Alivio y frustración


Extraditación. Foto de archivo del general panameño Manuel Noriega, tomada en octubre de 1989. El ex dictador podrí­a ser extraditado a Francia tras cumplir condena en Estados Unidos.

La decisión de un juez estadounidense de aprobar la extradición del ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega a Francia supuso alivio para una clase polí­tica temerosa del revuelo que podrí­a armar su presencia en Panamá, pero frustra a quienes quieren verlo pagar sus desmanes tras los barrotes en su propio paí­s.


El gobierno panameño ya ha anunciado que pedirá la extradición a Francia si los abogados del ex general, de 73 años, no impiden que la justicia francesa le haga cumplir los diez años a los que le condenó en ausencia por lavado de dinero.

El ex dictador cumple, el 9 de septiembre, los 17 años de cárcel a los que fue condenado en Estados Unidos por narcotráfico.

Sin embargo, muchos piensan que la decisión de la justicia estadounidense responde a un acuerdo entre Panamá, Estados Unidos y Francia para alejar al militar y ex agente de la Agencia Americana de Información (CIA) de la vida polí­tica panameña, donde varios de sus aliados de antaño siguen en el poder.

El vicepresidente y ministro de Relaciones Exteriores panameño, Samuel Lewis, rechazó de plano esas sospechas. «Se trata de un caso jurí­dico y no de un caso polí­tico», dijo al conocer la decisión de la justicia estadounidense.

Las condenas de Noriega en Panamá suman 54 años por asesinato, violación de los derechos humanos y enriquecimiento ilí­cito, que quedarí­an reducidos a 20 años, según el código penal panameño. Dada su avanzada edad podrí­a cumplirlos en su casa.

En cambio, son inciertas las consecuencias polí­ticas que tendrí­a su regreso, pues como antiguo hombre fuerte del paí­s entre 1983 y 1989 y responsable de los servicios secretos del ejército entre 1971 y 1984, atesora mucha información de polí­ticos, empresarios y funcionarios.

Noriega fue derrocado del poder por la intervención militar estadounidense el 20 de diciembre de 1989 y el 3 de enero de 1990 se entregó a las tropas de Estados Unidos, tras permanecer refugiado durante una semana en la Nunciatura Apostólica en la capital.

El expresidente Guillermo Endara, que gobernó Panamá tras la caí­da de Noriega entre 1990 y 1994, dijo que el actual presidente panameño, Martí­n Torrijos, «recibió toda clase de favores de Noriega, por lo que al gobierno no le conviene su regreso porque no se sentirí­an tranquilos».

Para el politólogo Raúl Leis, el alejamiento de Noriega de Panamá le «ha sacado las castañas del fuego evadiendo un conflicto» al gobierno de Martí­n Torrijos.

«La papa caliente se la lleva Francia», asegura Leis, paí­s que por cierto le concedió la Orden de la Legión de Honor el 22 de enero de 1987.

Cuando Noriega cumpla su pena en ese paí­s – si los abogados no logran evitar su extradición – habrán pasado 10 años, tiempo suficiente para enfriar los ánimos y difuminar los recuerdos.

El ex vicepresidente panameño y antiguo lí­der de la Democracia Cristiana internacional, Ricardo Arias Calderón, un emblema en la lucha contra el régimen militar que gobernó Panamá entre 1983 y 1989 y férreo opositor a Noriega, es favorable a que sea extraditado a Francia para evitar divisiones y su enorme influencia en la polí­tica panameña.

Noriega «podrí­a ser una fuente de desprestigio de las estructuras polí­ticas y cí­vicas del Panamá democrático y favorecer así­ lo que podrí­a llamarse un populismo demagógico tipo (Hugo) Chávez, quien ya tiene muchos seguidores en Panamá, y podrí­an convertirse en sus aliados», aseguró recientemente Arias Calderón en un artí­culo firmado en el diario La Prensa.

Pero a buena parte de la población le hubiera gustado «verlo tras los barrotes y que pagara por todos sus delitos», dijo Chito Enrique Montenegro, presidente del Frente Anticorrupción.