Antártida


Atracciones. Dos pingí¼inos monarcas, parte de las atracciones cientí­ficas que tiene la Antártica.

En Tasmania (Australia), en el pequeño puerto de Hobart, enclavado al fondo de la Bahí­a de las Tormentas, el naví­o «Astrolabe» se dispone a enfrentar las temibles aguas del Océano Austral para abastecer las bases francesas de la Antártida, un continente de extremos.


El más frí­o, el más seco, el más desierto, el más elevado… el continente antártico colecciona los superlativos.

Protegido hasta ahora del calentamiento climático por el Océano Glacial Antártico, u Oceáno Austral, que forma a su alrededor un cinturón de aguas frí­as, está cubierto en 98% por hielos permanentes.

Su superficie, de 14,2 km2, puede extenderse a 30 millones de km2 en el invierno, cuando se forma la capa de hielo en la superficie del océano que los rodea.

La capa glaciar, la inlandsis, representa sola 30 millones de km3 de hielo, es decir 90% de los hielos terrestres, o 70% de las reservas de agua dulce del planeta.

Este continente particularmente inhóspito jamás habitado por el hombre sólo fue visto por primera vez en 1820. En efecto, era extremadamente difí­cil acercarse a él en veleros, dadas las insoportables condiciones de navegación en el Océano Austral, barrido permanentemente por vientos de leyenda, los Cuarenta Rugientes y los Cincuenta Bramadores.

Las condiciones de vida allí­ también son extremadamente difí­ciles, con promedios de temperatura de -40º C a -80º C en invierno, según los lugares.

La temperatura más baja del mundo fue registrada en 1983 en la estación rusa de Vostok: -89,2º C.

En verano, las temperaturas permanecen negativas (entre -15º C a -45º C). Los violentí­simos vientos -«catabáticos»- que recorren la superficie helada aumentan la sensación de frí­o.

La única vida, en esta amplia extensión blanca, está limitada a la costa debido a las condiciones climáticas mortí­feras en el interior, y porque los únicos recursos alimentarios para los pájaros o los mamí­feros endémicos se encuentran en el océano.

El pingí¼ino emperador es el animal emblemático del continente, junto a otras especies de pájaros (petrel, albatros) de focas, leones o elefantes marinos.

La ocupación humana se limita a unas cuarenta bases. Sólo algunos paí­ses como Estados Unidos en la base McMurdo, Rusia en Vostok o Francia en Dumont d’Urville y Concordia (con Italia) mantienen equipos de cientí­ficos todo el año en el continente. Algunas naciones (Gran Bretaña, Australia, Argentina) tienen laboratorios ocupados sólo durante el verano.

El Tratado Antártico, firmado en 1959 y prolongado en 1991 por 50 años, mantiene al continente como «Reserva natural internacional consagrada a la ciencia y a la paz». Los firmantes se comprometen a efectuar únicamente investigaciones cientí­ficas. Toda explotación económica está prohibida.

En la base francesa Dumont d’Urville y la franco-italiana Concordia, las investigaciones son tanto en el terreno de la zoologí­a, la biologí­a, la geologí­a, la astronomí­a o la climatologí­a actual o del pasado.

Las perforaciones en Concordia han permitido reconstituir el clima del planeta en unos 800.000 años.

Alta protección

La Antártida, un continente consagrado a la búsqueda cientí­fica, es objeto de acuerdos internacionales para protegerlo de los apetitos territoriales de ciertas naciones, de las tentaciones de explotación de sus riquezas y de los riesgos de contaminación.

El Tratado Antártico, que establece que en el continente sólo pueden ser practicadas actividades pací­ficas, fue ratificado el 1 de diciembre de 1959 por 12 paí­ses entre los cuales estaban Estados Unidos, Rusia, Francia, Sudáfrica, Australia, Chile y Japón.

El acuerdo internacional suspendí­a por 30 años todas las reinvindicaciones territoriales.

El Tratado Antártico fue ratificado en 1991 por 50 años en Madrid, hasta 2041. El agregado del Protocolo de Madrid, relativo a la protección del medio ambiente, daba a la Antártida el estatuto de reserva natural mundial consagrada a la Paz y a la Ciencia.

Los firmantes de ese protocolo se comprometen a asegurar la protección global del medio ambiente en la Antártida y de los ecosistemas dependientes y asociados.

Otros textos, vinculados a la protección de la fauna y de la flora antárticas, fueron agregados al tratado. Es el caso en particular de las convenciones sobre la protección de las focas de la Antártida y sobre la conservación de la fauna y de la flora antárticas.

Según los términos del Tratado y del Protocolo, los paí­ses firmantes deben abstenerse de toda actividad nuclear.

Todo nuevo proyecto cientí­fico debe recibir la aprobación de una comisión que asegurará que no producirá «efectos negativos sobre el clima o los sistemas meteorológicos, (…) sobre la calidad del aire o del agua», ni «modificaciones significativas del medio ambiente atmosférico, terrestre (incluyendo el acuático), glaciar o marino».

Por otra parte, «toda actividad relativa a los recursos minerales, aparte de la investigación cientí­fica, está prohibida».

Además, «ninguna especie animal o vegetal no autóctona» debe ser introducida, incluyendo a los perros, que debieron ser «evacuados» en 1994.