Antes de la lista de reformas


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He visto con preocupación el planteamiento y las diferentes manifestaciones que se han producido luego del anuncio presidencial de buscar una reforma del Estado a través de la modificación de nuestra Constitución Política, si bien entiendo que en este país hay muchas cosas que definitivamente no funcionan, no puedo dejar de anteponer esa preocupación ante las pasiones, opiniones y comentarios que se han desbocado y quisiera en consecuencia poner algunas ideas sobre la mesa, antes de siquiera empezar a opinar al respecto de que debe de reformarse o no nuestra Constitución.

Juan Antonio Mazariegos G.


Siempre pensamos que la vida es mala con nosotros, no por culpa nuestra o cuando menos siempre estamos muy detrás en la lista de responsables y de igual manera siempre encontraremos la razón de nuestras desgracias en la persona que ideó algo que según nosotros simplemente no nos deja desarrollarnos o  que está mal hecho. Hoy nos encontramos sumergidos en comentarios y ponencias sobre cómo y qué reformar de nuestra Constitución y se le culpa a ella de todos nuestros males o de la hecatombe que nos espera si no la reformamos. La verdad es mi opinión que nunca le dimos la oportunidad de cumplirla, desarrollarla o siquiera observarla. No es culpa de la ley, simplemente no hay leyes perfectas y las intenciones pueden ser las mejores, pero para materializarse en cumplimiento, debemos creer en la ley y observarla. Así que quisiera pedir una reflexión al Gobierno y a las personas que opinan sobre todos los males que nuestra Constitución engendra,  para pensar por un momento que el complemento de una ley depende de la voluntad por observarla de los hombres a quienes va dirigida y/o de la capacidad de un Estado de hacerla cumplir, en caso no haya voluntad de los hombres.

En ese orden de ideas,  por muchas Constituciones o reformas que hagamos siempre estaremos en el círculo vicioso de que no nos funciona y siempre será por culpa de la ley. También opino que reformar la Constitución, si al final es lo que se decide, bajo ninguna circunstancia debe implicar una Asamblea Nacional Constituyente, este órgano supremo constitucional no puede ser restringido o limitado y puede, como órgano supremo que es, una vez electo, reformar a sus anchas, extremo que encierra más riesgos que beneficios y en donde el sueño de buscar fundar un mejor país puede convertirse en una pesadilla dentro de la cual nos toque vivir. Por supuesto, que sí hay cosas que reformar, el sistema de partidos políticos, la financiación de los mismos, pongamos “dientes” a la Contraloría General de Cuentas de la Nación, dotemos a la justicia de medios para que sea más que una frase trillada aquello de ‘pronta y cumplida’, todo eso es música para nuestros oídos,  pero no nos metamos para nada en la reforma de nuestras garantías individuales o en las bases de nuestros principios constitucionales.

Finalmente si vamos adelante en un proceso de reformas  constitucionales que implique una consulta popular, es nuestro deber y obligación el participar, enterarnos, cuestionar, buscar revertir y por sobre todo votar, por  aquello que  consideremos correcto o justo, pues no hay proceso o elección más importante que aquella que implique una reforma a nuestra Constitución y esta vez no podemos dejar en manos de otros algo que luego se convertirá en nuestra nueva carta magna que los de siempre vamos a observar.