Amanda del Carmen: mujer, poeta, devota y sabia


«El secreto de la felicidad está en querer siempre lo que se hace»

León Tolstoi

Edith González

La última vez que la vi lucí­a radiante, su pelo cano largo y rizado caí­a sobre su espalda perdiéndose en el blanco de su vestido y mientras se moví­a al ritmo de la marimba, en su rostro sobresalí­a la sonrisa.

Celebrábamos el centenario del nacimiento de su madre, la tí­a Aman, quien falleció hace algunos años. Pero ella y sus hermanos, Carlos, Rudy, Sheny y Adelita, quisieron reunir a la familia y amigos y brindar por su existencia, por su descendencia y por el futuro. Y por supuesto Camen, como cariñosamente le llamábamos, nos deleitó con el poema «El rosario de mi madre». Difí­cilmente puedo recordar alguna reunión en donde ella no hubiera declamado para nosotros, algo propio o de alguno de los autores de su elección.

La poesí­a que compartió con Margarita Leal, Marí­a del Mar, Loli de Valle Lazo y otras poetisas, era uno de sus amores, y le impregnaba tanto sentimiento que muchas veces nos rodaron las lágrimas. Como cuando declamó, por primera vez, el poema que escribió luego del terremoto del ’76 que asolara el paí­s «Qué vamos a hacer, señor presidente» se cayó mi casa, se murió mi gente.

De esa manera amaba a su paí­s, a su gente y sus tradiciones. Desde la elaboración de la alfombra al paso de las procesiones hasta el baile del chocolate, las posadas y el rezo de la novena del Niño, todo se disfrutaba en su casa, al igual que la comida tí­pica. La que sirvió a la cena del 29 de diciembre de 1996 a la Firma de la Paz, considerando que era una fiesta que debí­amos celebrar.

Hoy Amanda del Carmen Estrada González fue sepultada en el cementerio de Sololá. Un largo cortejo de personas que la apreciaban la acompañó hasta allá, en donde previo a depositar sus restos mortales le dieron la despedida, un hermoso rosario de flores cubrí­a su caja. Como ella lo deseaba, tal su devoción a la santí­sima Virgen. Su activa participación en el radioteatro infantil la motivó a escribir poesí­a para niños. Por lo que trabajó su libro. A principios de este año obtuvo su tí­tulo de Licenciada en informática y administración de negocios y ahora estudiaba la maestrí­a con un grupo de jóvenes que compartí­an sus enseñanzas de mujer adulta. Igualmente asistí­a a un grupo de oración, en donde encontró mucha calidez; tanto como la que brindó. Su ayuda pronta en el momento preciso seguramente nos harán falta. Su cuerpo descansa, pero su recuerdo permanecerá. Recién ha partido a encontrarse con el Señor y ya la extrañamos.