Antony and the Jonhsons: «El infierno es la falta de diversidad»


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El artista Antony Hegarty, voz y alma de la banda Antony and the Jonhsons, presentó hoy en Madrid «Swanlights», el espectáculo que pondrá en escena los próximos días en el Teatro Real junto a su orquesta titular y la artista Johanna Constantine.

Por Ana Lázaro Verde
Madrid, / Agencia dpa

«Es un honor estar aquí», dijo con una sonrisa tímida ante la prensa dos años después de interpretar en el mismo escenario, en la capital española, «La vida y muerte de Marina Abramovic» junto a la artista serbia y el actor William Dafoe.

Con sus casi dos metros de altura, el músico de origen británico, asentado en Nueva York desde los 19 años, se presentó ante los periodistas vestido de negro, con el pelo suelto, ropa amplia, calzado deportivo blanco y sus grandes ojos azules muy abiertos y brillantes.

Durante más de una hora, habló de música y de su particular forma de ver el mundo, pero ni su voz pausada y templada, esa que se eleva en el escenario y emociona, logró suavizar las duras críticas que lanza contra el capitalismo y contra los «hombres poderosos que gobiernan el mundo».

Como artista, siente la responsabilidad de poner el foco «en aspectos de la realidad que pueden pasar desapercibidos», de abrir el mundo a la posibilidad de alcanzar un sistema de organización alternativo -«que no sea ni el capitalismo ni el comunismo», matizó- en el que se produzca una convivencia real con la naturaleza.

«El infierno es la falta de diversidad y es hacia donde nos dirigimos», aseguró.

«Las mujeres están intentando luchar contra un mundo gobernado por la testosterona. El sistema masculino que ha dirigido el mundo desde hace 30.000 años tiene que cambiar para evolucionar. Requiere una humildad por parte del hombre para reconocer el valor de la mujer, de su inteligencia», reivindicó el artista, consagrado como uno de los más influyentes del mundo.

Desde su perspectiva «trans» -afirma haber nacido persona transgénero, ni hombre ni mujer»-, habla de política, de terrorismo de medio ambiente, de la lucha de las mujeres… Sus canciones, que él mismo compone, tienen un aire nostálgico, sí, pero nada que ver con el pasado. «Mi música habla del presente», subraya.

En 2012, cuando llegó por primera vez al Teatro Real de Madrid de la mano de Marina Abramovic, el entonces director del coliseo, el belga Gerard Mortier, recientemente fallecido, le invitó a hacer su propio espectáculo en 2014.

«Swanglights» se gestó ese mismo año como un encargo del MoMA para una única representación en el Radio City Music Hall de Nueva York. El espectáculo, en el que el escenario se transforma en el interior de una montaña blanca repleta de cristales y luces fragmentadas, se representó un año más tarde en la Royal Opera House de Londres y ahora llega a Madrid.

Arranca con una «performance» de Johanna Constantine, artista con la que Antony comenzó a trabajar cuando era un adolescente y prosigue con una selección de temas de los cuatro discos de la banda. Canciones que, como el propio Antony cuenta, llevan interpretando «20 años» y que han ido evolucionando al ser «procesadas por capas y capas de inteligencia».

En cada lugar en el que actúan, Antony intenta trasmitir algo diferente a los músicos oriundos. Para explicarlo, hoy abrió una botella de agua, la vierte en una copa de cristal y toma un sorbo. «Parece agua nueva, pero lleva en la tierra miles de años, viene de las nubes, ha formado parte de animales… Se trata de liberar esos sueños que te conectan con el mundo, de que construyan una sinfonía al beberla», dijo moviendo sus manos de forma expresiva.

En uno de los templos de la ópera en España, cuando un periodista le preguntó con qué artista clásico se identifica, Antony puso cara de susto. «La ópera no es mi especialidad, estoy más centrado en la vanguardia, pero he escuchado mucho a María Callas. Y Stravinski es una inteligencia superior», concluyó sonriendo.

Uno de sus «padres» musicales es Lou Reed. Su muerte, en octubre de 2013, le golpeó intensamente. «Era uno de mis mejores amigos, un hombre apasionado cuya presencia en mi vida fue muy fuerte. Tenía un corazón de león», le alabó.

Esa pasión la pone también Antony a la hora de componer, aunque, como él mismo cuenta, cuando lo hace no piensa en notas, sino en formas y sucesos que luego rellena con esas notas necesarias.

«Ahora estoy preparando un nuevo disco, pero es muy diferente», afirmó envuelto en ese halo de misterio que le caracteriza.