Aníbal Chajón
Universidad de San Carlos
Cada temporada de Cuaresma y Semana Santa, los hogares de los guatemaltecos católicos se engalanan con altares domésticos que reproducen, en pequeña escala, los altares creados para exaltar la Pasión, muerte y resurrección de Cristo que se confeccionan en los templos.
Los altares domésticos se han elaborado en los hogares de diversas culturas a lo largo de la historia con mayor o menor difusión. Está documentada la existencia de los altares en hogares del mundo mediterráneo; como el romano, por ejemplo, del cual el cristianismo heredó gran parte de su organización. Por su parte, los arqueólogos también suponen la existencia de altares en los hogares de los habitantes prehispánicos, de los cuales la antropología contemporánea ha encontrado una amplia persistencia, lo que indica que si se han conservado formas culturales del pasado, ésta también ha pervivido a lo largo del tiempo.
En la actualidad, los altares domésticos reciben un tratamiento formal de los más diversos matices, correspondientes a las posibilidades económicas de la familia que lo instale. Inspirados en los altares para los templos, los altares domésticos cuentan con cortinajes, velas, flores y, sobre todo, las imágenes de los personajes que intervinieron en la Pasión de Cristo.
Debido a su carácter sagrado, las imágenes corresponden a las figuras de Cristo, que es infaltable, seguido de la Virgen María, en su iconografía de Dolorosa y, también, de Soledad. De acuerdo a los recursos de la familia, se añaden las imágenes de San Juan y Santa María Magdalena, otras personas incorporan las representaciones de Nicodemo y José de Arimatea, soldados romanos, seguidores de Cristo e, incluso, las figuras de sus acusadores y hasta de Poncio Pilato.
La familia del historiador Manuel Morales, residente en el barrio de La Parroquia, zona 6, elabora un altar en el que se incluye la figura de Cristo, en su iconografía de Nazareno, durante toda la Cuaresma y primeros días de la Semana Santa. La imagen se sustituye, el Viernes Santo, por una imagen de Crucificado, para ser cambiado, luego de las tres de la tarde, por la imagen del Señor Sepultado. Mientras que el Domingo de Pascua, se coloca la talla de un Señor Resucitado.
Los miembros de la familia, según la tradición católica, rezan el Vía Crucis y realizan otras oraciones en honor a la Pasión de Cristo. El altar cuenta, además de las imágenes de Cristo, con la efigie de la Virgen María, en su iconografía de Dolorosa, que acompaña al Nazareno y al Crucificado; y de Soledad, que se coloca del Viernes al Sábado Santo. El día de la Pascua, se utiliza una talla de la Virgen sin expresión de dolor en el rostro, de acuerdo al carácter festivo del día.
Además de las imágenes descritas, en el altar se coloca la figura que representa a San Juan y Santa María Magdalena, quienes según los relatos evangélicos estuvieron presentes tanto en la muerte como en la resurrección de Cristo.
Para ambientar las escenas, Morales coloca un fondo pintado sobre papel con acrílicos que simula un paisaje inspirado, según sus palabras, en los grandes telones que se colocan en los templos de La Antigua Guatemala, donde las velaciones a las imágenes procesionales cuentan con enormes paisajes que cubren completamente algunas de las paredes de los templos.
Además, en el altar doméstico se colocan cortinajes, similares a los que decoran los de los templos, de acuerdo a los cánones establecidos en la altarería tradicional guatemalteca. Esto implica colocar una banda de tela de tal manera que se sostiene un extremo en el techo y otra parte cercana al extremo inferior para que proporcione un efecto de «caída». Otra cortina o banda de tela se coloca a lo largo del techo, entre las cortinas verticales, para formar una especie de entretelón, con sus respectivos arcos o «caídas».
Frente a las cortinas, a una distancia prudencial para obtener un efecto de profundidad, se colocan floreros decorados con flores de la estación. En algunos casos se prefiere utilizar flores hechas artesanalmente con tela o papel, que permiten un uso prolongado, que no ofrecen la dificultad de su descomposición y que no requieren el uso de agua. Junto a los floreros, en ocasiones en arreglos especiales, se colocan candeleros con velas que se encienden durante el rezo de las oraciones y en los momentos culminantes de la celebración.
Otros elementos decorativos pueden ser manteles para embellecer el conjunto, así como alfombras realizadas en serrín de colores, con flores naturales, frutas y pan, como se estila en los huertos antigí¼eños. También se pueden colocar pequeñas macetas con plantas sembradas, como se hace con las pequeñas plantas de maíz germinado que se siembran en pequeños recipientes o envases metálicos, como elemento natural y que puede tener efectos simbólicos por ser la planta sagrada mesoamericana.
Algunos altares se decoran con los ramos obtenidos durante la festividad del Domingo de Ramos, con los que se añade palma, flores y, sobre todo, el aromático corozo que brinda una fragancia que hace única a la Cuaresma y Semana Santa guatemalteca. En cuanto al perfume sagrado por excelencia, el incienso, se quema en pequeños pebeteros frente al altar en los momentos importantes de la actividad cultual hogareña.
Uno de los mejores altareros de la actualidad es ílvaro Lara, quien elabora su altar en el barrio de La Ermita, en la zona 1 capitalina. Lara añade elementos escenográficos, basados sobre todo en una amplia variedad de esculturas de vestir, todos a la misma escala, ataviadas para representar una escena específica de la vida de Cristo. Lara, además de los principios propios de la altarería, instala bocinas ocultas en la decoración para ambientar en forma sonora a los rezadores, familiares y amigos, que visitan el altar.
La mayoría de los altares son de pequeñas dimensiones. Muchos ocupan un espacio reducido en las viviendas. En otras partes, como lo hace el devoto César Calderón, los altares ocupan una habitación de la vivienda y se convierten en obras de arte efímero que compiten en complejidad y belleza con los que realizan los templos, tanto por la variedad de imágenes de vestir, cortinajes, flores y demás enseres, como por la dedicación que se aplica en todos los detalles.
De acuerdo con Lara, la forma de vestir de las imágenes busca lograr un efecto apropiado en todo el conjunto. Las vestimentas que se coloca a las imágenes debe ser apropiada para la altura de las mismas, con una consistencia suficiente para lograr efectos de movimiento por el viento, lo que se conoce como «aire». Si una imagen no tiene el traje con suficiente movimiento se ve rígida y sin vida. En ocasiones, vestir una imagen de pequeñas dimensiones presenta la dificultad de lograr los efectos con telas gruesas, lo que puede verse irreal y fuera de escala.
Morales también elabora los trajes de sus imágenes, lo que logra con la técnica tradicional de bordado en hilos dorados o plateados sobre las telas seleccionadas. Este proceso implica varios meses de trabajo continuo. La confección de las flores artesanales también requiere de varias semanas de labores, por lo que el proceso de elaboración de un altar requiere la planificación de varios meses de antelación.
Además del aspecto de belleza que ofrecen los altares guatemaltecos, poseen el simbolismo y el afecto que las personas que los realizan les imprimen. Son objeto de la expresión de la religiosidad de las familias que cumplen con la tradición heredada de sus antepasados y una muestra que hace evidente que su transmisión se prolonga a las jóvenes generaciones que la conservan, aunque sea en pequeñas estampas de las imágenes procesionales o en las figuras en serie de las imágenes de Pasión que se pueden obtener, hoy en día, en cualquier almacén por departamentos y tiendas de curiosidades.