Del título de mi columna de la presente semana surge la siguiente interrogante: ¿Qué tan seguro puede ser el manejo de la tecnología nuclear, es realmente segura?
El tema de seguridad nuclear puede ser abordado desde diferentes perspectivas, esto vinculado por supuesto a los procesos de generación de energía nuclear y sus propósitos: fase inicial (concepción), fase intermedia (desarrollo) y fase evolutiva (aplicación).
En promedio 441 reactores nucleares alrededor del mundo generan el 16% de energía. Si bien es cierto sus defensores preconizan a su favor la reducción de dióxido de carbono entre otros, así como el uso de fuentes alternativas menos dependientes de energéticos fósiles, por otro lado sus detractores señalan los efectos nocivos del material radiactivo y los óxidos nitrosos capaces de generar un daño potencial a la capa de ozono.
Así pues, la seguridad nuclear abarca, la protección de los trabajadores, población y medio ambiente de los efectos nocivos del manejo del material radioactivo; la seguridad en el transporte de materiales radiactivos, el aseguramiento de la tecnología nuclear con fines pacíficos que fomente el desarrollo sostenible, manejo de reactores, capacidad de reacción en casos de desastres (a la fecha se han suscrito un sinfín de acuerdos y tratados bilaterales y multilaterales bajo los auspicios de la OIEA, con este fin).
En los últimos días hemos presenciado una serie de acciones políticas interesantes en este tema, movimientos de ajedrez en política exterior. Por un lado, la reducción de 34 toneladas métricas de excedente de plutonio, así como 68 toneladas de plutonio refinado, capaz de producir 17 mil armas nucleares, compromisos adquiridos por parte de los Estados Unidos y Rusia. Por otro lado, la iniciativa de la Cumbre de Seguridad Nuclear a convocatoria de los Estados Unidos que busca reducir la posibilidad de un enfrentamiento nuclear a su mínima expresión con compromisos tales como: reducción de uranio altamente refinado y entrega de residuos nucleares a los proveedores para evitar riesgos innecesarios.
Al analizar el tema de seguridad nuclear, tenemos que precisar, sin ánimos de alarmismo, por dar un ejemplo, que en el tamaño de una pelota de tenis se puede guardar tal cantidad de uranio enriquecido que podría generar una explosión de varios kilómetros de diámetro. Entonces, al hablar de seguridad nuclear, adicional de precisar los elementos citados anteriormente: proceso y negociación política, habrá que tener en cuenta la vulnerabilidad que representa que dicha capacidad destructiva, no digo manejo tecnológico (diferencia entre potencial nuclear y país con capacidad nuclear), pueda ser utilizada no precisamente con fines evolutivos, sino por el contrario con fines destructivos.
Resulta interesante para el análisis, los movimientos políticos de las últimas semanas, la cumbre bilateral y la cumbre multilateral del día de ayer en Washington, DC. Dejo para el análisis el rol de la OIEA. Así mismo, resulta interesante la postura que se asume desde América Latina, la presencia de México, Chile y Brasil entre otros. La declaratoria de otros países por explorar la energía nuclear con fines pacíficos: medicina, agricultura y energética, por citar algunos ejemplos.
El caso de Irán y Corea del Norte merecen un especial análisis, al igual que el caso de India y Pakistán. En pocas palabras, estamos frente a un interesantísimo rompecabezas que no parece tener forma ni fondo.
Otro análisis preciso requiere el manejo de la información relacionada con el uso de la tecnología nuclear con fines destructivos por parte de grupos terroristas, el uso de bombas sucias que puedan dispersar material radioactivo y el trasiego de capacidad nuclear. Prometo abordar con más tiempo y más espacio este tema interesantísimo e importantísimo tema.
Finalizo con una interrogante, similar a la que utilice al iniciar mi artículo ¿Qué tan segura puede ser la seguridad nuclear?
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