No deseo echar sal a las heridas, pero me llama la atención tres publicaciones en torno a la sentencia del caso Ríos Montt y acerca de los que se consideran sinuosos responsables intelectuales de las masacres que se cometieron contra poblaciones indígenas.
En primer lugar, finalmente el CACIF, es decir, los dirigentes plutócratas que manejan el poder real en Guatemala, no el empresario pequeño o mediano, y ni siquiera otros acaudalados hombres de negocios que obtienen lícitas utilidades pero que contribuyen a crear riqueza y empleo sin violentar normas jurídicas de cualquier índole, que pagan sueldos justos, cumplen con el régimen tributario y respetan al estado de Derecho (o lo que queda de este debilitado sistema); la cúpula empresarial, pues, expuso abiertamente su posición respecto al proceso judicial aún no finiquitado (hasta anoche) en contra del ex líder del FRG, partido tan ásperamente atacado por la oligarquía cuando era Presidente el satanizado Alfonso Portillo, quien, dicho sea de paso, debe ser juzgado y sentenciado en Guatemala y no enviado a Estados Unidos por exigencias del imperio y de multimillonarios guatemaltecos (¿?) a quienes les rasguñó superficialmente su riqueza con el obligado pago de impuestos y la apertura del mercado nacional a productos importados.
Los dirigentes del CACIF manifiestan su desacuerdo con la condena en primera instancia a Ríos Montt y abundan en argumentos, cuando que, desde que se le denunció por los crímenes ya conocidos, ese supremo estrato, verdadero dueño de la finca llamada Guatemala, debió haber contratado a los más prestigiosos, talentosos e inescrupulosos penalistas para que fueran los abogados de quien, como los militares que gobernaron antes y después de él, siempre estuvieron y han estado al servicio de la más rancia, minúscula y desmedidamente ambiciosa clase social y económica que ha conducido los destinos del país.
Por aparte, el economista y periodista Vinicio Sic, subdirector editorial del renovado Siglo.21, en su artículo de anteayer (que merece ser leído íntegramente) al referirse a los “Empresaurios” indica que “Es un eufemismo para designar a la clase dirigente de la economía que medró en medio de los privilegios y protecciones que le ofrecía una dictadura, un gobierno militar o un títere presidencial, que hubo o existe en Guatemala. Grandes abusadores, incapacitados para toda innovación o modernidad, codiciosos del beneficio inmediato, destructores incansables del medio ambiente. Nada produce más temor para ellos que la libre competencia… Seres sin escrúpulos (que) hacen negocios hasta con el crimen organizado. Lucran con la pobreza”. “No reconocen al pueblo maya. Lo sometieron a trabajos forzados en sus fincas e impulsaron su exterminio, aniquilándolo y robándole sus tierras y ahora su patrimonio cultural”.
En esa línea, el diario mexicano La Jornada publica una entrevista con el sociólogo Héctor Rosada, que resumo con esta lapidaria expresión: “El juicio y la sentencia condenatoria contra el ex dictador toca por primera vez el alma de los perpetradores, los ejecutores. Pero deja sin juicio el alma negra de los autores intelectuales de los crímenes de lesa humanidad que se cometieron durante la guerra; las elites y el Estado, la cúpula del poder oligárquico”.
(Romualdo Tishudo, mal pagado jardinero de un millonario, se consuela recordando a Juan Verdaguer: –Éramos tan pobres que cuando mi papá pagaba el alquiler dos meses consecutivos, la Policía llegaba a la casa a preguntar cómo había conseguido el dinero).