Ante la crisis ¿tenemos lí­deres capaces?


En la democracia la ciudadaní­a confí­a, apoya y respalda -a través de la elección- a los lí­deres locales y nacionales para que sean los conductores de las alcaldí­as, Legislativo y Ejecutivo.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

El postularse a un cargo público implica una obligación, un respeto, una propuesta y una solicitud de confianza en el criterio, en la buena fe de la persona que se propone como candidato, para garantizar la búsqueda del bien común a través del ejercicio de la gestión pública.

Nuestro paí­s es mucho menos estable en sus instituciones polí­ticas que Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y El Salvador. Lo comprueba y evidencia el hecho que ningún partido polí­tico ha logrado, desde la vigencia de la actual Constitución, que la ciudadaní­a le respalde con su voto en más de un gobierno. Distinto es el caso del Congreso de la República y varias alcaldí­as, donde los votantes han electo y reelecto diputados y alcaldes.

La crí­tica y el desgaste han hecho que desaparezcan partidos como Democracia Cristiana, el Movimiento de Liberación Nacional, Unión del Centro Nacional, fuerzas polí­ticas que dominaron la Constituyente de 1985, que nos dotó de la actual Constitución.

En el momento actual, la ciudadaní­a tiene el derecho de preguntar a Otto Pérez Molina, Efraí­n Rí­os Montt, Alejandro Giammattei, Eduardo Suger, Luis Rabbé, Rigoberta Menchú, Eduardo Baldizón, Harold Caballeros y demás personas que aspiran a ser presidentes de la República ¿cuál es su propuesta a la problemática? ¿Cuál es su contribución, cuáles son sus soluciones a la crisis económico-social? ¿Qué planteamientos están dispuestos a respaldar a través de sus partidos polí­ticos y sus bancadas en el Congreso ante la inseguridad, el elevado costo de la canasta alimenticia, la pérdida de ingresos salariales y el aumento de la inflación.

Es una obligación ineludible que fijen su postura de forma constructiva, recurrir a la crí­tica constante los coloca como quien aboga por la destrucción, la inseguridad, el hambre, la desnutrición, la falta de presente y de futuro para el paí­s. El lí­der debe dejar clara su capacidad, su posición ante la ciudadaní­a.

El compromiso de cada lí­der nacional y local debe ser el de opinar, contribuir, aportar soluciones y búsqueda de consensos. Independientemente de quien sea quien presida el actual gobierno, los lí­deres son responsables de que no exista agenda nacional. La responsabilidad integral de la nación es de todos.

Los medios de comunicación social, televisivos, radiales y escritos, sin duda alguna, estarí­an anuentes a cubrir y publicar las opiniones y las propuestas de soluciones concretas que combatan la inseguridad, la crisis alimentaria, la falta de oportunidades de trabajo, la pérdida adquisitiva, la inmigración de un millón y medio de guatemaltecos que plantean y requieren las soluciones de quienes aspiran a ser los conductores polí­ticos del presente y del futuro de nuestra Guatemala.

Criticar, denunciar, señalar y destruir es fácil; construir, desarrollar y mantener el progreso es una tarea difí­cil y permanente. Los lí­deres nacionales y locales deben comprobar que merecen ser dirigentes, no pueden evadir la responsabilidad.