Año de expectativas


Editorial_LH

Cada Año Nuevo empezamos con la esperanza de que nos traiga algo positivo pero cuando además estamos terminando un perí­odo de gobierno caracterizado por la corrupción, la incapacidad hasta para ofrecer seguridad a la ciudadaní­a y con un gobernante anodino, ya por iniciar un nuevo régimen surgen expectativas de cambio por la idea generalizada de que si ya tocamos fondo, peor no podemos estar. La experiencia, sin embargo, nos demuestra que en eso de mangonear la cosa pública no hemos tenido aún esa suerte de tocar fondo y los polí­ticos nos muestran una enorme capacidad para escarbar a más oscuras profundidades.

 


Sin embargo, el eterno optimismo que se generaliza en estos dí­as, cuando sinceramente pensamos en un año pródigo, hace que crezcan las esperanzas y expectativas. Hay que decir que el gobierno que está por instalarse ha dado muestras ambivalentes porque si bien han tomado decisiones correctas y realizado nombramientos que parecen producto de un buen proceso de selección, también hay otras decisiones y otros nombramientos que hacen pensar en más de lo mismo, en la continuidad de los vicios que ponen al Estado al servicio de los financistas de campaña.
 
 Veremos en el curso de los primeros meses de este año el rumbo que tomará el general Pérez Molina, quien tiene la oportunidad histórica de convertirse en un gobernante que introduzca grandes cambios para oxigenar a un sistema que está languideciendo y acaso hasta agonizando, pero también tiene los obstáculos sempiternos de una estructura diseñada para la corrupción y explotada con excelencia en tan avieso fin. Enfrentará enormes obstáculos con un Congreso que apunta a ser una versión empeorada del anterior y que es una especie de bolsa de votos, donde todo se compra y se vende al mejor postor sin más control o medida que la voracidad de los mismos diputados.
 
 Pero un gobernante con carácter y honestidad puede enderezar el rumbo del paí­s y eso es lo que está en juego, lo que está por verse en los meses inmediatos, cuando veremos si se enví­an mensajes contundentes contra la corrupción, aplicando la ley a los que se hartan con el erario, para que hasta los más perversos diputados entiendan que las condiciones han cambiado y que no se puede persistir en el juego del chantaje y la extorsión.
 
 Un gobierno con arrestos, con claridad, con empuje y patriotismo, puede ser una enorme diferencia para la construcción de una Guatemala en la que prevalezca la ley e impere la justicia en todo el sentido de la palabra. Un gobierno que use no sólo sus recursos sino su poder, para impulsar el bien común, generando un desarrollo que beneficie a todos y no únicamente a un grupito de financistas y compadres.

Minutero:
No prolongó su mandato 
imponiendo a la mujer; 
ya volverá, como ayer, 
a ser simple pelagato