Alois Alzheimer y las variaciones del cerebro


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Realizan cosas sin sentido, como niños pequeños, pero no resulta divertido. Los enfermos de Alzheimer no saben lo que hacen la mayor parte del tiempo. El psiquiatra y neurólogo alemán Alois Alzheimer fue el primero en identificar los síntomas de una enfermedad que llevaría su nombre.

Por Sabine Dobel
Múnich / Agencia dpa

Millones de personas en el mundo padecen esta demencia y se calcula que en las próximas décadas la cifra de enfermos seguirá creciendo debido al aumento de la esperanza de vida.

   Cuando el psiquiatra Alois Alzheimer descubrió por primera vez los síntomas y las modificaciones en el cerebro de su paciente Auguste Deter hace ya cien años, supo que se trataba de una enfermedad muy rara. El sábado, el científico que relacionó estas modificaciones del cerebro con la pérdida de la memoria hubiera cumplido 150 años.

   Nacido en la localidad bávara de Markrbreit, el hijo del notario Eduard Alzheimer y su mujer Theresia decidió estudiar medicina en Berlín, Tubingia y Würzburg. Posteriormente fue médico asistente en la clínica psiquiátrica de Fráncfort para dementes y epilépticos. El caso de Auguste Deter le fascinó desde el principio.

   «¿Cómo se llama?» – «Auguste» – «¿Apellido?» – «Auguste» – «¿Cómo se llama su marido?» – «Creo que Auguste». Este diálogo pasó a los anales de la historia de la medicina.

   Auguste fue llevada en 1901 por su marido al centro psiquiátrico confusa y desorientada. Entonces tenía 51 años. Estaba sana, sin ningún trauma psicológico conocido. La pérdida de memoria era todo un enigma para los médicos y llevó a Alzheimer a documentar sus conversaciones y observaciones en un cuaderno de 31 páginas.

   Cuando abandonó Fráncfort para dirigir el laboratorio de anatomía cerebral en una clínica psiquiátrica en Munich, nunca perdió de vista a Auguste Deter. Tras su muerte el 8 de abril de 1906 pidió que le mandaran su cerebro. Al analizarlo con el microscopio descubrió una pérdida celular masiva y sedimentos poco comunes.

   Medio año más tarde, en la 37 reunión de médicos psiquiátricos del suroeste de Alemania, informó de esta enfermedad única y sobre el «peculiar y complicado proceso de la enfermedad de la corteza cerebral».

   Sus compañeros calificaron su descubrimiento como «curioso». La investigación cerebral era entonces una moda. Muchos médicos analizaban los cerebros con microscopio, hacían visibles estructuras con colorante o describían modificaciones. Sin embargo, Alzheimer fue el primero que relacionó los sedimentos y la pérdida de memoria en una paciente joven.

   Actualmente, los científicos se basan en que la mayoría de las personas con más de 65 años pueden padecer la enfermedad debido a una lenta disminución de los metabolitos y de los péptidos amiloides. Las células cerebrales se mueren. Consecuencia: a los afectados les faltan las palabras, dejan de saber realizar actividades básicas como manejar los cubiertos o vestirse, por ejemplo, y no reconocen ni a la familia ni amigos.

   Los desencadenantes de la enfermedad no están claros. Sin embargo, el estilo de vida y la alimentación juegan un papel a la hora de padecerla, al igual que algunos tipos de deportes como el boxeo. Estudios han demostrado que también existe una disposición genética.

   «La causa es multifactorial», declara el psiquiatra muniquense Timo Grimmer. «Las personas tienen una mayor esperanza de vida y con ello tienen sencillamente una mayor probabilidad de padecer una enfermedad», agrega.

   El rápido aumento de casos de enfermos de Alzheimer alarma a Grimmer y a sus compañeros de profesión. «Una enfermedad tan extendida, que afecta a millones de personas, en algún momento deja de poder ser una enfermedad controlable».

   Los médicos esperan que aparezcan nuevas terapias para tratarla. Hasta ahora los medicamentos sólo pueden aliviar los dolores. Los expertos apelan a la sociedad para no encerrar a los afectados de Alzheimer como si fueran locos. «El modelo de futuro debe ser que las personas sean más solidarias con los demás», afirma Grimmer.

   «No se trata sencillamente de asistencia médica, sino de algo que atañe a toda la sociedad», afirma por su parte Saxl. «Se necesita una sociedad preocupada».

   «Comienza con una mujer mayor que va tres veces al día a la panadería y compra diez panecillos, con los que van al banco y retiran cantidades elevadas, con los ancianos que no pagan en el supermercado y que terminan en manos de la policía cuando el vendedor se da cuenta», explica Saxl.

   «Es importante que todo el mundo sepa cómo tratar a una persona con demencia, que la gente no mire para otro lado y se vaya», agrega. Con frecuencia son los propios afectados los que miran para otro lado. El olvido conlleva miedo y vergüenza.

   Alzheimer también vio en su paciente Auguste miedo, desconfianza, rechazo y desesperación. En sus conversaciones con ella, la paciente le llegó a decir: «Me he perdido a mí misma por así decirlo».

   El alemán se refirió a esta enfermedad como «la enfermedad del olvido». No fue hasta después de su muerte cuando recibió su nombre. Alzheimer murió en 1915 con sólo 51 años, más joven que su paciente.