Ante los cuartelazos


Editorial_LH

Durante buena parte del siglo pasado la comunidad internacional aceptó como una buena forma para resolver los problemas de algunos países el cuartelazo generador de un golpe de Estado y se reconocía con total normalidad a los gobiernos producto de ese tipo de asonadas. A finales del siglo, sin embargo, surgió una corriente de respeto a las decisiones democráticas de los pueblos y se quitó a las fuerzas armadas ese papel de árbitro supremo que desempeñó durante buena parte de la centuria, decidiendo cuándo y cómo se quitaba o ponía a un gobernante.


Todavía el golpe de Estado en Honduras, hace ahora cuatro años, generó un malestar profundo en la comunidad internacional y si bien no hubo acciones firmes para restablecer en el poder al presidente Zelaya, el país sufrió un importante aislamiento que tuvo consecuencias y no fue sino hasta que hubo nuevas elecciones y se invistió como Presidente a quien las ganó, que se empezó a dar la normalización de relaciones.
 
 El caso de Egipto y la pasmosa actitud de la comunidad internacional avalando el cuartelazo es algo que en realidad debe preocuparnos porque nuevamente se está empoderando a las fuerzas armadas para que, si se orquesta adecuadamente el escenario, puedan ser el factor para derrocar a gobernantes democráticamente electos. Al margen de otras consideraciones, el régimen de Mohamed Morsi fue electo democráticamente, tanto que se le reputa como el primer gobernante egipcio electo en forma democrática. Existiendo mecanismos de control interno, pesos y contrapesos dispuestos constitucionalmente, no le correspondía al Ejército fijar ultimátum ni, mucho menos, destituir al Presidente de la República.
 
 Creemos que el precedente es funesto para el futuro de las democracias mundiales, puesto que se vuelve a dar el empoderamiento del Ejército para que juegue el papel de árbitro de los conflictos políticos en sus respectivos países. Habiendo vivido ya el resultado de ese fenómeno durante tantos años, especialmente en los países de América Latina, no podemos sino advertir del grave peligro de un regreso al funesto pasado. Y todo por la complacencia de una comunidad internacional que no se atreve a llamar golpe de Estado a lo que no puede calificarse de otra forma porque es el derrocamiento, mediante un cuartelazo, de un gobernante constitucional, elegido en forma libre por su pueblo.
 
 Justificaciones para un golpe de Estado siempre pueden encontrarse y las proclamas de los ejércitos son prueba de cuán fácil es dar el pretexto adecuado. La actitud de cero tolerancia a los cuartelazos fue efectiva e impidió que los mandos militares actuaran como última y suprema autoridad política de las naciones. Hoy vemos alta tolerancia a un cuartelazo y el efecto será devastador.

Minutero:
Regresan los viejos papeles 
dando poder a los cuarteles; 
ahora, ante un golpe de Estado, 
el mundo se queda callado