Una nueva esperanza ilumina las pupilas de quienes gustan del futbol nacional. El sueño de ir al Mundial de Sudáfrica inicia esta semana, pese a que ya había iniciado hace dos años, es este miércoles, cuando el nuevo timonel de la bicolor intente conformar un equipo competitivo para llegar a la cita futbolística.
Obviamente, el camino será muy difícil, y para la Concacaf no hay muchas opciones, luego de que sean casi seguras las plazas para México y Estados Unidos. Pese a ello, consideramos que Guatemala tiene un nivel más o menos aceptable, que con trabajo y combinaciones de resultados, se le pueda ganar a los otros pretendientes de las plazas restantes, como Honduras, Panamá, Jamaica, Canadá o Costa Rica.
Sin embargo, cabe destacar algunas reflexiones en torno a un nuevo camino, ahora que apenas se iniciará con el primer partido amistoso previo a las Eliminatorias, y que la mente está fría y sin que el corazón esté tan caliente para apoyar incondicionalmente a la azul y blanco.
Sucede que el futbol es, ciertamente, el deporte de las pasiones en Guatemala, lo cual significa que comercialmente es el más rentable económicamente. Tal vez, en otros deportes, hayamos tenido mejores éxitos, como en el maratón, el remo, el taekwondo, el tiro, entre otros, pero éstos, ni por asomo, despiertan grandes amores entre la gente.
Muchas veces hemos iniciado el proceso para clasificar a un Mundial de futbol, sin recordarnos de las decepciones del pasado, en donde, incluso, prometíamos, no volver a confiar, porque no sólo fue que nos hayan ganado limpiamente los otros equipos, sino que también intervinieron algunos defectos administrativos y de disposición de los jugadores.
El deporte, incluido el futbol, debe ser un reflejo de nuestra sociedad. Si no hemos clasificado a un Mundial, era porque realmente no lo hemos merecido. Ni Costa Rica, ni El Salvador, ni Honduras, ni Trinidad y Tobago, nos han robado un derecho. Este juego es para distraernos, para medir nuestra evolución deportiva, y no para que, cada cuatro años, se tenga la excusa de comprar recuerdos, camisolas y llenar bares cada vez que juega nuestra selección.