Ante el dilema ético



El actual partido oficial se encuentra en una crisis como resultado del dilema ético que plantea la actitud de varios de sus diputados al aprobar la indemnización para quienes terminan su perí­odo como legisladores. Mientras el Comité Ejecutivo hace eco del clamor popular y consigna al tribunal de honor a los dos jefes de bancada responsables del comportamiento del conjunto en el pleno, los diputados distritales que apoyaron la medida amenazan con convocar a una Asamblea General partidaria en la que se propondrí­an ya no sólo defender a Méndez y Martí­nez, sino que además podrí­an repetir lo que ocurrió en el 2001 cuando le dieron carpetazo al comité ejecutivo del Partido de Avanzada Nacional y abandonaron el liderazgo de ílvaro Arzú.

En realidad los diputados que aprobaron la indemnización no sienten tener ese dilema ético y es que ellos decidieron asumir las consecuencias de una aprobación que sabí­an iba a ser impopular y rechazada por la población. Pese a estar absolutamente seguros de que vendrí­a una retopada, dieron su voto a favor de la indemnización y a otras prebendas pasando por alto cualquier consideración de tipo ético o moral. En consecuencia, no se puede esperar de ellos que a estas alturas entiendan la actitud del Comité Ejecutivo que trata de desvincularse de esa acción repudiable.

Evidentemente hubiera sido más fácil superar el problema si los diputados que avalaron la indemnización simplemente reconocen haber cometido un error y admiten una reprimenda pública de su Comité Ejecutivo, pero por el contrario han decidido dar la batalla y están dispuestos a propuestas extremas, como la que busca que en Asamblea General los dirigentes distritales, que generalmente son los diputados de cada departamento, no sólo rechacen las sanciones que pueda imponer el partido, sino que llegado el caso puedan adueñarse del partido y mandar a su casa a quienes hasta hoy figuran como dirigentes. Y siendo que se trata de viejos militantes del original PAN, no puede olvidarse el precedente de cuando el ingeniero López Rodas encabezó una sublevación que rompió con la dirigencia histórica del partido, situación que ahora podrí­a repetirse con figuras como la del diputado Barquí­n.

Deberán entender, sin embargo, que el PAN no levantó cabeza ni siquiera porque el argumento para aquella rebelión no era éticamente cuestionable sino que tení­a fundamento en cuestiones de polí­tica interna. Un cisma ahora en la Gana que tenga como raí­z el tema de la indemnización serí­a la sepultura de la organización si los triunfadores son los que avalaron esa repudiada decisión, pero evidentemente en nuestra polí­tica son pocos los que llegan a vivir y sufrir dilemas éticos. Para la mayorí­a ese tema es irrelevante.