El vienes pasado 20 de noviembre, UNICEF presentó un interesante informe en el marco de la conmemoración del 20 aniversario de la Convención de los Derechos del Niño suscrita en las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. A 20 años de distancia… mucho ha cambiado, pero hay un gran trecho que caminar, todavía.
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Es un día viernes de octubre. Son las 12:30 horas. Voy viajando en el interior de un microbusito, color gris plomo, último modelo….pero en realidad voy metido en un mundo indígena mágico, en medio de un calor sofocante, con las ventanillas medio cerradas, para que no ingrese la polvareda de este camino a medio hacer, hacia El Estor. Estoy viajando desde hace una hora, compartiendo este espacio, estos momentos de mi vida, con más de 20 indígenas quekchíes a quienes admiro por mantener viva su cultura y una cosmogonía que prevalece a pesar de tantos años de opresión Su silencio y caras adustas, impactan mi conciencia.
Me subí a este cómodo y moderno transporte, una cuadra después del gran puente de Río Dulce y desde que lo abordé, percibí cómo una bella niña -de unos 8 ó 9 años- se hizo a un lado? y me dejó pasar, para que yo me sentara en el lugar de atrás. Era el último sillón disponible y arrancamos en punto, a las «y media». Ella viaja de pie, igual que su hermano, quien detiene su cabeza en medio de los bracitos, porque el cansancio lo ha obligado a dormirse.
Ella no puede descansar y cada vez abre más sus impresionantes ojos cafés, grandes, grandes, como para tragarse la angustia por el futuro que le espera. Tiene pies descalzos -igual que toda su familia- y durante toda la mañana, ha acompañado a su madre a alguna gestión en Río Dulce. En las vueltas de este camino medio hecho se agarra fuerte, para no caerse? porque como va viajando de pie, no le cobran a su mamá? tal vez solo medio pasaje.
¿Qué hacen estos niños a esta hora, si deberían estar en la escuela? Esta familia seguramente pertenecen a los grupos de campesinos quekchíes, que salieron de su comunidad, esta madrugada, caminando durante una buena jornada y a una hora en lancha, cruzando por el Lago de Izabal, hasta llegar a El Estor, para luego tener que tomar un busito hacia Río Dulce, hacer la gestión a que venían y luego volver a realizar el mismo viaje, de regreso. Habrán salido a eso de las cuatro de la mañana.
¿Por qué no están en la escuela si es día entre semana? ¿Y con quien los deja? porque el padre se va al campo a trabajar todo el día, pienso. Converso unas palabras con la madre, y me cuenta la edad de ambos. Parecen tener, unos cuatro años menos cada uno de lo que aparentan. Es el efecto directo de la mala nutrición. Ninguno va a la escuela, todavía. Aunque la mayor, ya debería estar por lo menos en tercer año primaria y el varón empezando a aprender las primeras letras y los números. Tiene varios hijos más: tres ya muertos, que no se le lograron y cuatro mayores.
El informe de UNICEF dice que «?la crisis económica incrementa los niveles de pobreza y el cambio climático incrementa enfermedades, como la desnutrición por la pérdida de cosechas y falta de alimentos, la falta de higiene e incremento de enfermedades e infecciones?»
Angelita y Juanito representan a esta niñez guatemalteca que he conocido casualmente, en un bus hacia El Estor. ¿Cómo será su futuro? ¿Cómo nos ayuda a los guatemaltecos conocer estos informes de UNICEF? ¿Qué hemos hecho para mejorar la vida de estos dos guatemaltecos?