Amenazas de chucho bravo


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“Autoridad que no abusa de su poder pierde credibilidad” dice un dicho medio en broma medio en serio que resume la actitud del ministro de Finanzas, Pavel Centeno. El también presidente del Directorio de la SAT hace las veces de chucho bravo en la prensa nacional para amedrentar a los tributarios, que no contribuyen, para que paguen lo que deben al ente confiscador. Pero lo que debiera de hacer el señor Centeno es meterse la cola entre las patas y aceptar que las leyes que impulsaron a puro tubo para hacer crecer los ingresos del fisco, en realidad los hicieron bajar tal y como muchos lo advertimos.

John Carroll


Las recientes modificaciones a las leyes tributarias tienen dos problemas básicos, uno de forma y otro de fondo, y en ambos casos el gobierno patriota está dando palos de ciego porque finalmente las reacciones de los tributarios ante el sistema impositivo dan como resultado una menor recaudación.

El problema de forma es grave porque identifico a esto como las reacciones adversas del tributario al miedo y escepticismo ante una normativa que no conoce ni entiende. Muestra de ello es que el complicado sistema prácticamente obliga a contratar los servicios de un contador especializado para poder presentar las declaraciones y los pagos. Un rosario de recursos legales pendientes de resolución por parte de otras entidades ineficientes del Estado y errores infantiles en las leyes hacen al nuevo código tributario algo realmente difícil de comprar. En lugar de simplificar, las nuevas leyes enredan aún más al tributario.

El de fondo es aún más serio porque las autoridades de antes y de ahora tomaron decisiones equivocadas en cuanto al comportamiento de los tributarios. En cualquier parte del mundo, por más represión que exista, el cambio en las tasas impositivas altera el comportamiento de los agentes económicos. Y los señores políticos hicieron caso omiso a las advertencias de los expertos técnicos y quisieron en cambio escuchar a las voces ideologizadas que piden a gritos la confiscación de lo de unos para repartir a otros, y claro convenientemente en el camino quedarse con un buen pedazo. Además no parece correcto que la supuesta autonomía e independencia de la SAT esté supeditada al poder del Ministro de Finanzas porque no tiene lógica que quien gasta el presupuesto sea el mismo que lo alimenta. Para corregir esto habría que cambiar el decreto que da vida a la SAT y que indica que el directorio de la institución es presidido por el Ministro de Finanzas.

Cuando hace unos meses salió a luz pública el enfrentamiento entre el Ministro y el Superintendente, el Presidente tomó una decisión política sobre el razonamiento técnico y tomó partido del lado del funcionario sobre el que pesa más interés político porque es quien controla el gasto. Con la salida de Gutiérrez de la Superintendencia Centeno y Pérez limpiaron el camino para seguir su irresponsable administración de gasto, al fin de cuentas, el gasto no solo está respaldado por lo recaudado en el presente sino también por el futuro compromiso de pagar los préstamos que día a día siguen creciendo en manera de préstamos o bonos sin contar la indirecta pacaya que cargamos con la pérdida de poder adquisitivo creciente.

Ojalá el señor Centeno aceptara y entendiera, más temprano que tarde, que los que mandamos somos nosotros y que amedrentar al público tributario solo hará crecer la informalidad y el contrabando y su objetivo de tener una mejor recaudación se alejará aún más de la realidad. En todo caso mi consejo al señor Centeno y a las autoridades de la SAT es que logren cambiar el corazón de la institución de manera que traten al tributario como un cliente y no como delincuente.