Qué distintas las épocas de estudiante, de dirigente empresarial, de dirigente político, de funcionario electo con las de ahora. Todo ello se evidencia en mi actuar y opinar. Qué diferentes éramos los dirigentes empresariales con los actuales, muchos de ellos profesionales contratados; las opiniones no estaban subordinadas a ninguna cúpula, éramos personas con diferentes opiniones, con sensibilidad social que hoy no la hay; éramos auténticos guatemaltecos que veníamos de diferentes latitudes.
También recapitulé esa noche mi actuar como miembro de la junta directiva del IGSS, durante cinco años; como gerente interventor, dos años y fracción; como diputado al Congreso de la República, durante dos períodos accidentados por el golpe de Jorge Serrano, pero sumamente trascendentales en el proceder y la búsqueda de una mejor patria.
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Transcurrieron igualmente mis muchos años como miembro del Frente Republicano Guatemalteco, en su comité Ejecutivo, como fiscal en el Tribunal Supremo Electoral y por supuesto los cuatro años compartiendo el Ejecutivo con Alfonso Portillo como presidente y el suscrito como vicepresidente y hoy como simple afiliado.
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A ello debo agregar los cuatro años en el Parlamento Centroamericano, vivencia que nunca me imaginé fuera tan enriquecedora porque, igual que en CACIF, tuve la oportunidad de conocer a dirigentes empresariales de Canadá, Estados Unidos, México, Centroamérica, Venezuela, Colombia, Brasil, Argentina y Chile. En el Parlacen compartí cuatro años con dirigentes políticos de todos los partidos de Centroamérica, incluyendo Panamá y República Dominicana, aspecto que me permitió lograr amistades con miembros del Frente Farabundo Martí, del Frente Sandinista, del movimiento de Torrijos, con discípulos del profesor Juan Bosch de República Dominicana, con miembros de los partidos de derecha y del centro de estos países hermanos.
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Me dije, por todo lo señalado debo continuar con el esfuerzo de tratar de devolver lo vivido, lo aprendido, lo mucho recibido, aun cuando a veces dude al recibir algunos de los correos electrónicos. ¿Por qué hay guatemaltecos que no saben mantener la educación, la decencia, la equidad en sus comentarios, que incluso se atreven a acusar de hechos, faltas o delitos sin ningún fundamento, que no les constan, que por su inexistencia sus afirmaciones son punibles penal y civilmente; que innecesariamente se expresan con grosería. Me detuve y me dije que son ellos los que más pierden y tristemente eso sucede en muchas partes; ojalá que en este nuevo año se miren al espejo, reflexionen y cambien, que critiquen, que disientan, que opinen, pero con educación y verdad.
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Por el contrario, casi de inmediato esa noche se me cruzó por la mente  cuánto debo agradecerle a los cientos, si no a los miles de compatriotas con los que me encuentro en los centros comerciales, en los lugares públicos, que sin vacilar se me acercan, me sonríen y de forma agradable y positiva se refieren a mis opiniones, pensamientos y reflexiones.
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Terminé de meditar y recordé una canción, en inglés, de mi adolescencia, de la época que viví en Alabama, que más o menos dice: «Cuando estoy nostálgico o triste y quiero dormir, cuento mis bendiciones, doy a Dios gracias y sin darme cuenta me quedo dormido pensando en ti».