A partir de este sábado, 8 de agosto, la Galería Rocío Quiroa presentará una exposición pictórica de José Colaj, artista comalapense.
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«Añoranzas de Paz» es el título de la exposición que el artista José Colaj, de San Juan Comalapa, tendrá en exhibición en la Galería Rocío Quiroa (2a. calle Poniente Número 2, La Antigua Guatemala), la cual es patrocinada por la Fundación Riecken.
La muestra estará disponible a partir de este sábado 8 de agosto, cuando se inaugure formalmente, en acto que se llevará a cabo a las 18:30 horas. En adelante, estará expuesta al público hasta el 31 de agosto, en horarios normales de museos. El ingreso es gratuito.
José Colaj, en los últimos años, se ha ganado un espacio importante en la plástica guatemalteca por su particular manera de abordar el tema de las secuelas de la guerra interna. Su pintura, en efecto, recoge el dolor, la resignación y el fervor con que los pueblos indígenas recuerdan a sus víctimas.
La estética pictórica de Colaj, para la presente exposición, se basa en tonalidades rojos y ocres, que evocan colores usuales de la pintura comalapense, que revive, a su vez, una paleta tradicional de la luminosidad del ámbito guatemalteco, sobre todo en el Occidente del país.
Sin embargo, no sólo se trata del uso tradicional de esta gama. Semánticamente, estos colores tienen la ambivalencia de ser cálidos, aunque también son los colores de la violencia. Es decir, que el rojo y los ocres pueden simbolizar una vuelta al pasado a una calidez de hogar, aunque también pueden ser la significación del fuego que quema el mismo hogar.
Particularmente, la pintura «Metáfora de la memoria» se trata de una pintura encendida en rojo y ocres que, como una llamarada, calcina a unos personajes insomnes, absortos en sus plegarias que se elevan como el humo de los incensarios.
Walter Morán, poeta antigí¼eño, opina que la pintura de Colaj «es un encuentro, pero al mismo tiempo evoca un desgarramiento interior».
La exposición «Añoranzas de Paz» le da un nuevo enfoque conceptual y testimonial al contenido histórico de su pintura, porque las añoranzas señalan precisamente la actual inexistencia de la paz y la persistencia de un conflicto más profundo en la sociedad guatemalteca, que sigue generando más víctimas y, consecuentemente, acumulando más dolor.
Sus pinturas provocan una sensación de encuentro, pero al mismo tiempo evocan el desgarramiento interior por el que todos, en algún momento, hemos pasado. Es la búsqueda del fuego perdido como bien lo retrataba Roberto Obregón Morales.
Esta obra obliga al acto físico de observar, tan simple, tan rotundo, tan cargado de emociones posibles, Colaj en este ensayo, logra su objetivo, nos deja exhaustos, pero no por ello insatisfechos, todo lo contrario, propone reflexionar, para no olvidar a donde pertenecemos. El pasado reciente obliga a reconocer que como sociedad necesitamos restaurarnos para que el exilio no se repita.
¿Acaso eso nos sugiere esta obra?, ¿o será que son estos los retornados del conflicto armada?, como sea su obra plantea el deseo por una paz perpetua, una paz que escapo de nuestras ciudades y que no es posible encontrar. Por ello sus personajes provocan destierro.
Colaj, seguramente la retuvo entre sus manos, y la llevo a la naturaleza, al campo, en definitiva es un recorrido a lo ancestral, a los orígenes, porque es ahí donde podemos comulgar con lo sacro y lo santo, somos una concatenación universal confirmada entre el cielo y la tierra, y; por el polvo de las estrellas.
Walter Morán