Amí­lcar Méndez clama justicia por el asesinato de su único hijo


Durante varios lustros el activista de los derechos humanos Amí­lcar Méndez estuvo trabajando arduamente por el esclarecimiento de la muerte violenta o el desaparecimiento forzado de decenas de guatemaltecos, especialmente indí­genas y campesinos, ví­ctimas de la represión de gobiernos militares y autoritarios, que podrí­a resultar redundante, pero no siempre lo es.

Eduardo Villatoro

Ahora se afana en lograr que se haga justicia en el caso de su único hijo varón, quien, siendo un adolescente, acompañó a su padre, a sus hermanas y su madre, cuando huyeron del paí­s en febrero de 1993, ví­ctimas de la persecución desatada en su contra por parte del gobierno del presidente Jorge Serrano Elí­as, después que sujetos no identificados lanzaron una bomba en su residencia.

José Emanuel, a quien parientes y amigos suyos llamaban Pepe, estudiaba en el colegio Don Bosco y se identificaba con la lucha humanitaria de su padre, que encabezaba la organización civil Runujel Junam (que en idioma k’iche’ significa «Todos iguales» ), especialmente en el trabajo de educación popular en derechos humanos para las comunidades mayas.

Al retornar del exilio y después de firmados los Acuerdos de Paz, la familia de Amí­lcar se integró a la vida aparentemente normal, y Pepe, quien ya habí­a contraí­do matrimonio, prestaba sus servicios en la dirección general de Aeronáutica Civil; pero paralelamente hací­a trabajo de voluntariado en actividades humanitarias, y de esa cuenta, en 2005 colaboró con un equipo de la BBC de Londres en la grabación de un documental acerca de las muertes violentas de mujeres en Guatemala.

También formó parte de la delegación que, encabezada por Katheleen Kennedy y Blanca Jiager, observó las elecciones de 2003, y en abril recién pasado de este año viajó en un helicóptero a San Andrés Sajcabajá (departamento de El Quiché) pueblo natal de su padre, con el propósito de mediar en un conflicto entre vecinos y evitar el linchamiento de tres jóvenes, habiendo logrado rescatar con vida a dos de ellos y al periodista Eddy Toledo, herido en la trifulca.

Sin embargo, el viernes 17 de agosto, cuando retornaba de sus labores, fue ultimado de varios disparos en el interior del vehí­culo en que se transportaba, sin causas aparentes. Un dí­a antes, el jueves 16, según la versión de Méndez Urí­zar, a requerimiento del doctor Rafael Espada, candidato vicepresidencial de la UNE, denunció la ola de criminalidad en el escenario polí­tico ante representantes de varias instituciones que hacen labor de observancia de los derechos humanos, tales como el Centro Carter y el Centro de Derechos Humanos Robert Kennedy, solicitando su intervención, para garantizar la seguridad fí­sica del vicepresidenciable uneí­sta.

En marzo del año anterior, Amí­lcar presentó una denuncia contra el Estado de Guatemala por la violación del derecho humano a la vida, puesto que conjuntamente con Pepe realizaban un monitoreo en los medios impresos y televisivos de los hechos violentos con ví­ctimas mortales, a partir del 15 de enero de 2004, habiendo reportado alrededor de 15 mil asesinatos u homicidios durante ese perí­odo.

Según opinión de su padre, Pepe pudo haber sido asesinado como consecuencia de su propio activismo, así­ como el de Amí­lcar, con el fin de acallar sus voces y de intimidar a otros activistas de los derechos humanos que plantean denuncias frecuentemente en el ámbito nacional y a escala internacional.

Existe preocupación entre la familia de Pepe y en los cí­rculos de las organizaciones sociales que velan por el respeto a los derechos esenciales del hombre, que el asesinato del hijo de Amí­lcar quede en la impunidad, como ha ocurrido con miles de guatemaltecos/as que perdieron l vida violentamente durante la guerra civil y después de firmados los Acuerdos de Paz, y por eso han acudido a la comunidad internacional, para que el crimen se esclarezca y se castigue a los responsables.

El embajador norteamericano, James M. Dirham, ha ofrecido la asistencia del FBI en las investigaciones, pero el gobierno de Guatemala aún no la ha aceptado, según lamenta Méndez Urí­zar.

(Respecto a la violencia criminal en Guatemala, Romualdo duda de la certeza de una cita de Hesí­odo: Desde el instante en que el hombre comete un crimen entra el castigo en su corazón).