Ansiedad y nervios


Recuerdo. Foto de archivo del atentado del 11 de marzo de 2004, en donde varias bombas explotaron dentro de los trenes que conducí­an a Madrid. Hoy se podrí­a conocer la sentencia de los sospechosos. (AFP / La Hora)

Ansiedad, nervios, expectación, un nudo en el estómago: así­ esperan los afectados por los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid el anuncio de la sentencia de la justicia española, previsto el miércoles.


«Estamos en un estado de espera, ansiedad; es un mes que se está haciendo muy largo», explica a la AFP Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, que se queja de que la emisión de la sentencia se ha retrasado ya dos veces.

Y anunciarla el 31 de octubre «no era el mejor momento», ya que es ví­spera del 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, dedicada al «culto a los muertos», apunta Manjón, que perdió a un hijo en los atentados.

Las semanas anteriores al miércoles es cuando se produce uno de esos «picos» en los que las ví­ctimas demandan «continuamente el apoyo psicológico» tres años y medio después de los atentados, que causaron 191 muertos y 1.841 heridos, añade.

Subraya que el juicio de 2007 «no va a ser el único», ya que «queda el de las responsabilidades» y además «hay cinco causas más pendientes» y «otro sumario abierto», recuerda.

Isabel Casanova, ama de casa de 53 años que perdió a su ex marido y a un hijo de 22 años, asistió al juicio de los 28 acusados y fue uno de los cinco testigos que declararon.

El miércoles irá a escuchar la sentencia, junto con unas 50 ví­ctimas, a pesar del «nudo en el estómago» y la «ansiedad» de estos meses.

Y eso sin dejar de recibir ayuda psicológica: «Ahora no puedo dejarlo», asegura, y añade que en estos años, que han sido «un desastre en el plano de las emociones y sentimientos», sus otros tres hijos también han necesitado apoyo psicológico.

«El miércoles vamos a ver qué va a pasar», dice la brasileña Adeniria Moreira, de 42 años, casada y con una hija de 5 años. Adeniria, que lleva 10 en España, estaba embarazada de tres meses y en los trenes que estallaron perdió a su bebé.

Ahora no trabaja en la limpieza de portales porque está «pasando una época mala», que se añade a la «malí­sima» situación económica que viven en casa. «Yo quiero trabajar, pero cualquier cosa me afecta a los nervios: tengo muchos problemas con la niña, no tengo paciencia, tengo depresión…» «No me he curado y no sé si me voy a curar», duda.

El atentado dejó una treintena de ví­ctimas latinoamericanas y un 35% de los afectados fueron inmigrantes irregulares, muchos de los cuales «no pueden trabajar por las secuelas fí­sicas», por lo que «perdieron el trabajo», según Manjón.

«Estamos viviendo estos dí­as con curiosidad y expectación moderada, sabiendo de antemano que la sentencia no va a aprovecharse más allá de la condena de los acusados», cuenta Eloy Morán, de 59 años, funcionario que perdió la visión de un ojo y la audición de un oí­do.

A Eloy, que después de una baja prolongada obtuvo la jubilación anticipada, le gustarí­a que la sentencia «dejase la puerta abierta a nuevas investigaciones que diesen lugar a nuevos juicios», ya que todaví­a quedan «muchí­simas dudas y muy pocas certezas».

La magnitud de la sentencia le «da lo mismo»: «los muertos no van a resucitar, las discapacidades y las mutilaciones no van a recuperarse», lamenta.

Después de estos años persisten los problemas laborales, psicológicos, económicos y familiares, enumera Pilar Manjón, que asegura que su asociación tiene «las heridas demasiado abiertas».

Actualmente casi la mitad de las ví­ctimas presentan secuelas psicológicas derivadas y ha aumentado la demanda de asistencia psicológica de los familiares de los heridos, según un estudio de la Asociación de Ayuda a las Ví­ctimas del 11-M, que ha ofrecido estos meses talleres de preparación al juicio y al anuncio de la sentencia.

Además, el 16% de los heridos y el 17% de los familiares no han podido volver a viajar en tren, apunta la psicóloga Syra Balanzat.

«Con las secuelas también se aprende a vivir, no queda más remedio», se resigna Eloy Morán, que dice encontrarse «bien», aunque en su vida hubo «un antes y un después». «Nadie te prepara para estas cosas».