Leer es una actividad fascinante, reflexionar quita escamas de los ojos, pero no es cierto que garantice la felicidad de los hombres. Es más, estos ejercicios son a veces malditos en tanto que producen desasosiego, generan ansiedad y a menudo también son causa de frustración. Un amigo, nada fanático a la lectura concluía que, «leer libros es un oficio que económicamente genera la pérdida del principal recurso de los humanos: el tiempo».
Entonces, ¿Por qué hay algunos que se empeñan en ser ratas de biblioteca? ¿Por qué unos cuantos se empeñan en invertir su tiempo en algo que además parece aburrido, exige disciplina y requiere dinero para mantener el vicio? ¿Por qué si el conocimiento produce desasosiego algunos se empeñan en saber? ¿No será mejor la «santa ignorancia»? ¿No es mejor pasar por este mundo ignorando muchas cosas? ¿Por qué no dedicar el tiempo a trabajos más productivos y redituables?
Mientras me cuestiono sé que algunos tienen ya la respuesta y han optado por la inconsciencia feliz. Entre menos sabe uno, mejor. La vocación de quien tiene fe de carbonero es una elección en la actualidad de muchos. Basta tener fe, trabajar bastante, ganar lo suficiente y simplemente vivir. Dejarse ir es una actitud provocadora y seductora. Imposible no pensar en las ventajas de ponerle alto a la imaginación y dejar de problematizarse.
«Es que la vida ya presenta suficientes problemas como para, además de todo, racionalizarlos», me dijo un colega. La inteligencia, entonces, se convierte en nuestra máxima enemiga. Hay que aplacarla, drogarla y controlarla. Sus sueños producen monstruos y nos hacen sufrir. Hay que mantenerla ocupada: «El cine, la televisión, el trabajo o la lectura, en todo caso, «soft». Son éstas las claves de una vida dichosa», concluyó el colega.
«A lo sumo lecturas «soft» «. La idea me ha dado vueltas. Entiendo ahora que hay «categorías de lecturas»: las «soft», las «hard», las «heavy», las «light» y muchas otras más. Hay «lecturas» y «lecturas». Las que producen angustia vital y las que ayudan a vivir y pasar el tiempo. Las que divierten y las que convierten. ¿Habría que recomendar al público las lecturas «soft»? ¿Las pildoritas que ayudan a vivir con optimismo? ¿Las recetas para ser feliz en diez lecciones? ¿Son estas lecturas de verdad? No tengo respuesta para todas las preguntas.
En mi opinión es mejor leer que pasarse la vida en gallo. Es preferible estrenar el cerebro que mantenerlo virgen. Quizá no garantice la felicidad, pero puede ayudar a conseguirla. Evitaríamos algunos errores, seríamos más simpáticos, pareceríamos más inteligentes y, como mínimo, no seríamos tan bestias (con el perdón de los animalitos). Optar por los libros es optar por la humanidad, descubrir los misterios y penetrarlos aunque sea sólo por desafiarlos. Si leyéramos al menos un libro al año podrían ocurrir tres cosas: 1. Que se pegue un tiro (y entonces se haga un favor a sí mismo y a quienes le rodean); 2. Que empiece vivir de manera distinta (y entonces, tendrá en qué entretenerse hasta que muera); y, 3) Que elija presidentes un poquito más sensatos. Digo, menos brutos. ¿No cree que vale la pena intentarlo?