Amargo recordatorio de un padre


factor-mendez

Transcribo fragmentos de un recordatorio hecho por Mario René Matute el Choco, sobre el 32 aniversario de la ejecución de su hijo Mario René Matute Iriarte, el Tutuy, ocurrida el 17 de julio de 1980. Dice el Choco, “Mi segunda esposa, Olga Jiménez Muñoz y yo habíamos tenido que salir meses antes y en diferentes momentos de Guatemala para librarnos del terrorismo de Estado, entronizado cada vez con mayor violencia y destrucción desde los años 60.

Factor Méndez Doninelli


Nos acabábamos de reencontrar, casi por casualidad, hacía pocos días, en San José de Costa Rica. Estábamos instalados momentáneamente en casa de Dina, hermana de mi esposa. En  la mañana de aquel día, se nos volvían a prender innúmeras interrogantes y dudas sobre nuestra situación y sobre las respuestas más apropiadas y más inteligentes ante tanto vacío y tanta incertidumbre de aquella experiencia existencial tan abarcadora y tan dominante”.

Continúa el relato: “Como  a las 11 y media sonó el teléfono ahí cerca de mí, lo levanté y respondí amablemente; mi interlocutor, un amigazo y paisano también recién llegado a Costa Rica, me pareció un tanto confundido y me pidió que llamara a mi esposa, como ella estaba a unos pasos, así lo hice y le entregué el aparato. Ella pronunció dos o tres palabras y luego de colgar el teléfono, caminó por detrás de mí y vino a abrazarme sin pronunciar palabra, teniéndome así durante algunos momentos, hasta que al fin se separó un poco y me dijo con una voz angustiada: “¡Acaban de matar a Tutuy…!” En mi conciencia la vida giró vertiginosamente sin que yo pudiera definir  a dónde ir, qué hacer, cómo responder a aquella cascada de maldiciones que me descargaba la existencia. Entré al dormitorio y me senté en la cama desconcertado, sin siquiera ningún movimiento ni palabra de protesta. Deseaba gritar, golpear el piso con los pies, gritar desde alguna altura que los asesinos que tenían el poder en Guatemala eran como una mueca infernal y maldita de la ignominia y de la negación de lo humano, pero el silencio y la parálisis se apretaban contra mí poderosamente. Un amigo de nombre Jaime, que vivía frente a la casa de la madre de Olga Marina, la mamá de mis hijos, en la colonia 20 de Octubre, observó el desdichado acontecimiento desde la puerta de su casa y así me lo ha narrado varias veces: “Eran como las 7 de la mañana, la calle estaba todavía casi sin movimiento, yo salí a la puerta indeciso, tenía varias cosas que hacer pero me quedé ahí observando un rato. Mario René salió de la casa frente a la mía y miró hacia todas partes, creo que se apoyó un momento en la pared y al ver sus zapatos, se dio cuenta que uno estaba con la pita desatada. Mientras tanto allá, en la esquina norte de la calle, allí donde se cruza con la 30 calle, un carro frenó y del mismo bajaron dos sujetos jóvenes, con vestimenta civil, que comenzaron a avanzar sobre esta avenida arrabalera, se movieron con precisión y seguridad, yo me di cuenta que traían armas. Mario René se acuclilló y comenzó a amarrarse la cinta del zapato. Yo entendía que iría a correr al campo de Marte que está de estas casas a dos cuadritas al sur. Los dos sujetos llegaron frente a donde estaba Mario René y uno de ellos dijo con voz clara: “Matute”. Mario René se puso de pie y preguntó algo. En ese instante descargaron las dos metralletas y continuaron sus pasos sin más ni más…”

El Choco finaliza escribiendo: “Mario René, Tutuy, yo lo saludo camaraderilmente desde mi silencio y mi soledad, con el respeto de padre, compañero de sueños y esperanzas y anhelos de un futuro menos podrido para mi patria”.