Antigua y sus calles


El historiador don Rafael Vicente ílvarez Polanco (q.e.p.d.) fue un personaje que siempre se preocupó del rescate de Antigua Guatemala, por lo que se le dio el tí­tulo de Cronista de la Ciudad.

Hugo Madrigal

Don Rafael escribió libros muy importantes sobre esta ciudad colonial. Aún en vida, él se comunicaba con nosotros y tuvimos la suerte de poder tener varios libros de su autorí­a. Hoy en homenaje a tan ilustre historiador presentamos algunos tópicos de su libro Las Calles de Antigua Guatemala ? sus misterios, sus sucedidos, sus arcanos y su historia.

He de confesarle, estimado lector, que fue cuando estuve fuera del paí­s que le tomé más amor a Antigua Guatemala; en el extranjero muchos me preguntaban por Antigua, otros decí­an que Guatemala era bella y que este paraje colonial le daba más sabor al color patrio y así­ muchas opiniones que cuando regresé luego de algunos años, lo primero que hice fue visitar la ciudad colonial, la cual ya conocí­a, pero en esta ocasión me atrajo con mayor razón.

Fue así­ como fui descubriendo tantas cosas bellas que tiene esta ciudad. Antigua es un lugar cosmopolita, urbe donde se desarrollan maravillosos eventos de arte y cultura. Una bella ciudad por lo que hoy, basándonos en el libro del Cronista de la Ciudad -Don Rafael-, publicamos algunos nombres e historias de sus calles.

Dice el cronista en este su libro: Razón:

«La idea de hacer descripción de nuestras antañonas calles, las que fueron designadas con nombres tan variados y, ya hace más de cuatro centurias, fue en razón de que los distinguidos visitantes lleguen a entender el porqué de nuestra singular historia y de los personajes de un ayer, quienes aunados en una mí­stica cí­vica de esfuerzos, fueron los que confirmaron y dieron validez a la prosapia de la que fuera Capitaní­a General y cabeza de provincias de Centroamérica, que desde Chiapas hasta los confines de Panamá fueron orgullo de la Corona y gloria de los que aquí­ vivieron».

Calle del Hermano Pedro

Hoy santo de la Iglesia. «De esta calle, que lleva el nombre de alguien que es Beato de la Iglesia y un Santo para el fervor de todo un pueblo, dicen los relatos y consejas en la voz de nanas y chichiguas que, de tarde en tarde y por sus empedrados, aquellos que tienen el alma pura ven su silueta mí­stica y oyen su voz sonora acompañada de un dulce tañer de una campanilla que, sin tregua ni descanso, acompaña el estribillo de:

«Acordaos hermanos, que un alma tenemos y si la perdemos, ya no la recobramos».

Calle de la Candelaria

Esta calle se derrama y tiene inicio de arranque en la «Plazuela del Conde», llamada así­ en honor al Capitán Antonio Peraza Ayala Castilla y Rojas, personaje este cuyo tí­tulo mostraba el ser Conde de la Gomera, y quien complementó la obra del Obispo Marroquí­n, hermoseando la plazuela de la iglesia erguida por el virtuoso Obispo, la cual era asistida en las labores doctrineras, por el brillante Cronista Fray Francisco Ximenez, allá por el año 1717.

Una alarma y el pánico no fue tan sólo de esta calle, ¡no! fue de todo el barrio el dí­a 24 de un mes de mayo, que para ese entonces cayó Domingo del Espí­ritu Santo, cuando la gente, ignorante y muy alarmada dio crédito a las voces que decí­an que el imponente Volcán de Agua se habí­a reventado a causa de los copiosos aguaceros caí­dos en sus cresterí­as, y que fueron más intensos que los caí­dos para San Miguel el año recién pasado; pero afortunadamente, y para el alivio de todos, en el momento de mayor pánico, salí­a de la iglesia del barrio Fray Francisco Ximenez, después de la cristiana tarea de rezar el rosario acostumbrado, y quien también avisado que, a causa de la abertura del volcán al haberse partido, vení­a sobre la ciudad la gran avalancha; presto los hizo entrar en razón cuando un relámpago oportuno rasgó la oscuridad y entonces él les señaló con el dedo í­ndice, que ahí­ estaba entero e inmutable el majestuoso volcán.

La Cruz de Piedra

Esta calle llamada de la «Cruz de Piedra» en verdad, no es una sola cruz la que ahí­ lucí­a, lo que sí­ es verdad y para el caso, es la leyenda que, junto a la aquí­ citada, habí­a otra en un cercano paraje y que era conocida como la: «Cruz de la Silveria»: Y de ellas dice la conseja que el alma desesperada de una guapa mengala, que en vida engañó a quien era su esposo, por las noches, en inútil carrereada, va de una cruz a la otra en la esperanza de que alguna de ellas se apiade de su pena y la deje descansar tranquila allá en el otro mundo.

Calle del empedradillo

Esta calle fue una discreta entrada a la ciudad en tiempos ya idos y corrí­a paralela al Arco del Matasano, arrancando del puente de «Las Monjas» y que conducí­a por la calle de la Concepción y la Calle Real hasta nuestra Castellana Plaza de Armas.

Para los años de 1525, cuando gobernaba el reino en la civil don Diego de Acuña (Comendador de Hornos y de la orden de Alcántara) y en lo eclesiástico el fraile Agustino don Juan Zapata y Sandoval ya esta calle llevaba este nominal, y por sus empedrados sonó un dí­a el paso firme de la Hija del Oidor don Juan de Maldonado y paz, quien ví­ctima de una decepción amorosa, que dio motivo para su enclaustramiento, decidió así­ morir para el mundo y desposarse con el Señor.

Y dicen las consejas pueblerinas que por las noches se oyen, a través de los muros del convento, en donde se cree encontró la paz anhelada, los recitales de poesí­a y de canto, acompañados de un clavicordio, salidos de la dulce voz de quien fuera Sor Juana de Maldonado, a quien se dio en llamar: «La divina Reclusa» .

Y así­ es Antigua Guatemala, una ciudad llena de historias en todos sus rincones y calles que hacen enaltecer el espí­ritu de todos aquellos que la visitan y el orgullo de los antigí¼eños que saben de lo valioso y bello que es esta ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad.