América Latina, una región muy expuesta y vulnerable a los terremotos


Los sismos sufridos por Chile hoy y por Haití­ son un recordatorio de que América Latina y el Caribe se cuentan entre las regiones más expuestas a terremotos en el mundo y también las más vulnerables por sus miles de tugurios construidos alrededor de cerros y rí­os.


El mapa sí­smico no deja lugar a duda: una lí­nea roja recorre el continente de sur a norte, bordeando sus costas pací­ficas para llegar hasta el Caribe. En su devastador camino se encuentran Santiago, La Paz, Lima, Quito, Bogotá, Caracas y todos los paí­ses centroamericanos.

El temblor que mató a cerca de 70 mil personas en el norte de Perú, el 31 de mayo de 1970, el del 4 de febrero de 1976 en Guatemala, causante de 25 mil muertos y 3,5 millones de damnificados. El de 1985 en Ciudad de México, que mató a 10 mil personas, o el de Haití­ en enero de 2010, que podrí­a haber dejado 300 mil muertos, son ejemplos.

El continente ostenta el récord mundial del más intenso terremoto jamás registrado, de 9,5 grados en la escala de Richter, que se produjo el 22 de mayo de 1960 en la ciudad de Valdivia (840 km al sur de Santiago de Chile) y causó 3 mil muertos.

El terremoto sufrido este sábado en Chile, de magnitud 8,8 en la escala Momento, fue el segundo más potente de los últimos 20 años, tras el de 9,1 grados en la escala de Richter registrado en diciembre de 2004 en las costas de Indonesia y que desencadenó el tsunami que mató a 220 mil personas.

Según el último saldo de ví­ctimas, el de Chile dejó 78 muertos.

Nada extraño desde un punto de vista geológico: en la región varias placas tectónicas oceánicas se introducen debajo de la corteza continental, que a su vez es atravesada por diversas fallas.

Por ejemplo, en el Pací­fico, «la placa (oceánica) de Nasca, se introduce hasta 700 km por debajo de la placa continental», explica Estella Minaya, directora del Centro Regional de sismologí­a para América del Sur. «En algún momento aumenta su velocidad, y eso genera ruptura y desplazamiento», agrega.

La zona más expuesta actualmente, añade la especialista, «va del sur de Perú al norte de Chile», donde «se va acumulando energí­a hasta que eso va a estallar».

En Guatemala, las autoridades también advierten sobre los riesgos crecientes, especialmente el director del Instituto de Sismologí­a, Eddy Sánchez, quien ha dicho que regularmente después de 30 años existen grandes descargas de energí­a, cuyo tiempo ya venció.

¿Qué hacer? En la mayorí­a de los paí­ses, especialistas y funcionarios entrevistados por la AFP indican que se organizan con frecuencia simulacros de terremotos, se dispone de estaciones de monitoreo y de normas de edificación antisí­smica, pero no sin insuficiencias para proteger a los 586 millones de habitantes de la región, más del 75% de ellos urbanos.

«En Chile, Colombia o Perú, hay reglamentación para que las viviendas soporten ese tipo de terremotos, pero por ejemplo en Bolivia no hay control (sobre su aplicación, ndlr) y la mayor parte de la población está en zonas de vulnerabilidad», afirma la ingeniera Minaya.

También en Bogotá, ciudad con riesgo sí­smico intermedio donde viven millones de desplazados en edificaciones artesanales construidas en la veredas, más del 80% de las viviendas no cumple con normas sí­smicas, según especialistas.

En Ecuador «existen construcciones irregulares en todo el paí­s y eso es fuente de peligro», asegura Mario Ruiz, jefe de sismologí­a del Instituto geofí­sico de Quito.

Lo mismo ocurre en Venezuela donde «más de la mitad de la población vive en viviendas humildes sin capacidad para resistir un terremoto y más del 60% habita, a su vez, en zonas de riesgo sí­smico», según Carlos Genatios, experto en ingenierí­a estructural y sismorresistente.

Los especialistas insisten en la necesidad de recordar reglas básicas de prevención y en la llamada «microzonificación».

Esta técnica, que consiste en documentar muy localmente el riesgo sí­smico y el tipo de suelo, permite definir con mucha más eficacia la construcción adecuada, casi a nivel de barrios, y así­ limitar los daños, precisa Estella Minaya.

Pero según los expertos, falta aún mucho camino para el «riesgo cero».

«Ningún paí­s en el mundo está realmente preparado para los peligros que representa un sismo», admite el director de sismologí­a del Instituto geofí­sico de Perú, Hernando Tavera.

«En definitiva nadie está moderadamente preparado ante un fenómeno como estos», dice también la subdirectora del Instituto colombiano de geologí­a y minerí­a, Marí­a Calvache.

CHILE Zona sí­smica


Chile está situado en una de las zonas con más intensa actividad sí­smica del mundo, con la convergencia de dos grandes placas tectónicas que provoca sismos de 8 grados de magnitud cada diez años aproximadamente, dijo hoy Rolando Armijo, del Instituto de Fí­sica del Planeta.

La superficie de la Tierra está dividida en placas tectónicas en movimiento unas respecto de las otras. En numerosas regiones costeras, las placas oceánicas se deslizan sobre las placas continentales: es lo que se llama subducción.

«Las zonas de subducción son las regiones del globo más expuestas a riesgos sí­smicos y a los tsunamis», destacó Armijo, especialista en tectónica en el Instituto de Fí­sica del Planeta de Parí­s.

«Chile es un laboratorio natural único para estudiar los terremotos, la velocidad de los movimientos de las placas es allí­ muy importante», agrega este cientí­fico de origen chileno.

El perí­metro del Pací­fico es una zona de subducciones particularmente activa en materia sí­smica. Los terremotos son numerosos y violentos desde Chile a Alaska y de Japón a Nueva Zelanda, pasando por Indonesia y las Filipinas.

«Sabí­amos que en una región como Chile se producirí­a un terremoto, pero es muy difí­cil hacer predicciones a corto plazo», señala Armijo. «Haremos la «autopsia» de este sismo y determinaremos si habí­a signos» que permitieran anticiparlo, agregó.

En Chile, justamente, se produjo el terremoto más fuerte de la historia el 22 de abril de 1960 en Valdivia: un temblor de magnitud 9,5 en la escala de Richter.

Este gigantesco sismo rompió más de 1.000 km de contacto entre dos placas activas, la oceánica, llamada de Nazca, y la de América del Sur. El sismo provocó un tsunami cuyos devastadores efectos fueron percibidos en todo el Pací­fico.

La intensa actividad sí­smica de Chile resulta de la muy rápida convergencia, de 7 a 8 cm por año, de la placa de Nazca y de su subducción bajo el borde oeste del continente sudamericano, lo que provoca una marcada deformación por la existencia de los Andes.

«El centro de Chile es una zona muy sensible», afirmó Armijo.

Casi todas las ciudades costeras de Chile fueran afectadas por un gran sismo durante el siglo pasado. El paí­s tiene una larga historia de tsunamis asociados a esos sismos desde el siglo XVI.