En plena crisis sobre el suministro de petróleo ruso a través de Belarús, la Comisión Europea presentó hoy un plan de acción para reducir las emisiones de gas con efecto invernadero y disminuir la dependencia energética de la Unión Europea (UE).
Ante la rapidez del calentamiento global, el espectacular aumento del precio de los hidrocarburos y los problemas de aprovisionamiento de gas y petróleo rusos de estos últimos meses, la Comisión ha convertido la definición de una política energética en una de sus prioridades.
Para Bruselas, «se acabaron los tiempos de una energía segura y poco cara», por lo que hace falta una «nueva revolución industrial» para que la UE se convierta antes de 2050 en «una economía con una fuerte eficacia energética y escasas emisiones de CO2».
La Comisión estima que los países desarrollados, con los 27 de la UE al frente, deberían fijarse como objetivo la reducción en un 30% de sus emisiones de gases de efecto invernadero en el marco de un nuevo acuerdo internacional que suceda al actual protocolo de Kioto, que expira en 2012.
Esta propuesta nace de la constatación de que «la energía representa el 93% de las emisiones de CO2», uno de los gases de efecto invernadero, y, por tanto, está «en el origen del cambio climático».
Mientras llega este nuevo acuerdo, Bruselas propone que la UE se comprometa unilateralemte a reducir sus emisiones «al menos un 20%», una cifra insuficiente para los ecologistas, que hubieran preferido un 30%.
Kioto establece que los países desarrollados deben reducir sus emisiones para 2012 un 5% con respecto a las de 1990, y la UE, un 8%, aunque cada país tiene cuotas de emisión diferentes dada sus diferentes puntos de partida.
La Comisión apostará, por tanto, por un fuerte ahorro de energía y, sobre todo, por la inversión en energías renovables en los ámbitos de la electricidad, calefacción y refrigeración y biocarburantes, de forma que su parte en el total pase del 7% actual a un 20% antes de 2020.
Los Estados miembro podrán, no obstante, decidir qué energías renovables privilegiar en función de sus características nacionales.
Aunque de manera prudente e indirecta, Bruselas apuesta también por la energía nuclear y destaca sus ventajas en términos de costes, emisiones de CO2 e independencia.
Si bien deja a cada Estado «decidir si recurre o no a la energía nuclear», subraya que «en el caso de que el nivel de producción nuclear descendiese en Europa, sería esencial que esa disminución fuese compensada por la introducción de otras fuentes que emitan poco gas carbónico».
La energía nuclear, empleada en 15 de los 27 Estados miembros, representa actualmente el 30% de la producción eléctrica de la UE.
Por último, la Comisión quiere incentivar la competencia en los mercados energéticos europeos por medio de la separación de las actividades de producción de electricidad y de gestión de las redes de distribución.