A medida que la intervención militar en Afganistán provoca más víctimas civiles, la opinión pública de los países occidentales es cada vez más hostil a esa operación y presiona a sus gobiernos, que convocaron una conferencia internacional con la esperanza de iniciar una retirada.
«La opinión pública ya no acepta un escenario en el cual hay muertos inútiles y un calendario incierto», explicó Dominique Moisi del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
Ese sentimiento de hostilidad, del que se hacen eco los partidos de la oposición, explica la iniciativa de Alemania, Francia y Gran Bretaña de convocar a una conferencia internacional antes de fin de año.
Según París esa conferencia «hará evolucionar» las relaciones entre Kabul y la comunidad internacional tras la «nueva etapa» que constituye la elección presidencial del 20 de agosto en Afganistán, cuyos resultados encabezaba el mandatario saliente Hamid Karzai, según datos difundidos ayer.
Tras un ataque, el pasado viernes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Kunduz (norte) que levantó una fuerte polémica pues habrían muerto decenas de civiles, la canciller alemana Angela Merkel pidió «acelerar el ritmo» para que las nuevas autoridades «asuman sus responsabilidades».
Merkel exige objetivos concretos y una verificación de los resultados «para que pueda reducirse la participación internacional».
Rechazo y una creciente preocupación empiezan a dominar el panorama en los diversos países, que además deben gestionar variables específicas: Gran Bretaña tiene que hacer frente a fuertes bajas en sus filas en Afganistán (más de 200 muertos desde 2001) y la impopularidad de su primer ministro, Gordon Brown y Alemania está en plena campaña electoral de cara a las legislativas del 27 de septiembre en medio de un sentimiento pacifista que está ganando terreno.
En Estados Unidos, muchos tienen la impresión de haber sido «traicionados» por el presidente Barack Obama, que reforzó su presencia militar en Afganistán, consideró Moisi.
Según una encuesta reciente, seis de cada diez estadounidenses se oponen a una guerra que tan sólo en lo que va de 2009 mató a 184 de sus muchachos.
Y el riesgo es desembocar en un escenario al estilo vietnamita.
El gobierno de Obama envió 21 mil soldados más y podría reforzar aún más su continente, una opción que sólo aprueba el 24% de los norteamericanos.
Los británicos están divididos sobre la legitimidad de esta guerra. Según una encuesta difundida en agosto, el 57% de los británicos piensa que sus soldados no tienen que permanecer en Afganistán.
En Alemania, más del 60% de sus ciudadanos pedían en julio la retirada del contingente alemán. El ataque de Kunduz se produce en el peor momento para Merkel, a sólo tres semanas de las legislativas.
En Francia, el 64% de los ciudadanos rechazaban en agosto la presencia de sus tropas en Afganistán mientras la oposición socialista reclamaba un «verdadero debate» sobre la permanencia militar en ese país asiático.
Según Moisi, Canadá y Australia, están «al límite» de su permanencia en Afganistán.
En cambio España, donde la intervención militar en Afganistán no provocó ni de lejos el rechazo popular que la guerra de Irak en 2003, estaría dispuesta a aumentar en 200 los efectivos de su continente.
«Enviaremos más tropas si es necesario y es probable que sea necesario», afirmó el pasado sábado el presidente del gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
España está presente en el oeste de Afganistán, con su base de Herat, con 1.230 militares. Seis de ellos murieron en diversos ataques, entre éstos un peruano nacionalizado español y un paracaidista ecuatoriano.
Unos 64.500 efectivos de 42 países conforman la misión de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) de la OTAN, aunque su presencia no ha logrado hasta ahora derrotar a los talibanes y sus aliados de la red Al Qaida.