De nuevo transcurrieron 365 días. De conformidad con el calendario que la mayoría del mundo ha adoptado, termina un año, es un momento en el que todos y cada uno de nosotros debemos preguntarnos ¿Qué ha acontecido en la vida nacional, en la vida familiar y en nuestra vida individual? La suma y resta que cada uno de nosotros haga será distinta, a pesar de ello habrá suficientes aspectos que nos digan qué calificativo se merece nuestro país, el Gobierno, el sector productivo, la sociedad civil.
jfrlguate@yahoo.com
Me temo que el balance no será muy bueno y por consiguiente insatisfactorio. La seguridad continúa deteriorada y por mucho que se retuerzan las estadísticas y los números, la verdad es evidente. Claro, podemos consolarnos diciendo que Honduras está peor que Guatemala pero acaso podemos decir que estamos mejor que Argentina, que Chile, que Perú o que Brasil, evidentemente no.
Si nuestro enfoque y análisis es sobre la educación, nuevamente encontramos que la educación preescolar, primaria, secundaria y universitaria es de muy bajo nivel, los países asiáticos todos nos superan, Europa también y el norte y Sudamérica sin duda alguna nos llevan de cien a 25 años de ventaja.
De salud quisiéramos no hablar. ¿Cuántos nuevos hospitales se han construido en los últimos gobiernos? Ninguno. ¿Qué equipamiento se ha renovado en la seguridad social o en la salud pública? Cero. En otras palabras o se tienen los recursos para ir a los hospitales privados, al extranjero o nos resignamos a que nuestros niños, nuestras esposas y demás miembros de nuestra familia que se enfermen no se curen o se mueran.
El actual gobierno, especialmente los funcionarios electos deben de verse en un espejo y preguntarse cuáles son los éxitos, los resultados que en su gestión han logrado realizar en beneficio de la gran mayoría de guatemaltecos y al así hacerlo no solo ver el tema de seguridad, educación y salud sino preguntarse por qué la Canasta Básica alimenticia durante el presente año se ha incrementado desmedidamente a comparación de México, de Chile y de la mayoría de países de América Latina. ¿Será que los pobres que son más del 54% de nuestra población pueden decir que están menos mal? Adicionalmente, podemos decir que los medicamentos en el país no son los más caros del área y que si los comparamos con México la diferencia en la mayoría de productos es del 35% al 50%.
Que le importa al pueblo que los funcionarios tengan caballos pura sangre, compren grandes residencias o que la supercúpula económica tenga helicópteros, yates, aviones, jet, si eso no se refleja en los salarios, en los ingresos. Nadie desea estar peor, incluso el ejemplo del incremento de la riqueza en 1% de los guatemaltecos no se ve como algo que pueda ser una meta para muchos otros, pero cómo lograr por lo menos la meta de tener para comer adecuadamente, para educarse, para vivir con seguridad y bajo un techo donde no se cuele el agua.
En una sociedad el mejor éxito es que todos tengan el mínimo suficiente y eso no se ve que en Guatemala lo puedan lograr dos terceras partes de la población. ¿Qué es lo que pretendemos como sociedad? Irnos hacia un extremo social o buscar un equilibrio, un balance, donde los impuestos no se inviertan inadecuadamente, donde los impuestos sean suficientes para que el progreso que se produzca sea parecido al de Colombia, Perú, Uruguay, ya no digamos al de Chile.
La paz no es el producto de terminar la guerra, por el contrario, es el producto de la ecuanimidad. “Barriguita llena, corazón contento”. Si la educación, la salud, la seguridad y el ingreso no se logran estamos fritos.
¡Guatemala es primero!