televisor y encender nuestra conciencia que al menos demuestre solidaridad humana y que compruebe que estamos vivos, que no nos hemos consumado en la sociedad separada en partes que son imágenes hedonistas de nuestras propias aspiraciones. Lo planteado hasta aquí no debe entenderse reducidamente como el mero abuso de un mundo visual, o la fragmentación de la acción política, o la sola sustitución de la cultura letrada por la visual; es la superposición de la imagen proyectada, materializando un mundo que nos ha despolitizado. Es como si nos observáramos permanentemente desde afuera de una vitrina.