A través de la historia se puede comprobar que para construir una sociedad, una nación, es indispensable el entendimiento, lo cual se traduce en paz y por consiguiente en amor. También se puede comprobar que cuando existe odio en una sociedad, ello conlleva al enfrentamiento, a la agresión y por consiguiente a la destrucción.
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Caín y Abel, ejemplo de conflicto, enfrentamiento entre dos hermanos, derivado de ello sus descendientes han producido los conflictos, las guerras y los enfrentamientos más antiguos de la sociedad.
Europa ha vivido numerosas rencillas que han producido dolor y muerte, son tantas las guerras y los enfrentamientos que requerirían varias cuartillas para enunciarlos. La Primera y Segunda Guerra Mundial fueron la culminación de los desacuerdos y de las ambiciones ideológicas y materiales. Quienes vencieron en la Segunda Guerra Mundial crearon tribunales especiales en los que juzgaron a parte de los vencidos, no respetando en buena parte las bases del Derecho. Si por el contrario, los vencidos hubieran sido los países victoriosos, Rusia con José Stalin a la cabeza tendría que haber sido juzgado por sus numerosas actitudes y violaciones cometidas en Polonia y en numerosos países de la Europa del Este, ya no digamos por las actitudes que le permitieron a él y a otros líderes soviéticos consolidarse en la Unión de Repúblicas Socialistas. Sin embargo, hasta la fecha nadie le ha juzgado ante un tribunal competente. Ello solo es el ejemplo de cómo los vencedores pueden imponerse.
En fechas más recientes tenemos el conflicto de Vietnam, de Irán, de Afganistán, donde el gobierno de Estados Unidos ha creado conflictos y violado normas sin que hasta el momento sea llevado persona alguna ante un tribunal.
Triste y censurablemente son miles los ejemplos de lo que no se debe de hacer, en América Latina muchos hechos han destruido familias y enfrentado hermanos contra hermanos. Inocentes son solo los niños, por cuanto los adultos de forma activa o pasiva tienen responsabilidad ante su sociedad y nación.
Pretender ignorar los hechos no es posible, pero no comprender que solo el perdón, que solo la clemencia, que sólo lo que jurídicamente se llama amnistía para todos es lo único que puede permitir no continuar prolongando el odio, es no aceptar lo que tan sabiamente, en Sudáfrica, supo materializar Nelson Mandela, su partido, su gobierno y su pueblo.
Amor y paz es un concepto que la juventud utilizó para insistir que Vietnam debía terminar, que no podía el mundo continuar tolerando que se bombardearan ciudades y aldeas, tampoco podía aceptarse que con químicos se destruyeran enormes extensiones de bosques y sembrados. Cuántos jóvenes norteamericanos murieron, cuántos regresaron lisiados y cuántos habrán olvidado que no solo mataron soldados del “Viet Cong”, sino también destruyeron y arrasaron poblados con niños, mujeres y ancianos inocentes. Solo Dios puede responder esa pregunta.
Lo mismo se aplica a las guerrillas y a los ejércitos. Puede alguien decir, en la izquierda y en la derecha, que sus manos, mentes, plumas, almas están libre de pecado, sin duda alguna, todos los que actuaron de cualquier manera en un conflicto son corresponsables de lo acontecido. A las amnistías otorgadas en América Latina se han acogido los unos y los otros, si no fuera así en Guatemala continuaría el conflicto que durante 36 años nos marcó, nos dividió, nos laceró. Solo Dios hace milagros, el hombre solo puede pedir su intermediación, sin duda alguna Guatemala necesita amor y no odio.
¡Guatemala es primero!