Anansí, el hombre araña en La Buga


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Hace muchos, muchos años, en tiempos antiguos, los animales vivían en el paraíso terrenal, donde todos los árboles les daban frutos para alimentarse, por lo que no tenían que trabajar por la comida. Ese paraíso era muy hermoso.

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Celso Lara Figueroa

El Sol alumbraba perfectamente, arrojando sus dorados rayos sobre todos los seres vivientes. Las palmeras alegraban el paisaje junto al mar, produciendo sombra.  Tierra adentro, numerosos árboles cobijaban a todos los seres vivos. Un poco más adentro, una hermosa serie de cascadas alegraba el ambiente con el agua cantarina que pasaba por ella y proporcionaba agua dulce a los animales y personas, mientras que el mar daba el agua salada. Cuando llovía, las copas de los árboles protegían a todos los animales para que pudieran esconderse en las cuevas sin mojarse demasiado. 

Todos los animales vivían en armonía. Entre ellos estaban Bra Anansí, la araña, Bra Mono, Bra Lagarto y muchos más. 

Bra Lagarto era uno de los más perezosos, nunca quiso trabajar, solamente dormir. Así que no aprendió nada acerca del esfuerzo. Solamente bostezaba y se quejaba: “Hace mucho calor”. O bien: “Hace mucho frío”.  “Esa palmera da mucha sombra”. “El agua salada no me gusta”. “Ya me aburrí del agua dulce”. Todos sus comentarios eran parecidos, nada le gustaba.

Bra Mono era diferente, era muy alegre.  Siempre estaba jugando y buscando algo para entretenerse. Observaba las flores, la forma en que crecían las hojas, de dónde provenían los frutos… en fin, era un personaje muy curioso. Cuando se reunía con otros animales, contaba chistes, hacía bromas, entretenía a los demás y era el centro de la atención.

Bra Hormiga era muy trabajadora.  Le gustaba poner las cosas en su lugar.  No le gustaban las piedras en el camino ni las hojas de los árboles tiradas por ahí. Todo lo colocaba en su lugar. Apilaba las  hojas marchitas para convertirlas en abono.  Juntaba las piedras sueltas para hacer las veredas de los caminos. Colocaba otras piedras para hacer cauces por donde circulara el agua de la lluvia hacia las cascadas. Era muy trabajadora.

Bra Tortuga era muy resistente. También le gustaba trabajar, pero lo hacía muy lentamente, porque prefería mover piedras grandes y pesadas. “Yo te ayudo”, le decía a Bra Hormiga y, juntas, construían las veredas y los canales. “Gracias Bra Tortuga”, le respondía Bra Hormiga y juntas hacían grandes proyectos.

Bra Perro era algo enojado. No le gustaba que le quitaran sus cosas.  Si lo hacían ladraba.  Sin embargo, todos sabían que era un amigo fiel y que podían confiar en él cuando lo necesitaban. “¿Cómo crees que puedo llevar más hojas?” Le preguntó una vez Bra Hormiga.  “Yo te ayudaría, pero tengo que sacar a las garzas de mi casa, pero tal vez Bra Tortuga te ayude”, le dijo. Desde entonces fue cuando Bra Hormiga y Bra Tortuga iniciaron sus proyectos constructivos.

Bra Paloma era soñadora. Le gustaba componer versos y canciones. Cuando se reunían todos, Bra Paloma cantaba y Bra Mono actuaba. Bra Paloma también gustaba de llevar mensajes de sus amigos cuando se lo pedían. “Por favor, busca a Bra Hormiga, aquí hay unas piedras que le encantarán”, le pidió una vez Bra Perro y Bra Paloma lo hizo encantada.

Bra Luciérnaga también era muy servicial. Un día, Bra Hormiga necesitaba terminar un trabajo, pero empezaba a anochecer.  Entonces Bra Luciérnaga tomó un poco del fuego del hogar y lo llevó como antorcha.  Desde entonces, cuando le pedían luz por la noche, la llevaba.

Bra Anansí también era muy trabajador, pero le gustaba trabajar solo. Elaboraba telas para diversos usos. Algunas veces les hacía el tejido muy separado, para capturar conchas en el mar. Otras veces hacía el tejido más unido, para cubrir algunas cosas durante la noche. Siempre trabajaba en su nuevo invento: un tejido que retuviera el agua.

Todos eran muy felices. Pero un día, Dios creó al ser humano. El espíritu del mal tomó la forma de Bra Serpiente, porque fue la única que estaba dormida cuando pasó el espíritu. Estaba muy cansada y no se percató de la suplantación. El espíritu engañó a los humanos y fueron expulsados del paraíso.

Los pobres humanos estaban muy tristes y no sabían qué hacer.  Entonces, Dios les pidió a los animales que, quien quisiera ayudara a los humanos a valerse por sí mismos.

Algunos no quisieron ayudar, pero otros sí. Y, como Dios quería mucho a los seres humanos, arrojó una piedra, para que donde se detuviera se recreara una parte del paraíso. La piedra fue rodando y rodando por el mundo, hasta que cayó en el lugar que más se parecía al paraíso. La piedra quedó asentada frente a la desembocadura de un río y allí se establecieron los humanos. Llamaron al lugar La Buga, porque era la boca del río y frente a ese lugar quedó la piedra viviente o Livingston.

Una vez establecidos, los animales enseñaron sus destrezas a los humanos. Bra Mono les enseñó a actuar y divertir. Pero, sin que se diera cuenta, los humanos advirtieron su gran curiosidad. Así que de Bra Mono surgió la ciencia. Bra Paloma les enseñó su poesía y el arte, pero sin quererlo se portaba muy servicial llevando mensajes y objetos. De ella aprendieron el servicio a los demás.

Bra Tortuga les quiso enseñar a mover grandes piedras y lo hizo, mientras que Bra Hormiga les enseñó a cuidar caminos y campos. Pero, como trabajaban juntas, de ellas aprendieron los humanos a trabajar en equipo.  Bra Perro les enseñó a cuidar a otros animales. Pero como era muy buen amigo y los demás animales confiaban en él, los humanos aprendieron de él a ser cumplidos, honrados y fieles.

Bra Luciérnaga les enseñó a producir el fuego para alumbrarse y preparar los alimentos y, sin quererlo, les enseñó a ser dadivosos, porque ella siempre daba luz sin pedir nada a cambio.

Sin embargo, el espíritu del mal sintió envidia, porque todos los animales estaban ayudando a los humanos y de nada le servía que hubieran sido expulsados del paraíso. Además, estaba furioso de que vivieran en un lugar tan hermoso. Así que trató de enseñarles todo lo opuesto a que le enseñaban los animales: a destruir, a incendiar, a pelear, a desconfiar, a ser desleales, a estropear el trabajo de los demás. 

Sin embargo, se tardó un poco, lo que dio tiempo a Bra Anansí a enseñarles a tejer cestas, para almacenar los alimentos y sacar el jugo amargo de la yuca, también a elaborar redes para pescar.  Luego les enseñó a elaborar telas, para cubrir sus cuerpos del Sol y la lluvia.  También les enseñó que podían tejer plantas para hacer techos y paredes para sus casas. Enfurecido, el espíritu del mal lanzó rayos en contra de todos los animales, lo que les impidió hablar y comunicarse entre ellos y con los humanos. Bra Anansí se escondió debajo de unas tablas y se protegió con una de sus telas, pero un rayo también le alcanzó.

En vista de todo esto, Dios envió a San Isidro Labrador, para que pusiera en su lugar al espíritu del mal.

En un momento, San Isidro capturó al espíritu y le envió al infierno, pero ya los animales habían quedado sin poderse comunicar. En agradecimiento por sus enseñanzas, Dios le asignó a cada animal su alimento, porque cada animal debía comer algo establecido.

Desde entonces, todos los humanos siguen las enseñanzas de los animales, pero a veces también del espíritu del mal.