Año nuevo, corre y va de nuevo (II)


Tal y como debí­a ser, en la noche del 31 de diciembre concluyó el 2009 y a las 12 y una fracción se inició el nuevo año 2010. Por ser una persona de la tercera edad debo decir que gracias a Dios la pasé en paz, viendo y sintiendo en mi corazón y en mi mente a todos mis seres queridos presentes y ausentes. Sin ponerme dramático aunque sí­ nostálgico, recorrí­ los 71 años y medio que han transcurrido de mi vida.

Juan Francisco Reyes López

Una de mis principales vivencias esa noche fue el regresar a Chile, paí­s de mis amores, paí­s de mi recuerdo, donde aprendí­ los principios, los deberes de ser un oficial del Ejército. El 22 de diciembre cumplimos 50 años de egresados como oficiales del Ejército, mi promoción, al igual que la mayorí­a de las promociones que han egresado de la Escuela Militar del General Bernardo O´Higgins, hizo un esfuerzo y se reunieron los que a estas alturas Dios les ha permitido vivir.

 

En el curso 1959 (así­ es como se les denomina a las promociones), la fortuna, los azares del destino y el comportamiento de cada uno en lo individual nos ha dotado de cuatro generales, de numerosos brigadieres y múltiples coroneles, tenientes coroneles, mayores y demás. Históricamente, no somos muchos los guatemaltecos que tuvimos el honor de vestir de azul y negro, de desfilar con el casco y el penacho blanco.

 

Los guatemaltecos que integramos ese curso, esa promoción, fuimos cinco, a la fecha sobrevivimos dos: Carlos Gereda, que no se graduó en Chile, aunque sí­ lo hizo posteriormente en México y el suscrito, a quien la Escuela Militar y el Ejército de Chile -merecidamente o no- le ha reconocido con los máximos honores al haberme otorgado la Cruz de la Victoria, máxima condecoración que ostentan en su pecho los generales de ese glorioso y nunca derrotado ejército. Igualmente se me otorgó la réplica de la Espada del Libertador, General Bernardo O´Higgins, fundador de la Escuela Militar. Si pudiéramos escoger y tener la posibilidad de cambiar algunas de las etapas de nuestra vida sin duda alguna la que por ningún concepto cambiarí­a es la de esos años en Chile.

 

Dentro de los aspectos que también pasaron por mi mente esa noche de año viejo y año nuevo fueron estos últimos seis años en los cuales mi rol de trabajo, mi vida y sus actividades son absolutamente distintas a las que transcurrieron en años anteriores. Ya no soy un trabajador activo, aunque sí­ continúo con la disciplina de hacer, de una u otra forma, todos los dí­as. Esta etapa es distinta y en ella debo resaltar que gracias a Oscar Clemente Marroquí­n Godoy, a su familia y demás dueños de Diario La Hora, he podido materializar otro de mis sueños y también una obligación: la de opinar como columnista, la de entregar mi experiencia con todas sus caracterí­sticas buenas, malas y regulares, pero experiencias sin duda alguna. He pretendido reflejar mis años de dirigente estudiantil, de fundador de la Universidad Rafael Landí­var y miembro de la primera promoción de alumnos que egresáramos de la Facultad de Derecho. Fuimos doce en total y de ellos apenas seis habí­amos empezado desde el primer año en esta primera universidad privada.

 

También he tratado de compartir, de entregar la experiencia y el conocimiento de los cinco años que fui dirigente de la Asociación Guatemalteca de Transportes, de los ocho años que fui miembro de la junta directiva de la Cámara de Comercio, de los cinco años que fui miembro de la junta directiva de CACIF, incluyendo mis dos perí­odos de presidente, y de los cuatro años que fui directivo de la Asociación de Amigos del Paí­s.