Año Nuevo, cualquier excusa es buena para cambiar


El ser humano, por naturaleza, es insatisfecho. Siempre anda en busca de mejorar en, al menos, uno aspecto de su vida; por ejemplo, en lo económico, lo laboral, lo espiritual, lo cultural, lo familiar… En algunos casos, intentarán mejorar en dos o más, o, incluso todos los aspectos.

POR MARIO CORDERO íVILA

Difí­cilmente, un ser humano llega a sentirse satisfecho, aunque habrá algunos casos de personas muy sabias que logran desligarse de lo que no es importante, y se concentran en lo esencial, por lo que es posible sentirse feliz con pocos logros.

Sin embargo, lo que puede ser más común es que el ser humano pierda toda esperanza de mejorar, lo cual implica casos como la indigencia, por ejemplo, o bien el aceleramiento de una decadencia fí­sica en la tercera y cuarta edad.

Pero la normalidad es que el ser humano es insatisfecho por naturaleza, y, aunque esto sea contradictorio, su insatisfacción es uno de los principales motores para la búsqueda del cambio.

Pese a ello, la rutina, la vida diaria, los problemas cotidianos, entre otros factores, van provocando que el ser humano se olvide de sí­ mismo, y se enfoque en resolver cosas urgentes. Esta rutina puede provocar que dí­a con dí­a cada persona esté montada en un tren que cada vez toma mayor velocidad, y no tenga paradas en ninguna estación.

Sin embargo, existen ciclos importantes en la vida que impactan en el ser humano, y que lo obligan a reflexionar y a intentar realizar cambios para mejorar, ante la natural insatisfacción de la cual es (o deberí­a ser) evidente. Entre los dos principales ciclos de reflexión, se encuentran los cumpleaños personales y el fin e inicio de cada año. El impacto se hace más fuerte cuando estas efemérides cumplen ciclos redondos, es decir, 20, 30, 40, 60 años, en los cumpleaños. En cuando a los años, cuando no sólo finalizan doce meses, sino también una década, un siglo o un milenio.

En menor medida, otros motivos de reflexión son también efemérides como aniversarios de bodas, cumpleaños de otros, fines de contratos laborales, fines de ciclos escolares, estaciones climáticas, por citar algunos ejemplos.

Cabe preguntarse, ¿si ciertamente cada fin de ciclo genera una reflexión, por qué el mundo no plantea cambios?

A pesar de la insatisfacción, al ser humano le es difí­cil cambiar. Es cierto, los fines de ciclos generan una reflexión, pero, a veces, hay muchos obstáculos para llevar a la práctica los cambios requeridos, debido a que el tren de la vida continúa sin dar tregua. El cambio de año, en realidad, no representa mayor implicación para la vida diaria. Entre el 31 de diciembre y el 1 de enero no hay mucha diferencia: se amanece con el mismo clima, a la misma hora y las mismas condiciones de vida. Lo único que cambia es un dí­gito en el año, del cual cuesta acostumbrarse para, por ejemplo, firmar cheques.

Los cambios pueden ocurrir en cualquier época, incluso sin pretexto aparente. Para ello se requiere de mucha fuerza de voluntad para saltar del tren, o bien, si se es más radical, forzar a detener su marcha. El cambio puede venir de un dí­a a otro, sin importar el calendario de efemérides. O de una hora a otra, de un segundo a otro. Sin embargo, es mucho más fácil aprovechar los empujes que dan los cambios de ciclo, porque éstos generan una reflexión.

Quizá usted, para este año, ya haya realizado una lista de propósitos, la cual, usualmente, se queda sin resolver al final del año. Nadie dijo que es fácil el cambio, pero es más fácil cuando hay cambios de ciclos.

Una pelí­cula, no tan famosa pero sí­ ha tenido difusión, titulada «El Dí­a de la Marmota» (1993), dirigida por Harold Ramis y estelarizada por Bill Murray y Andie MacDowell, reflexiona sobre el proceso de cambio.

El dí­a de la marmota se refiere a un evento sin mayor importancia en un pueblo de Estados Unidos, en el cual uno de estos animales «pronostica» el fin del invierno. Un reportero (Bill Murray) cubre este evento, del cual le parece aburrido. Debido al mal tiempo, es obligado a quedarse a dormir en el pueblo. Al dí­a siguiente, se da cuenta que despertó el mismo dí­a de la marmota. Es decir, el tiempo no cambió. Al dí­a siguiente, y el siguiente, y el siguiente…, así­ hasta el hartazgo, vive diariamente el dí­a de la marmota, eternamente.

Por momentos, el protagonista intenta aprovecharse de la situación, ya que, al conocer qué sucede diariamente, puede robar, seducir a una bella mujer o bien pasar por adivino del futuro. Sin embargo, al dí­a siguiente todo será igual. Se desespera cuando pasa el tiempo, intenta suicidarse, pero al dí­a siguiente amanece y será siempre el dí­a de la marmota. Y se da cuenta de que nada cambiará, si él no hace nada por cambiarlo.

El cambio de año no da el suficiente empuje para cambiar las cosas que queremos, pese a que nos obliga a reflexionar sobre nuestra vida. La fuerza para cambiar debe nacer de nosotros. Debemos aprovechar cualquier cambio de ciclo.

Año Nuevo


Entre brindis, risas y alegrí­a

celebremos con intensa felicidad

por otro año

y por muchos, muchos más…

Un nuevo año bañado de esperanza,

sueños y desafí­os,

y otro que recuerdos impregnados deja,

que agoniza y no volverá…

Años transcurridos con surcos vestidos

de amor, alegrí­a y dolor,

abanico multicolor de la vida.

Alcemos nuestras copas

y en jardines de júbilo y ensueño,

al compás de la algarabí­a

y las luces titilantes,

brindemos:

Por la vida,

por la esperanza

y el agradecimiento

de sentir, amar y compartir.

¡Amigos, alcemos nuestras copas!